13. La undécima carta.

510 41 3
                                    

Miles de besos estaban siendo esparcidos por mi rostro creándome cosquillas.

- Alex para… - dije todavía medio dormida.

Poco a poco empecé a abrir los ojos deseando encontrarme con Alex, pero en vez de eso, lo único que mis ojos consiguieron percibir fue una gran lengua que no paraba de llenarme la cara de babas. Abrí los ojos de par en par, ¡¿qué hacía un perro en mi habitación?!

Empecé a mirar a todos lados buscando una posible explicación, hasta que di con ella: esa no era mi habitación. Esa no era mi casa.

Un grave gruñido me llamó la atención. Sigilosamente fui girando hasta encontrar al dueño de aquel sonido. Y no, no fue el perro.

¡Había un chico durmiendo en mi cama!

Bueno técnicamente no era mi cama, o sea, que yo había dormido en la cama de ese chico. ¡Pero él estaba sin camiseta! Ese dato fue el causante de que mirara debajo de las sábanas para ver si yo llevaba puesta algo de ropa. Oh no. Solo estaba vestida con una camiseta que no era mía y que parecía ser de chico. Pero eso significa que nosotros… no podía ser.

Intenté recordar todo lo ocurrido la noche anterior, fracasando en el intento.

Me acerqué lentamente a aquel chico intentando recordar su rostro. Era guapo, muy guapo. Con el pelo rubio y unas bonitas y largas pestañas. Su cuerpo estaba bien esculpido y tenía un six pack que pedía a gritos ser acaricia… ¡Annabeth concéntrate!

Entonces recordé algo, me emborraché. Muy bien Anna, ¿Cómo has llegado a esa conclusión? ¿Es por la resaca o por la pérdida de memoria?

Mandé callar a mi yo interior y seguí intentando recordar. ¡Ya está! Ese chico me quitó la bebida y luego yo se la lancé a la cabeza (sin querer). Luego fui a buscar a Emma pero acabé contándole mis problemas amorosos a ese chico y bebiendo más y luego… mierda, no recordaba más. Sentía como si mi cabeza fuera a explotar en cualquier momento.

Otro gruñido por parte de ese chico me hizo reaccionar. Había abierto los ojos y me miraba con una sonrisa de oreja a oreja.

- Buenos días Annabeth.

-Buenos días...

¿Cómo se llamaba? Creo que su nombre empezaba por J…

- ... Jack.

-Me llamo Derek.

*Face palm mental*

- Oh claro… Derek, ya lo sabía.

- No te acuerdas de nada ¿no?

- Lo último que recuerdo fue que empecé a contarte mis penas. Todo lo ocurrido después está borroso.

- Empezaste a llorar como una magdalena y me ofrecí a llevarte a tu casa. Fui a buscar mi chaqueta para irnos pero cuando volví al jardín tú ya no estabas. Estuve casi una hora buscándote por toda la casa, hasta que te encontré. ¿Sabías que cuando estás tremendamente borracha te da por cantar?

- ¿Cantar? Pues no, no lo sabía. No estoy acostumbrada a beber mucho.

- Lo sé.

- ¿Lo sabes?

- ¿Quieres que siga contando lo que pasó? – asentí, más nerviosa de lo que estaba antes.

- Cuando te encontré estabas encima de una mesa saltando y cantando como una loca. Te dije que te bajaras y que te iba a llevar a casa, pero empezaste a comportarte como una niña de tres años.

De golpe, todos los recuerdos de la noche anterior vinieron a mi cabeza.

*Flashback*

Música a todo volumen y alcohol corriendo por mis venas, todo era perfecto.

Querida AnnabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora