Aquella era la noche de navidad y ninguno de los hermanos Fitzwarin lo estaba celebrando como hubiese deseado. Emma se encontraba sola en su habitación, su padre había decidido pasar aquella nochebuena en el club y ella no quería cenar en el gran salón sin compañía. Mientras tanto, el joven heredero se encontraba haciendo guardia junto a su estimado amigo, el señor Swan.
A pesar de la insistencia de los altos mandos en querer asegurar que la situación estaba controlada y de que aquella noche de Navidad todo parecía estar tranquilo, la tensión y las ganas de lucha entre los ejércitos era palpable. Por ello, nada extrañó a los dos jóvenes cuando el 29 de diciembre comenzó la batalla.
Daniel y Thomas se encontraban tras una pequeña barricada, ya no tenían más balas para sus rifles y debían esperar a que a sus atacantes se les terminaran.
-¿Cómo va tu brazo? -Preguntó Thomas observando la sangre que manaba del antebrazo derecho de Daniel.
-Sobreviviré. -Respondió el castaño sin prestarle mucha atención a su herida.
-Quizás hasta logres que te envíen a casa. -Dijo divertido el joven Fitzwarin.
-¿Y dejarte aquí sólo? No sobrevivirías. -Ambos rieron, pero no por el chiste malo que Daniel Swan había hecho, sino porque aquella situación era tan desagradable y desoladora que la risa nerviosa parecía ser la forma más fácil de sobrellevarla.
Un fuerte cañonazo los hizo encogerse instintivamente para lograr protegerse. Unos instantes después los disparos dejaron de escucharse, indicándoles que el enemigo se había quedado también sin munición. Ambos hombres salieron de su protección con la espada en alto listos para presentar batalla. En poco rato, debido a las circunstancias del combate los amigos se distanciaron.
Daniel apenas lograba defenderse de su atacante, su brazo dominante era el que se encontraba herido, por ello, en uno de los asaltos su espada salió disparada y el cayó de rodillas. Estaba agotado, llevaba dos días sin dormir y el dolor que emanaba de su herida no le permitía enfocar bien la vista. En menos de un segundo el joven Swan comprendió que su vida había llegado a su fin. Vio la espada de su oponente alzándose y cerró los ojos aceptando su destino. Sin embargo, el dolor jamás llegó.
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Cuando abrió los ojos se encontró con su atacante en el suelo y con la espalda de Thomas frente a sus ojos.
-Fitz...- Dijo sin poderse creer que siguiera vivo. -Eres mi héroe... -Dijo alzándose del suelo con dificultad, pero su buen humor desapareció de colpe junto al sonido de dos disparos. El señor Swan alzó la vista y no tuvo más que contemplar a su amigo para comprender qué había sucedido. Thomas parecía luchar por mantenerse en pie. - ¿Fitz? ¡Fitz!
El estómago del joven Fitzwarin había sido atravesado por las balas y las fuerzas parecían haber abandonado su cuerpo. Daniel lo sostuvo como buenamente pudo para evitar que se desplomara.
-Tengo que llevarte a la enfermería... -Thomas sonrió ante las palabras de su amigo, mientras este intentaba presionar la herida para que dejara de sangrar.
-Daniel... - dijo con gran dificultad. – Es impo-imposible que con un solo brazo logre-logremos llegar. – La cara de Thomas reflejaba tanto dolor que Daniel optó por ayudarle a sentarse detrás de un pequeño muro.
-¡Eres UN ESTÚPIDO! -exclamó el joven Swam comprendiendo que Thomas había dado su vida por él. – No lo entiendes... tienes una familia, una hermana y un título... yo podría haber muerto y nada habría sucedido. -Un par de lágrimas rebeldes resbalaron por las mejillas de Daniel. -Vas a salir de esta
-No mientas ... - Thomas tomó la mano del castaño y la apretó. -Eres mi hermano, y tu vida vale tanto como la mía. -Después de decir aquello el joven Fitzwaron perdió la conciencia unos minutos.
-Joder... joder....- Daniel, al igual que Thomas, había sido entrenado para ayudar a un soldado herido, así como para saber cuándo la ayuda no evitaría la muerte. No obstante, nadie lo había preparado para dejar que su mejor amigo partiera de este mundo sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.
El moreno examinó a al joven Fitzwarin lleno de impotencia. A la herida del estómago se le sumaba un profundo corte en la pierna... aunque Daniel intentaba cortar la hemorragia de su amigo, este cada vez lucía más blanco.
-Prometeme...- Dijo Thomas volviendo en sí. - Prométeme que cuidarás de Em.
-Claro que cuidaré de tu hermana....-Después de unos segundos de silencio, tiempo en el que Daniel comprendió que distraer a su amigo del dolor que estaba padeciendo era lo único que podía hacer, añadió. -¿Sabes cómo me dirigía a ella cuando le enviaba cartas? Hermana de mi hermano. -Thomas cerró los ojos.
-Pero... tú no eres su hermano... - Daniel aprovecho que el pelirrojo tenía los ojos cerrados y estudió su entorno, la batalla se libraba unos metros más adelante, pero no había forma de lograr llevar a su amigo al campamento. -¿Impedirás... impedirás la boda por mí?
-Haré lo que sea necesario... te lo prometo. Ahora guarda tus fueras Fitz, necesito que luches, Emma necesita que vuelvas a casa.
La noche se les echó encima y la oscuridad lo cubrió todo. Los hombres se retiraban al campamento y Daniel suplicaba que alguien le ayudara a transportar a un moribundo Thomas. Ningún soldado parecía dispuesto a gastar sus pocas energías en un hombre que estaba a las puertas de la muerte.
-¡Coronel Corbet! -Exclamó Daniel reconociendo a su superior.
-Señor Swan su herida no tiene buena pinta. – Dijo el coronel al acercarse a él.
-Coronel, no es mi estado el que me preocupa. Necesito ayuda para trasladar al Suboficial Fitzwarin. Necesita atención médica urgente.
-Soldado, lo que necesita el Suboficial es que lo dejes partir en paz...- El Coronel conocía la relación que había entre aquellos dos hombres, pero también sabía reconocer a un soldado caído, y el Señor Fitzwarin no superaría las próximas horas.
-Por favor... - Suplicó el joven Swan sin poder evitar que las lágrimas se acumularan en sus ojos.
El Coronel se dio la vuelta, Daniel sintió como en su interior morían sus últimas esperanzas, pero en poco tiempo los gritos del Coronel trajeron a un par de soldados que ayudaron a trasladar el cuerpo de Thomas. Cuando llegaron al campamento ya nada se podía hacer por él. Daniel desesperado intentó que volviera a respirar, pero pronto el agotamiento, el sufrimiento y el dolor de sus propias heridas lo hicieron desmallarse.
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LAS RESPONSABILIDADES DE UNA DAMA
Historical FictionCorría el año 1839, cuando una fría tarde de invierno la señorita Emma Fitzwarin llegó a este mundo. Cualquier cronista de su época consideraría que su historia no merece ser contada, al fin y al cabo, ¿por qué la historia de una mujer iba a merecer...