Salón Mikasa: 01. ✎ . . . ❝Algo vintage, como el café❞ .ೃ࿐

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El maldito tránsito me estaba estresando. Tenía los pelos de punta por los nervios, mi enojo se reflejaba en la resaltante vena en mi cuello. Toqué un largo rato la bocina con el ceño fruncido como si aquello lograría hacer que mágicamente todos los automóviles se movieran. Llegaba tarde a mi encuentro laboral junto a mi jefe; para mi mala suerte, mi GPS había decidido mandarme por el peor camino posible. No conocía en absoluto la zona, y Dios sabría cuándo volvería a pasar por allí una vez concluya mi día. 

Miré el reloj: las 7:30am. Aún tenía tiempo de sobra, pero mi ansiedad de pensar en que las cosas podrían empeorar me hacían sentir que llegaría tarde. Siempre ocurría la misma historia y al final terminaba allí demasiado temprano o completamente atrasada.  

Observé a mi lado un camión repleto de adolescentes uniformados de porristas y equipos de fútbol americano cantando muy energéticamente a pesar del horario. Si bien mi humor no podía ser peor, me era imposible no recordar aquellos tiempos de secundaria y preparatoria en los que formé parte de las porristas de mi instituto. Sonreí nostálgica, a veces añoraba esos días donde mis problemas principales eran mantenerme con salud mental, comer, estudiar e intentar disfrutar de mi libertad. La tuve bastante fácil a comparación de otros adolescentes quienes luchaban con peores situaciones. Ahora con 24 años, además de eso, debía también tener una cotidianeidad adulta y responsable. Una larga exhalación se escapó de mis labios y mis labios se apretaron entre sí al pensar en aquel rostro por el que tanto sufrí durante años. A veces incluso llegué a pensar que a tales altura ni siquiera lo había superado del todo. 

Mi vista se fijó al frente al oír cómo detrás mío una bocina se hizo presente, apurando mi paso. El camino comenzaba a liberarse, dando paso a que se pueda conducir como correspondía. Sin más vueltas de cabeza, solté el freno de mano e hice el cambio necesario para marchar hacia mi destino. 

Estacioné frente a la cafetería que me había mencionado mi jefe. Volví a ver el reloj, tenía un rato más de espera, por lo que opté por bajar y pedir algo para matar el rato y, de paso, desayunar, ya que había salido de mi casa con el estómago vacío al no poder tragar nada de los nervios. 

Apenas crucé la puerta sentí una mirada sobre mí. Mis ojos viajaron por todo el local hasta toparme con otro par, grises oscuros y rasgados. Se trataba de una chica; tenía facciones asiático-orientales, alta, pelinegra con cabello corto. Su presencia era notoria y su aura se sentía duramente suave. Algo loco de explicar, pero fácil de sentir. Pude notar cierto brillo en sus pupilas. Sonreí amable y sus cachetes rápidamente se tornaron rosados. Agitó su cabeza como si deseara desechar algún pensamiento de su cabeza y me habló.

—Buenos días—saludó un poco nerviosa. No pude evitar pensar en lo linda que se vio de esa manera. Una suave risa de mi parte se escuchó por el silencioso café—. ¿Qué..—pensó sus palabras—... qué va a pedir?

—Hola, un café negro estará bien por ahora—contesté mientras sacaba mi billetera para poder pagar mi desayuno—. Alto, ¿hay algo que tú me recomiendes?—alcé las cejas mientras miraba divertida cómo la pelinegra se sobresaltó al hablarle otra vez. Bajé hasta ver sobre su delantal una pequeña placa con su nombre—... "Mikasa". 

—Yo, uh... creo que el pastel de queso podría gustarle—señaló el pedazo dentro de la cabina transparente frente a ella. Me tentó su propuesta, quizá sólo porque ella fue quien me lo dijo. 

—Soy intolerante a la lactosa. Pero gracias por tu consejo, linda—reí. 

—Claro—fue todo lo que dijo. Anotó mi pedido en la máquina y me dijo lo que debía—. Sería un dólar con cincuenta, señorita. 

Entregué lo debido y me entregó el ticket. A pesar de que sabía que lo tiraría luego, decidí sólo guardarlo en mi bolso y más tarde hacerlo para no ser maleducada frente a ella. Mikasa sólo se dedicó a preparar mi café y yo por mi parte tomé asiento en la primer mesa que tuve cerca. Repasé cada uno de sus movimientos, quedando fascinada por la manera en que hacía un simple café negro. A mis ojos la preparación de uno podría llegar a ser un arte en su totalidad. Admiraba mucho a los baristas que conocía. La chica se tensó cuando cruzamos miradas accidentalmente. Volví a sonreírle en un intento de calmarla y que no tomara mi observación como una presión, pero eso sólo provocó que la pelinegra se pusiera aún más nerviosa, echando a perder así su preparación. Abrí los ojos sorprendida y preocupada a la vez, y me acerqué enseguida a ayudarla. El líquido había caído por todo su uniforme, quemándola un poco. 

𝐨𝐧𝐥𝐲 𝐠𝐢𝐫𝐥𝐬 [𝘀𝗻𝗸/𝗮𝗼𝘁] - 𝐨𝐧𝐞 𝐬𝐡𝐨𝐭𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora