Todas las personas que habían sido invitadas a la fiesta organizada por los vizcondes de Legrintown acudieron aquella noche. Nadie deseaba perderse aquel acontecimiento, también el barón Clinton acudió a la velada. Los cotilleos y las especulaciones sobre los motivos que, se rumoreaban, habían logrado que el extraño matrimonio Lluch abriera sus puertas a la alta sociedad, después de tantos años sin organizar una fiesta, eran muy variados, pero ninguno se acercaba ni de lejos a lo que realmente se anunciaría aquella noche.
El joven matrimonio Swan había decidido integrarse en la fiesta como parte de los invitados, con la idea de poder disfrutar algo de la velada antes de que el señor Lluch anunciara públicamente quién era Daniel y sus vidas cambiaran para siempre.
-Todavía podemos decirles que no lo hagan público... -Dijo Daniel mientras bailaba junto a su esposa.
-Cariño... No estás obligado a hacerlo, la decisión es tuya. -En los últimos días el moreno había cambiado de opinión en tantas ocasiones que Emma se había quedado sin respuestas que darle.
-No, en eso te equivocas. -Emma enfocó su mirada en la de su esposo. – La decisión es de los dos, ahora somos un equipo.
-Creo señor Swan que es usted el que se equivoca... si no recuerdo mal, ahora somos solo uno.
-Emma...
-Daniel, si realmente estás convencido de que lo correcto es no hacer público tu parentesco con el señor Lluch te apoyaré, pero no creo que realmente pienses eso. Tener miedo es normal y más cuando las personas que te han rechazado a lo largo de tu vida ahora fingirán que son tus amigos y aquellas que te han ignorado querrán acercarse a ti. Por suerte para mí, yo me casé contigo antes de que el resto supiera de tu verdadero apellido. Además, gracias a mí te evitarás el tener que espantar a todas esas damitas remilgadas que saltarían sobre ti como leonas hambrientas. -Aquello hizo reír a Daniel. – No es ninguna broma esposo.
-Así que leonas eee.... -La sonrisa no se borró del rosto de Daniel.
-Bueno quizá buitres sería la palabra más correcta, pero no deseo compararte con carroña. -Esta vez el moreno no pudo contener una sonora carcajada que los convirtió en protagonistas de muchas miradas indiscretas.
El joven matrimonio abandonó la pista de baile y se dirigió a uno de los balcones. Daniel continuaba sin poder dejar de reírse, y Emma consideraba que aunque el chiste no había sido tan gracioso por lo menos había logrado que el señor Swan olvidara el motivo por el que se encontraban allí.
-Cariño, creo que no hace falta que sigas riéndote de mis palabras... Sé que no soy tan graciosa. -Dijo Emma.
-Lo siento pelirroja... es que ...- la risa cortó su discurso. -Ya paro. -Prometió intentando contralar de nuevo su respiración. -Imaginar a todas las jovencitas revoloteando a mi alrededor me ha resultado una escena de los más interesante...
-Pues ya puedes borrarla de tu mente, porque ninguna mujer va a revolotear a tu alrededor.
-¿Ninguna? -Pregunto Daniel con picardía.
-¿Pero qué se ha creído usted?- Dijo Emma fingiendo indignación.
-Esperaba que por lo menos una preciosa tigresa pelirroja se lanzara a por mí. -El joven señor Swan pronunció aquellas palabras muy cerca de Emma, lo que generó que todo su bello se erizara. Aquel juego se había vuelto en su contra, ya que en muchas ocasiones cuando se daba cuenta de que su esposo estaba insinuándosele se bloqueaba y no sabía muy bien que decir. – ¿Te ha comido la lengua el gato? – Dicho esto no pudo contenerse más y se abalanzo sobre la boca de Emma.
-¡Lo qué me faltaba por presenciar! -Aquella estruendosa voz hizo que el joven matrimonio volviera a la realidad.
-Padre... -Emma fue la primera en reaccionar. - ¿Cómo se encuentra?
-Te advertí que no quería volver a verte. -Dijo con seriedad. -Si habéis acudido a este evento con la intención de pedirme algo sabed que no pienso...
-Señor Fitzwarin. -Cortó Daniel a su suegro antes de que este pudiera insultar a su esposa. -Emma y yo no necesitamos nada de usted. Si hemos acudido a este baile es porque los anfitriones nos han invitado.
-Seguro no saben a qué tipo de personas han acogido en su casa. Si supieran que sois un asesino y una fulana no tolerarían vuestra presencia.
-¡No tolero que insultes a mi esposa de ese modo! -Exclamó el señor Swan al tiempo que se encaraba con el padre de Emma.
-¿Y qué harás ee me matarás a mí también? – Aquellas palabras supusieron un gran dolor para Emma, porque, aunque conocía el odio de su padre por ellos, esperaba que con el tiempo que había pasado algo hubiera menguado.
-Padre, ya está bien. Comprendo que la muerte de Thomas fue un golpe doloroso para usted, también lo fue para mí. Puede que usted perdiera a su único hijo, pero yo perdí a la única persona que me amaba en este mundo y Daniel perdió a un hermano. Todos hemos sufrido, pero jamás pensé que pudiera ser un ...- Emma cortó su discurso al ver aparecer en el balcón al señor Lluch y agradeció su presencia, al haber impedido que insultara a su padre.
-Os estaba buscando, es el momento de dar el anuncio. -Habló con ellos sin reparar en la presencia del señor Fitzwarin.
-Ya vamos. -Respondió Daniel. -Creo que ya está todo dicho. -Dijo pasando el brazo por la cintura de su esposa. -No obstante, si en algún momento cambia de opinión sobre nosotros quiero que sepa que, siempre que Emma esté de acuerdo, será bienvenido en nuestro hogar.
Aquel inesperado encuentro hizo que ningún miembro del matrimonio Swan pudiera estar al cien por cien en el momento en el que se hizo el anuncio del parentesco de Daniel con el señor Lluch. Pero, aunque ellos tenían la cabeza puesta en otra parte, el resto de la sociedad enfocaba sus cinco sentidos a las palabras del vizconde y al significado que de ellas se derivaba. En aquellos momentos, el matrimonio Swan, al cual a penas habían prestado a tención cuando su escandalosa boda se hizo pública, pasaba ahora a estar en boca de todos.
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LAS RESPONSABILIDADES DE UNA DAMA
Исторические романыCorría el año 1839, cuando una fría tarde de invierno la señorita Emma Fitzwarin llegó a este mundo. Cualquier cronista de su época consideraría que su historia no merece ser contada, al fin y al cabo, ¿por qué la historia de una mujer iba a merecer...