El extraño

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El sol trajo nuevas esperanzas a la modesta aldea, las personas comenzaban un nuevo día y estaban listos para afrontar el invierno que nunca dejaba de ser cruel. 

La nieve caía con gracia sobre aquella construcción en proceso, los aldeanos amaban al rey y a la religión, y tener a un sacerdote que fue enviado desde la capital les hacía mucha ilusión, para mostrar su hospitalidad se habían planteado construir una pequeña capilla, exclusiva para Sai Shimura.

Las mujeres cocinaban en grandes calderos una sopa de carne de venado y cebollas, el vapor y el olor hacían que todos los constructores trabajaran más arduamente para poder conseguir el premio de una comida caliente acompañada de un merecido descanso. 

Sai estaba con las mujeres ayudándolas en la cocción de los alimentos, movía una enorme pala de madera en círculos dentro del burbujeante caldo de venado. Su fiel seguidor pelirrojo tan solo estaba cerca, cuidando como un buen perro fiel. 

Los aldeanos encontraban seguridad y respaldo en la fe, creían en las palabras dulces del sacerdote y rezaban en coro por misericordia al dios católico, aquel que se supone debía escucharlos ahora que el líder religioso los acompañaba. 

Era lógico, son una pequeña aldea olvidada por el mundo y gobernada por el bosque, el lobo que los asecha desde hace años atrás siempre se lleva los pocos recursos y a varios seres queridos, necesitaban urgentemente un rayo de esperanza y al parecer los Haruno fueron los encargados de traerlo. 

Pero existen los escépticos, aquellos que no confían en la presencia del sacerdote Sai y su séquito armado que lo acompaña, ellos miran con recelo su sonrisa y cuestionan sus palabras.

Humedeció sus manos para limpiarlas, observando al sacerdote hablar sin parar con las cocineras, chasqueó la lengua y entró en su cabaña, encontrando la imagen de su esposa sirviendo la comida en la mesa, ella lucía hermosa a sus enamorados ojos, tenía el cabello azulado recogido y usaba un vestido afelpado con lana de oveja para soportar la temperatura, ocultando su vientre embarazado, ella lucía radiante. 

-No te agrada el sacerdote ¿eh? -le cuestionó Konan, mientras colocaba papas asadas a un lado de la hogaza de pan. 

-Ya sabes la respuesta, es solo que no confío en él. -dijo para después besar la frente de su esposa. Yahiko sintió la incertidumbre en su pecho, la escasez de comida se hacía cada vez más notoria.

La mujer sonrió, y se sentó frente a él colocando su mano sobre los nudillos del pelinaranja. -Las personas de esta aldea agradecen tenerlo porque sienten que por fin después de tanto tiempo tenemos una oportunidad...- 

Esperó pacientemente a que el hombre la mirara a los ojos, cuando lo consiguió continuó. -Todos aquí te aprecian y te consideran un líder, ¿lo sabes no? -Yahiko asintió. -No te pido que seas amigo de Sai Shimura, solo te pido que apruebes su compañía y su ayuda, algo bueno tiene que salir de esto. -suspiró mientras tocaba suavemente su vientre. -Además, ya no quiero que salgas a buscar a esa bestia, no quiero perderte, no quiero que nos dejes solos. -  confesó.

Yahiko sintió su corazón estrujarse, no tenía el valor de defraudar a su esposa, no quería expresarle sus planes ni sus pensamientos porque solo la lastimarían, así que solo la abrazó con una sonrisa en los labios. -Prometo intentarlo. -le dijo.

Su momento fue interrumpido por dos toques en la puerta de madera, ambos miraron al intruso; el sacerdote Sai estaba de pie en el umbral de su hogar,en sus manos llevaba una vasija con humeante sopa y en sus labios una sonrisa inquietante. 

-Buenos días, ¿se puede? -cuestionó mirando directo a los ojos del hombre pelinaranjo.

Konan se separó de su esposo con prisa mostrándose hospitalaria con el sacerdote, invitándolo a sentarse en el sencillo comedor de madera. -Me encantan las personas de esta aldea, son todos tan amables. -confesó el hombre pálido mirando con un extraño brillo en los ojos a la embarazada.

"C A P E R U C I T A    R O J  A"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora