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—Te he dicho que no bajes las escaleras corriendo —reprende Seungkwan a Jun

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—Te he dicho que no bajes las escaleras corriendo —reprende Seungkwan a Jun.

El menor hace un puchero. Su padre sabía todo lo que hacía sin siquiera tener que mirarlo, como si su oído estuviera tan desarrollado que incluso podía escuchar sus pequeños saltos en las escaleras desde la cocina.

—No corría —asegura el castaño.

Seungkwan se asoma desde la puerta de la cocina y alza una ceja.

—¿Qué te he dicho acerca de mentir?

Junhui junta sus manos detrás de su espalda como si no pudiera ocultar su travesura.

—Que está mal y solo los niños malos mienten. ¡Lo siento!

Seungkwan sonríe satisfecho antes de volver a sumergirse en la cocina.

El menor deambula un rato por la casa y termina sentado frente al televisor. No alcanza ni a encenderlo cuando el timbre suena, logrando que de un brinquito en el sillón por el repentino estruendo.

—¡No abras! —le advierte Seungkwan desde el baño.

Pero es demasiado tarde, porque el pequeño ya se encuentra quitando la cerradura de la puerta.

—Hola Junnie. ¿Cómo estás? ¿Está bien que tú abras la puerta?

Jun no se lo piensa dos veces antes de abrir por completo la puerta de madera.

—¡Dino! —exclama y se lanza a los brazos del alfa.

Chan se asegura de sostenerlo fuerte con la ayuda de uno solo de sus brazos. En su mano libre lleva un par de girasoles atados con un bonito moño amarillo.

—¿Tu papá está en casa? —indaga el alfa bajando al niño.

Jun se lo piensa antes de correr dentro de la casa, dejando la puerta abierta y a su maestro fuera.

Encuentra a su papá mirándolo entre enfadado y cansado detrás de la puerta que antes ha abierto.

—Dile que no estoy —susurra Seungkwan, y se asegura de enfatizar cada palabra en su boca para que su hijo sea capaz de leer sus labios.

Jun ladea la cabeza y vuelve a encarar a su profesor.

—Dice papi que no está.

Chan sonríe ampliamente y Seungkwan solamente rueda sus ojos. Bueno, ¿qué más podía esperar del menor de sus hijos? Era demasiado inocente aún.

Hey, bonito —dice el alfa cuando Seungkwan sale detrás de la puerta. Jun no duda en tomar la mano del castaño para meterlo a la casa, y Seungkwan simplemente se resigna.

—No me llames así —advierte el omega cuando su hijo se sienta junto a Chan.

Jun mira como curiosidad la escena. Decide no decir nada y se queda admirando las bonitas flores que Chan aún sostiene.

—¿Te gustan? —El menor asiente ante la pregunta y el alfa sonríe. Toma dos de los girasoles y se los entrega al niño con cuidado. —Uno es para ti y el otro para tu hermano. Tienen que cuidarlos muy bien, ¿está bien? Tienen vida.

—¡Si! ¡Les buscaré un nombre bonito y los cuidaré bien! ¿Puedo plantarlos en el jardín de enfrente, papi? —pregunta esta vez hacia su padre. —¿Puedo, puedo, puedo?

Seungkwan asiente y va hasta la puerta para abrirla. Jun sale disparado hacia las pequeñas palas que dejan recargadas en la pared y Chan sigue de cerca al omega.

—Este es para ti —le dice Chan a Seungkwan mientras Jun excava la tierra.

Seungkwan duda un poco pero termina sosteniendo el último girasol que queda, ese que conserva el lazo amarillo.

—¿Qué estás haciendo aquí?

El alfa sonríe y muestra sus bonitos caminos. —Pasaba por aquí y pensé en venir a saludar.

—¿Justamente pasabas por aquí un sábado por la mañana?

—Curioso, ¿no?

Seungkwan cruza los brazos, asegurándose de mantener el girasol intacto, y se recarga en la puerta cerrada detrás de él. De pronto no sabe qué decir, así que se limita a pensar en todo lo que tendrá que hacer para que el lodo desaparezca de la ropa de Jun.

—Lo siento, yo... Me gustas mucho, no puedo dejar de insistir —suelta de pronto Chan, y Seungkwan siente como sus feromonas de nervios lo comienzan a embriagar —. Pero si esto te incomoda puedo alejarme.

Seungkwan siente su rostro enrojecer. Sus ojos no se han apartado de Jun, quien sigue demasiado distraído como para ponerle atención a los mayores.

—¿Qué? —dice confundido, por fin observando los brillantes ojos del alfa frente a él. —Eres un cachorro —reprende.

Chan junta sus cejas y sus labios se abultan. —¡No soy un cachorro!

—Lo eres —asegura Seungkwan.

—Si soy un cachorro, ¿en qué se convierten tus hijos?; ¿fetos? —pucherea Chan indignado.

Y, aunque trata de hacerlo, el rubio no logra controlar sus feromonas y la pequeña sonrisa ladina que se forma en sus labios.

—Embriones —corrige, siguiéndole el juego.

Chan mira el piso, ahora él también tiene ganas de sonreír.

—Por favor. Quiero salir contigo, Seungkwan; realmente lo quiero. Solamente necesito una oportunidad —pide, y aquello le parece a Seungkwan más que todo, un ruego.

El omega no tiene ni que pensar en la respuesta cuando un gritillo de alegría inunda sus oídos.

Jun carga las dos flores, importándole poco llenar los tallos de tierra, y corre hacia Chaeryeong y Soonyoung, quienes van llegando.

—¡Soonie, tengo una florecita! —asegura a su hermano con una sonrisa. —Me la dio Dino. Él también trajo una para ti —dice mientras le extiende uno de los girasoles a su hermano.

El pequeño alfa rubio ignora al menor. Fija sus ojos en Chan, quien está demasiado cerca de su padre para su gusto, y aparta la mano de su hermano con una mueca.

—No quiero nada de ese alfa —gruñe. Pasa a un lado de los adultos, abre la puerta de la casa y entra sin mirar atrás.

Seungkwan suspira, evadiendo la mirada de Chan. Traga en seco y de pronto los ánimos se le bajan. Se acerca a Jun, quien ahora tiene los ojos aguados y aprisiona ambos girasoles contra su pecho.

—Fue un día difícil —justifica  Chaeryeong insegura, acercándose a Seungkwan —. Soonyoung ya no quiere ir a la terapia.

El rubio asiente y se despide de la pelirroja con un leve movimiento de cabeza.

—Creo que deberías irte —murmura Seungkwan cuando siente el aroma del alfa a su costado.

Chan se muerde el labio. Decide que lo mejor será hacerle caso al omega por una vez.

 Decide que lo mejor será hacerle caso al omega por una vez

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cinnamon / chankwanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora