Capítulo 7: Una Fracción

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La nota decía claramente que vendrían por mí y que estuviera lista. ¿Pero en qué momento? Necesito urgentemente un reloj.

Encontré un bonito vestido floreado aunque no es el típico vestido que estoy acostumbrada a usar esté está por encima de las rodillas. Pero todos al parecer son así, otros incluso son más cortos. Seco mi cabello con la toalla y luego las cuelgo en el baño. Me cepillo el cabello con un cepillo que encontré dentro de la cesta gris. Mi cabello está casi por debajo de mi cintura cayendo en un río rizado y castaño, debería pedir algunas tijeras, si estuviera en la casa de acogida Suzanne ya hubiera mandado a cortármelo. Días antes de irme había dicho que me lo tendría que cortar pronto pero nunca hubo más un “pronto” dentro de la casa para mí.

Estoy tumbada en la cama y los minutos pasan lentamente o al menos siento que sea así hasta que se escucha el clip de la cerradura, un chico no muy joven para tener mi edad pero ni tan viejo para ser mayor que le aproximo unos veintidós años abre la puerta torpemente. Me incorpore y me siento recta en la cama mirando al chico moreno de cabello crespo atado en una pequeña cola de caballo.

 – Señorita, el Sr Malik la está esperando –  Dice sin dejar salir su expresión de asombro y nerviosismo. ¿Será siempre así, con esa personalidad tímida?

Asentí y me pare de la cama, Agarré mis pequeños tacones rosa que son los únicos zapatos que tengo aquí, no son cómodos pero son mejor que ir en pantuflas. Me dejo salir primero que él para después cerrar la puerta. Se me han pasado miles de ideas de cómo salir huyendo de aquí, puedo golpearlo  con el jarrón de mi derecha y correr tan deprisa como mis pies cedan. En el camino que me guía voy negando con la cabeza hasta ganar su mirada extrañada. En todo el recorrido puedo apreciar que salimos de un pasillo estrecho decorado con seis hermosos jarrones de diferentes colores, marrón, color crema, negro, rojo y todos llevan el mismo dibujo de las venus que empiezan en orden de tamaño desde la puerta en donde estaba hasta el final del pasillo, las paredes son de color salmón, un color muy bonito…

Salimos del pasillo hasta bajar por unas escaleras anchas de tapete color rojo, en la parte del techo hay un hermoso candelabro ¿Por qué las mansiones tienden a tener un candelabro? Un recuerdo desagradable del día de mi venta viene a mi mente y la aparto para no caer de nuevo en rabia y querer golpear al joven que está caminando delante de mí.

Salimos de la casa, desde a fuera se ve lo hermosa que es, una casa moderna y de un estilo victoriana de dos pisos y hermosas ventanas, la casa tiene un hermoso jardín lleno de margaritas y rosas blancas. Cuando llegamos al Audi negro estacionado el chico me abre la puerta del copiloto. Trago saliva y doy un largo suspiro controlando mis nervios, cuando entro al auto no me sorprendo al ver al Sr Malik y tampoco me sorprendo cuando al cerrar mi puerta el chico se devuelve a la casa.

 – Te vez bien Sídney –   Dice el Sr Malik, mirando la larga carretera. Yo observo desde mi ventana que está parte de la ciudad no la conozco, está llena de hermosas casas de estilo clásicos y otras modernas. No es que conozca todas las calles de Nueva York pero esté es la parte donde los negociantes y personas de alta categoría vienen a vivir. Miro al reloj en la parte del reproductor de música y marcan las 15hrs. Pensé que era más tarde.

 –  ¿A dónde me llevas? –  Pregunto con una mi voz hecha un hilo.

 –  A una tienda, iremos comprarte algunos zapatos y un bonito vestido para esta noche –  ¿Más vestidos? me observa mientras el semáforo está en rojo, siento que mis mejillas arden como un tomate y desvió la mirada devuelta a los edificios de mi derecha. Él tiene una mirada misteriosa y un poco intimidante.

Toma mi mano y la aparto de un tirón. ¿Qué se cree? No quiero que me toque, ni que me miré.

 – Vamos Sid, no tienes que ser tan callada –  Me dice con un tono de confianza y vuelve a acelerar el coche –  ¿Cómo está tu tobillo? –  añade.

 –  Está bien Sr Malik –  mi voz es monótona. Y dejo caer mi vista a mi tobillo vendado ¿Este tipo no entiende que no quiero hablar? Espero que lo entienda rápido porque no estoy para hacer señas para que lo entienda.

 –  Deja las formalidades, puedes llamarme Zayn… Sid.

¿Sid? ¡ME LLAMO SIDNEY imbécil! Quiero gritarle, pero mi voz solo suena fuerte dentro de mi mente.

 –  Está bien… Zayn.

 – ¿Tienes hambre?... Apuesto a que sí, conozco un lugar en que preparan un delicioso Fetuccini con crema de pollo ¡Te encantara! –  Anuncia.

Minutos después del recorrido entramos en el restaurante “Bella luna” él lee un rato el menú, y yo no me tomé la molestia de mirarlo, mis ojos recorrían el lugar donde me encontraba, un bonito restaurante italiano sin duda, paredes de un rojo vivo con algunos cuadros de platos y un señor regordete en el cuadro más grande que está al lado de la puerta de lo que debe ser la cocina.

 – No tengo hambre –  musito desde mi silla.

– Pero te encantará el Fetuccini, ya que no miraste el menú, pedí champagne y pastel de crema y chocolate, no hay lugar donde la hagan mejor que aquí –  Sonríe mientras lo dice con un tono halagador.

En este momento tiene esa misma sonrisa con la que puede parar guerras y hacer que las constelaciones caigan.

 –  ¿Y cuéntame Sid, que te gusta hacer? No sé mucho de ti- dice mientras acomoda su servilleta.

 – Debiste de haber sabido de mí, antes de comprarme –  Sonrío agriamente.

 –  No tenemos por qué mirar al pasado, si lo que importa es el presente –  me guiña.

 –  No hay presente sin un pasado –  mi voz es firme, estoy comenzando a molestarme.

 –  Entonces deberías comenzar a pensar que tu vida comienza desde hoy sin un pasado.

 –  Pero… –  mis palabras quedan suspendidas en el aire cuando llega el mesero con dos platos de Fetuccini con crema de pollo y champiñones que sirve cuidadosamente con otro plato más pequeño al lado del anterior con pastel de crema y adornos de chocolate, luego coloca dos copas y sirve el champagne con sumo cuidado y deja la botella en el medio de la mesa y se retira.

Apenas me esfuerzo por probar bocado no me apetece comer, mucho menos delante de él y su mirada acusadora.

 –  Estoy llena –  Aparto el plato y doy un pequeño sorbo de mi bebida.

 –  Eso no es comer –  comenta.

 –  No ha sido mi plato favorito –  me encojo de hombros y bebo lo que queda de mi champagne que se desliza suavemente por mi garganta.

Niega con la cabeza mientras se termina su plato.

 – Al menos come el postre –  me señala el pequeño plato

Y lo que resta de la tarde se la pasa en silencio, pasamos por una lujosa tienda, en la cual no hice más que mirar, no me acostumbro a esté cambio, no tengo porque fiarme, es un desconocido. Eligió un bonito vestido negro y lentejuelas que no me quise probar y que según él se me verá bien, después pasamos a una zapatería donde elegí unas zapatillas negras que no tardé en ponerme al salir de la tienda y unos tacones súper altos que según él me irán bien con el vestido ¿Acaso es estilista? Quien sabe con las sorpresas que da el mundo eso no me sorprendería.

Cuando llegamos a la casa me condujo de nuevo hasta las escaleras, y de nuevo por el pasillo de mi habitación. Dejo la bolsa en mis manos y antes de entrar me devolví para preguntarle mi gran duda de ese momento:

 – ¿Para qué es esto? –  Pregunté levantando las bolsas de compras.

 – Para esta noche –  respondió mientras sacaba la llave dorada de su bolsillo.

 –  Y algo más –  saco un labial rojo y un pequeño compacto –  es algo que usan las chicas para fiestas y toda esa mierda, espero te sirva –  me los entrego y en una fracción de segundo mi mirada estuvo perdida en la suya mientras sostenía mi mano. 

Última mirada a las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora