Capitulo 8

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Durante las dos semanas siguientes vivieron una especie de tiempo muerto, como si su matrimonio hubiera entrado en coma. En realidad, se estaban tomando un tiempo, una tregua para recobrarse antes de afrontar su futuro.
Hinata no volvió a dormir en la habitación de Kawaki; dormía con Naruto sin saber muy bien por qué. Tampoco le rechazaba cuando la buscaba, en los largos silencios en los que se habían convertido sus noches; y llegaron a compartir afecto, aunque aquellos encuentros no fueron lo suficientemente satisfactorios para ninguno de los dos. Hinata se dejó llevar y recorría con Naruto el largo y sensual camino del placer, pero en los instantes de mayor intensidad, palpitando de placer entre sus brazos y sintiendo como él se estremecía, cuando los gemidos inundaban la habitación y el lugar completo comenzaba a oler a sexo, no podía dejar de imaginar a Shion en su lugar, de pensar que Shion lo había llevado al mismo lugar de pasión desenfrenada o seguramente ella lo hacía mejor, y en aquellos momentos de separaba de él con angustia, el placer de iba tan rápido como había llegado.

Entonces se apartaba de su marido y se hacía un ovillo para soportar su desesperación en su soledad mientras Naruto estaba tendido a su lado cubriendo su rostro con una mano sabiendo, aunque nunca hubieran hablado de ello, que Shion se interponía una vez más en ellos. En aquellos momentos, el dolor de la infidelidad y la angustia de los celos atacaban a Hinata con toda su crueldad y no podía soportar que Naruto la tocará; él se quedaba quieto y ni siquiera lo intentaba.
Hinata pasaba los días preocupada pensando en aquellos momentos con temor, porque sabía que, si había algo que podía hacer que Naruto regresara sin dudar a los brazos de Shion eso era su estúpido comportamiento en la cama.
Que Naruto viera aquellos comportamientos como el modo en que Hinata quería vengarse de su infidelidad, sólo hacía que se sintiese peor, porque era en lo último que pensaba cuando él la buscaba.
Y se sentía más tensa y sufría cada vez más cuando Naruto la buscaba para hacer el amor, porque sabía que no podía alcanzar una satisfacción plena. Y aun así lo necesitaba a pesar de que no podía darle lo que pedía. Necesitaba sentir el pequeño placer de la primera cercanía y necesitaba saber que él la necesitaba.

La madre de Naruto empezó a pasar más tiempo con Hinata. No mencionaba la tarde que su nuera había pasado fuera de casa, pero el hecho estaba ahí, aguardando tras sus cuidadosos gestos, tras la cautela con la que abordaba ciertas conversaciones. Kushina estaba orgullosa de su hijo. Era un hombre que se había hecho a sí mismo, que había triunfado a pesar de las dificultades. Pero no estaba ciega ante lo que la tentación podría hacer a un hombre del calibre de Naruto. Era un hombre perspicaz, inteligente y lleno de vida; Con 28 años ya era respetado en la comunidad de ejecutivos.

Su profunda mirada azulada y la capacidad de sacar dinero de donde no lo había, lo hacía un hombre muy interesante para el resto de las mujeres. Aunque nadie le había dicho nada del porque el matrimonio de su hijo pasaba por momentos difíciles, Kushina no era tonta y tenía una idea bastante acertada de la realidad. Así que decidió pasar más tiempo con Hinata para brindarle apoyo moral. Hinata se lo agradecía, porque, en el mundo extraño en el que había estado viviendo, se dio cuenta que ella era su única amiga.
Se sentía decepcionada de sí misma por haberse dejado llevar hasta convertirse en una persona vacía. Su hogar, que en el paso era su orgullo y su gozo, se había convertido en el principal objeto de sus críticas. Podía ser un buen lugar para ella, pero no para Naruto, su avance en la vida merecía una casa mayor, una que reflejará sus éxitos. Hinata no dejaba de atormentarse recordando las veces que Naruto decía que se quería mudar a una casa más grande, mejor. Tal como había empezado a considerarlo últimamente, lo comprendía a la perfección. No había duda del porque no había llevado a ninguno de sus amigos a la casa: debía avergonzarse de su hogar.

Pero Hinata también se sentía furiosa con su marido por no abrirle las puertas a su mundo tal vez fuera culpable por permanecer ciega a lo mucho que él había cambiado, aun así, él tenía parte de la culpa por esconderla, como si fuera un incómodo secreto que no convenía a su imagen de triunfador.

Consecuencias de la infidelidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora