Capítulo 4-Desconocidos

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Las puertas del centro penitenciario Domínguez State, se abrieron de par en par para mi despedida. Aún tenía puestas las esposas, pero me habían dejado cambiarme de ropa, siendo un poco más ortodoxo el traje que tenía puesto que mi uniforme de recluso. Nubes enormes decoraban aquel día semi soleado de la ciudad.

Mis dos nuevos acompañantes me condujeron a un automóvil negro con vidrios polarizados. Según sus propias palabras, NADIE-y era muy en serio-podía saber de mi actual paradero. Para muchos yo seguía pudriéndome dentro de una celda hasta el próximo año. Así que una vez dentro del coche de encubierto, ambos empezaron un viaje lejos de los límites centrales de San Antonio, en camino hacia la capital de Texas. Mínimo una hora y media de viaje, dependiendo de lo rápido que los del FBI quisieran ir.

Después de su gran despliegue al visitarme, no me dirigieron la palabra, solo hablaban entre ellos mismos como si no estuviera sentado en el asiento trasero del carro; me desentendí por completo y me enfoqué en la autopista vacía. Eran tantos los días que había estado alejado del verdadero aire libre que en vez de sentirme bien conmigo mismo me sentí de nuevo en aquella oficina oscura en la que me resguardé hasta el día de mi captura. Me tomé un minuto para echarle un ojo a mi ropa; un pantalón negro todo arrugado, sostenido a duras penas por una correa de cuero marrón y una camisa de botones desperfectos que se reían de todo el peso que había perdido en los últimos dos años.

Era el chiste de un hombre perdido; toda una juventud desperdiciada en un pobre tipo como yo.

Sacudí mi cabeza, siendo consciente de que ahora había aprendido a insultarme en mi interior. Estas eran las consecuencias de volver a conectar el chip de la realidad. No supe en qué hora llegamos pues me había quedado dormido por completo, pero al abrir mis ojos me hallé frente a un edificio de tres pisos en medio de la ciudad.

-¿Qué esperas para salir del auto, niño estúpido? –Me preguntó de mala manera Edgar, quien estaba del lado derecho del carro. Ignoré sus palabras y como pude salí del asiento de atrás. Joel se acercó para quitarme las esposas.

-No se te ocurra salir corriendo, tenemos suficiente gente para que te devuelvan otra vez de donde te sacamos, ¿entendido? –dictaminó Hobs, acusándome con el dedo.

-Entendido.

-Ahora ingresemos. Tenemos solo dos días para trabajar antes de la primera estrategia.

Asentí, caminando delante de los dos como un perro faldero. No consideré muchos los detalles de la entrada del edificio pues quería saber con exactitud qué harían conmigo. Si, había aceptado venir con ellos y sí, me habían sacado de la cárcel pero no, no sabía nada; absolutamente nada. Todos se me quedaban viendo como quien mira a un experimento sin finalizar, con dudas. Caminamos hasta un elevador que nos dejó en el último piso del edificio, la azotea.

El lugar estaba repleto de agentes con un solo objetivo en el tope de todo aquel papeleo que revisaban. Me quedé paralizado al ver todo lo que había; en un primer plano solo parecía una simple oficina pero si te detenías a mirar con minucia, veías TODO, todo sobre mi vida y la de mi familia. Me dolió la cabeza un poco al recibir tantas imágenes mezcladas; esta gente de verdad me había investigado y no solo a mi sino también a mi hermano y mi madre.

Edgar y Hobs no me dijeron nada en principio, solo dejaron que avanzara poco a poco, deteniéndome en los lugares donde había fotos de las cuales ni siquiera yo me acordaba y también fotos en las que mi hermano y mi mamá salían enfocados en diferentes actividades. No quise tocar ningún papel pues todo me parecía parte de un crucigrama letal.

Ellos tenían verdadero poder sobre la situación pero aun así no sabían en que puto lugar se escondía la sanguijuela de mi padre.

-¿Adivinaste para que te queremos exactamente, Charlie? –Preguntó el menos grosero de ellos, colocándose a un costado de mí.

-Si.

-¿Alguna pregunta?

-A decir verdad, solo estoy un poco sorprendido de que todavía no lo tengan en sus manos.

-Sí, todos dicen lo mismo.

-¿Puedo saber cuál es la diferencia teniéndome aquí?

-Edgar y yo no lo entendimos en un principio pero dos días después de tu captura, tu padre desapareció sin dejar rastro. –expuso, intentando darme un ángulo mejor de la situación. –Vació todas sus cuentas y eliminó cualquier propiedad que nos sirviera como pista para hallarlo. Registramos cualquier cosa que nos indicara como jugaba en su pequeño mundo de estafa y descubrimos que todo era una especie de…

-El gato y el ratón –finalicé por él, sabiendo a que se refería esta vez.

-¿Algo sabes? –Preguntó Edgar, ahora concentrado en su misión como agente.

Desinflé mis pulmones, derrotado por volver a esta vida llena de encrucijadas. De eso se trataba todo con Patrick.

-El juego del gato y el ratón es un juego que mi hermano y yo aprendimos con Patrick cuando teníamos doce y quince años. Nunca nos explicaba bien de que iba, pero lo entendimos el día en que cumplimos la mayoría de edad. Nos estaba amaestrando para formar parte de su negocio; nadie sabía que él era uno de los estafadores más buscado de todo San Antonio, ni siquiera nosotros hasta que… -dudé si era necesario soltar toda la información.

-Más te vale desembuchar todo de una maldita vez –me amenazó el policía gruñón.

-Hasta que se metió con mi ex novia…

-Te refieres a Alice Stirling –afirmaron, sabiendo más de mi “extraordinaria vida”.

-Sí, ella tenía una aventura con Patrick y pensé que solo era algo estúpido pero no.

-Ya sabemos que le robó más de cinco millones y medio a la señorita Stirling, para realizar un lavado de dinero en Rio Grande, desde ahí empezó a jugar, ¿cierto?

-En gran parte. Por ese dinero se me acusó injustamente. Mi nombre figuraba en muchos de los cheques que Alice le daba a Patrick. Fue sacando de a poco toda la herencia de ella, hasta que me vi implicado en una investigación policial por supuesta malversación de fondos, cuando en aquel tiempo no tenía contacto con ninguno de los dos.

-Esto definitivamente le encantará a nuestro superior –aceptó Hobs, motivado por mi versión de la historia.

Nunca en aquellos dos años le había contado a nadie mi parte del cuento, nadie sabía porque había huido, a excepción de mi madre y Erick, mi hermano. Las investigaciones apuntaba a que yo era el estratega del “Gato y el ratón”, no obstante, solo era el conejillo de indias de mi progenitor.

Aprovechó nuestra enemistad para hacer cualquier cosa.

-Por eso te entregaste –dijo el agente Torres. Giré mi cabeza en dirección a Edgar y me di cuenta de que solo estábamos él y yo frente a las diferentes imágenes. En sus ojos descubrí que de verdad me creía y por eso asentí a su cuestionamiento. –Pero tenías pruebas.

-Solo eran piezas de un rompecabezas sin armar. Es más astuto aunque me cueste aceptarlo. Si quieren que aparezca de nuevo, tienen que infiltrarme en un lugar donde su modo de estafa sea necesario, en donde sepa que estaré yo.

-¡Diablos! ¡Esto es peor que un culebrón mexicano las dos de la tarde! –exclamó con diversión, siendo la primera vez que demostraba algo más que amargura.

Por un momento intenté reírme, pero no me salía. Estaba petrificado ante mi propia revelación. Tantos meses ocultándome y estos dos agentes habían obtenido todo un mar de respuestas y aparte, un propuesta triunfante.

Ser un infiltrado del FBI.

Definitivamente todo un culebrón.

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Siete de la tarde y todavía seguía asombrado de todo lo que mis ojos alcanzaban a ver. Muchos no me daban información especial de lo que investigaban pero aparentemente hace dos meses atrás, algo grave había sucedido.

Estaba sentado frente a una computadora llena de la información que ellos necesitaban que me aprendiera. No me preguntaron más sobre Patrick y sus trucos, solo me pidieron que me estudiara todo lo que había en esos archivos y lo hice. En el primer de esos archivos me mostraban una clase de documentos en el que mi aspecto se veía muy cambiado; mi nombre de infiltrado seguía siendo el mismo pero mi apellido si era otro, solo así nadie sospecharía de mi identidad.

Charles W. Cooper, un contador recién graduado, terminaría sus prácticas de la universidad en una de las empresas con más apogeo en el centro de Austin. Ese sería mi papel.

En otro archivo, había una serie de imágenes referente a las personas a las que tenía que acercarme para formar parte de todo este embrollo. Me detuve a familiarizarme con cada una de ellas pero ninguna me causaba confianza. Pasé ambas manos por mi rostro, un poco agotado mentalmente por todo lo que en ese día había acontecido; si no sabía quién cornos era yo, ¿Cómo podía saber quién podía ser este nuevo Charlie infiltrado?
Estiré mi cuerpo, un poco adolorido por estar toda la tarde sentado y traté de grabarme el rostro de alguien para poder avanzar en este juego. Tecleé varias veces, pasando imagen tras imagen y de repente, encontré a alguien interesante dentro de todo ese gentío. Su cabello era completamente negro pero tenía esta especie de corte alocado que le daba un aire bohemio a su rostro blanquecino; labios delineados perfectamente que se curvaban en una sonrisa genuina, con un peculiar lunar justo por debajo de su labio inferior, una nariz pequeña y lo que más había llamado mi atención: esta clase de variante en sus pupilas grises.

Sus ojos eran el centro de atención de la imagen; algo en su forma de mirar sin en realidad hacerlo me tenían embobado.

-Elizabeth Vaughan –murmuré, saboreando su nombre entre mis labios.

Por un momento me olvidé de todos mis problemas y solo me concentré en el iris de sus ojos; una paz particularmente extraña invadió mi cuerpo, como si nada malo me fuese a pasar estando cerca de esa mujer completamente desconocida para mí. Revisé todo sobre ella y me desilusioné al darme cuenta de que Elizabeth era uno de mis más cercanos objetivos.

¿Cómo esa mujer tan hermosa podía verse implicada en todo este mundo en el que yo tenía viviendo toda mi juventud?

Cerré el documento con su imagen aún presente y me levanté del asiento un poco desconcertado. Alcé la vista del escritorio y pasé directo al colchón que me habían tirado en una esquina para dormir. Poco a poco me deshice de mi camisa blanca y corbata, quedándome solo con el pantalón de vestir.

La boca de mi estómago ardía por el tiempo sin pasar bocado; no lograba ni siquiera masticar un tercio del pollo agridulce que Hobs me había dejado más temprano ese día. Estaba acostumbrado al sentimiento de vacío pero no a este desconcierto por lo que iba a hacer; intenté dormir pero cada vez que lograba pegar un ojo, sus ojos grises aparecían en mis sueños, como un fantasma. Para cuando caí en brazos de Morfeo, ya eran las cuatro de la mañana y Edgar abría la puerta de mi habitación sin molestarse en tocar al menos.

-Vamos linda muñequita, es hora de trabajar. Hobs te espera.
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Las instalaciones de la azotea donde investigaban a Patrick estaban a la disposición de los agentes 24/7, ellos caminaban con seguridad por todos lados, sacando papeles de un lado a otro para luego juntarlos en una nueva carpeta dirigida a su superior. En el transcurso del día fui llevado a través de todos los departamentos necesarios para recrear mi personaje; tenían todos los trucos para realizar un nuevo ciudadano ejemplar, desde cero.

Todo empezó con mi cabello, ya no era extremadamente largo pero se mantenía en un nuevo corte de cabello demasiado relajado para mi gusto, un color castaño que opacaba mis antiguos rizos rubios. Luego continuaron por mi aspecto; había bajado de peso en un santiamén pero para este tipo de operaciones debía mantener el peso de un hombre joven y sin preocupaciones, sí que con un poco de bronceador, parecía el tipo perfecto para seducir.

Estaba muy abrumado en todos los sentidos, me sentía fuera de órbita, como en segundo plano. Mi mente en Saturno;  mi cuerpo en el edificio encubierto de los agentes del FBI. Continuaron con mi forma de hablar y con una clase de estudios básicos sobre quien era y que había sido de mi vida antes, durante y después de la universidad. Seguía conservando mi edad y mi nombre, pero en vez de haberme graduado en idiomas internacionales, como en realidad figuraba en mi título, se me consideraba un contador de los mejores. Mi papel era como asesor financiero; una profesión muy irónica siendo hijo de un estafador de primera.

Después de toda esa cantidad de datos que aportaron a mi personalidad, culminaron con un nuevo atuendo.

-Creo que con esto, ha sido suficiente por el día de hoy, equipo. –aceptó Hobs, con una sonrisa de oreja a oreja al ver el resultado frente al espejo. –Bienvenido a la operación, amigo Cooper. –agregó, dirigiéndose al tipo que se reflejaba a pocos metros de mí.

Dejé de observar al policía y me dispuse a aceptar el nuevo infiltrado. El hombre frente  a mi se veía lleno de gracia pero al mismo tiempo atemorizado. Tenía puesto esta clase de pantalones ajustados color negro que caían un poco por debajo de mis caderas, a juego con una blusa de seda azul marino que iba acompañado con un blazer desenfadado sobre mis hombros, culminando con zapatos lustrados a la perfección.

Todo un muñeco de torta, muy diferente al vaquero que vivía en san Antonio.

Me causó escalofríos el nuevo Charlie o el “amigo Cooper” como me había presentado Hobs. Tragué saliva sin creerme ni un pelo lo que estaba por hacer y me prometí mantenerme cuerdo hasta el fin de este delirio en el que estaba poco decidido a participar.

-¿Cuándo iniciará el operativo? –Pregunté, desviando la atención de todo el circo montado.

-Esta noche todo empezará. Ya tenemos el permiso de nuestro superior para pasar a la acción. Así que vamos, camina –respondió Edgar, señalándome la salida.

Todos a mi paso me veían como un extraterrestre salido de Marte, algunas miradas eran de incomprensión y otras era de admiración femenina, como si mi nuevo aspecto diera a entender algo nuevo. Era un completo desconocido, un completo y jodido desconocido.

-¿A dónde vamos? –pregunté, observando el nuevo barrio por el que la camioneta policial ingresó.

Una plaza mediana y varios árboles nos dieron la bienvenida a una parte más reservada de la ciudad. Había muchos comercios y uno que otro peatón paseando a su perro. El auto se estacionó unas calles más arriba de la plaza, dado paso a un portón gris metálico, justo en frente de mis narices.
-Este será tu lugar de descanso, no puedes estar asociado directamente con nosotros, pueden descubrirnos –expresó el agente a cargo, unos minutos después de bajar de a camioneta.

-Es un departamento –afirmé al ver los diez pisos que se alzaban por sobre mi cabeza.

-No, es un penthouse  de lujo con jacuzzi incluido, pendejo –se mofó de mí una vez más, Edgar –claro que es un departamento, niñato estúpido.

-¡Ya déjalo en paz Edgar! –refunfuñó su colega, aparentemente un poco hastiado de la conducta de su colega. –Charlie o bueno, Cooper… o bueno.

-Entiendo –pronuncié al ver lo complicado que se le hacía a estos dos, explicarme las circunstancias del asunto.

-De acuerdo, esta es tu llave, vives en el quinto piso. Todo está arreglado, así que no te preocupes por las personas dentro del edificio, la mayoría son también agentes encubiertos, tómalo como una especie de…

-Casa por cárcel –continué, al ver su indecisión en escoger las palabras correctas.

-Exacto.

-Dentro del departamento hallarás todo lo necesario, diario recibirás información confidencial sobre el avance de tu investigación personal. Cada viernes de cada semana, nos enviarás un informe manual de todo lo que hayas descubierto, en la computadora encontraras la dirección de un apartado postal en el que tendremos comunicación más discreta.

-¿Exactamente cómo saben que Patrick aparecerá tan sencillamente?

-Obviamente no lo hará –contestó Edgar, volteando los ojos por mis necias preguntas. –Solo limítate a conseguir lo que te dejamos en las instrucciones. Esta noche empieza tu papel como Charlie Cooper, más te vale hacer las cosas bien, si no vuelves de la madriguera de donde te sacamos.

Asentí, ahora un poco disgustado por sus sucias formas de dirigirse a mí. Como un acto impulsivo, ingresé al edificio, dejándolos solos con sus propias diatribas personales.

Perfectamente podía decir que todo esto no daba para más y volver a la “madriguera”, donde pertenecía pero solo era un pensamiento más. Esto debía servir si o sí.

El edificio se mantenía antiguo por dentro a pesar de tener este aspecto limpio en la fachada. Tenía solo escaleras y una puerta en planta baja que daba hacia es estacionamiento. Subí un poco ansioso por saber qué clase de “hogar dulce hogar” me habían destinado; cuatro pisos después me hallé en un pasillo con solo dos puertas, siendo la puerta del fondo la única que coincidía con mi llavero. Abrí un poco temeroso, como a la expeccolega; pero adentro solo había soledad y mucho silencio.

-Bueno, después de todo no está muy lejos de parecerse a una cárcel –comenté en voz alta, al ver lo vacío que estaba el lugar, a excepción de un mueble escueto en medio de la pequeña salita y una cocina eléctrica desenchufada a unos pocos pasos de la salita.

Todo era blanco y sin color, lo que significaba que Cooper mi personaje no tenía mucha personalidad.

-A menos que tu mismo cambies esa parte –hablé de nuevo en voz alta, mientras caminaba dentro de mis nuevas cuatro paredes. Dos puertas, una frente a la otra, me permitieron admirar lo que era el baño y mi habitación; ingresé a mis aposentos, sin importarme mucho la ducha. La única diferencia notable dentro de la habitación era la cama individual que ocupaba solo un tercio del lugar, de resto, solo adornaban un pequeño armario con ropa de Cooper, muy bien acomodada en los cuatro cajones de dicho armario.

Nada me era familiar, solo me parecía un departamento frío y vacío. Justo como el nuevo inquilino dentro de el. Me sentí muy lejos de mi verdadero hogar  aún más lejos de la persona que en antaño había sido. Ahora era esta nueva clase de proyecto sin chanche mas que la de acertar para capturar a mi progenitor.

Recuerda chico, siempre por la puerta de en frente. Escuché la voz arrugada de Thomas, en mi cabeza.

Si esa era la única forma de mantenerme en pie con esto, debía aceptar todo, tal cual y como se me había indicado. Decidí mirarme una vez más en el espejo, para intentar actuar como Charlie Cooper debería actuar.

-Más te vale hacer las cosas bien –murmuré entre dientes, hablándole al reflejo desconocido del espejo.

No era ni un ápice del chico que alguna vez había habitado mi cuerpo, solo tenía esto y ya.

Entre ser o no ser, la cuestión era, ¿quién diablos debía ser?

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Maferianos aquí el cuarto Capi, listo para disfrutar, votar y comentar 😌 ¿Quién creen que será esta nueva chica que apareció? ¿Qué de malo sucedería para que Charlie termine infiltrado? Muajajaja espero sus especulaciones. Feliz lunes ✅ nos leemos el jueves con otro capítulo.

infiltrado en el AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora