Aquel pequeño mexicano iba caminando por las calles de la gran ciudad, acercándose poco a poco a lugares más oscuros y escasos de luz ya que, eran barrios bajos.
Abrazó su pequeño kit de lustrabotas, temía que algunos vagabundos o ladrones se lo quitasen en lo que caminaba en busca de algún lugar para dormir pero...al pasar un callejón logró oír un sollozo débil.
Al principio pensó en solo seguir caminando, no quería meterse en problemas por andar donde no debía pero ese sollozo parecia de alguien pequeño, otro niño, tan débil y delicado que terminó compitiendo con su propia moral sobre que debería hacer.
Miró a los lados, fijándose en que nadie estuviera cerca y, se adentró a aquel callejón, dando pasos cortos, prestando atención a su alrededor, temía que fuera una trampa, que aquel sollozo haya sido solo una grabación y que lo quisieran raptar así que, a cierto punto se detuvo y dio un paso hacia atrás.
—Q...¿Quién está ahí? Sal ahora mismo.
Intentó decir en un tono molesto o dominante para que, quién sea que estuviera ahí, supiera cuan malo o fuerte podia ser.
Escuchó como aquel sollozo iba cesando al punto de solo oírse pequeños quejidos.
Claro que, al escuchar unos pasos empezó a retroceder poco a poco hasta que...de un momento a otro, logró ver a un niño tropezarse y caer frente suyo, ambos se quedaron callados unos segundos, aquel niño se levantó como pudo logrando enderezarse y mirar al otro.
Por unos segundos, cruzaron miradas, el mexicano con sus ojos café no dejaba de ver aquellos grandes y brillantes ojitos dorados de ese chico completamente sucio.
Parecía tener la piel celeste, era más bajo que el pero aún así tenía una pequeña pancita que sobresalía de la gran remera que tenía puesta, la cuál, llegaba un poco más allá de sus pies.
México se quedó pensativo unos segundos, volvió a mirar a los lados para después, mirar al celeste.
—¿Por qué estás aquí? ¿Donde están tus padres?.
Siguió con aquel tono molesto, aunque en realidad tenía curiosidad por el niño, además de cierto miedo por lo tarde que era, lo miró, esperando alguna respuesta pero...no hubo alguna.
—..Ar...Argentina...
Frunció un poco el ceño al oír su débil voz mientras se secaba sus propias lágrimas.
Lo miró de pies a cabeza, estaba sucio, realmente sucio, lo cuál lo llevó a pensar que lo habían abandonado.
Aquel mexicano por más que le diera pena la situación del niño no podía hacer mucho, apenas ese día había juntado unos escasos centavos, hacia unos días que no comía y tampoco tenía un techo en el que dormir, ¿Como se haría cargo de un niño menor que el?...
—Debes esconderte, ahí, donde estabas y no llorar que sino hombres malos vendrán a llevarte.
Dijo antes de darse la vuelta para empezar a caminar, debería apurarse antes de que algún vagabundo se adueñara de la cama improvisada de cartones que había hecho el día anterior pero...cuando creyó que se había deshacido del menor, escuchó algo caerse detrás suyo, por lo que, al girarse y ver que se trataba de ese celeste, levantándose nuevamente para seguirlo suspiró pesadamente llevando una de sus manos hacia su rostro.
ESTÁS LEYENDO
En la riqueza y pobreza
CasualeEn una sociedad en la que los rangos y razas están bastantes definidas, un par de niños enfrentarán y sobrevivirán en la cruel vida de la calle. México, el mayor y un alfa, hará lo imposible por proteger a su amado, y, Argentina, el menor y omega, h...