Capítulo I

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Todavía recordaba el primer día que le había visto, le parecía extraño, pero nada fuera de lo común. Internamente le tenía aprecio, un profundo agradecimiento por haber arriesgado su vida con ellos en su viaje a Egipto para salvar a una persona que ni siquiera conocía. Tampoco tenía alguna razón de estar allí como Polnareff o incluso Avdol, sin embargo, ahí estaba acompañándolo.

Lindo pero delicado, fuerte, como una flor que florece en invierno, una flor que pese a tener todo en su contra se niega a morir o marchitarse aún en el último momento. Este último detalle le recordaba a esa flor que había visto en una colorida pegatina que su madre había colocado cerca del teléfono, la cual poseía una pequeñísima descripción en conjunto con su nombre "Alhelí". Definitivamente aquel chico de cabello pelirrojo, ojos color uva, sonrisa encantadora y personalidad enigmática le había hipnotizado.

Sentía como su corazón latente le ofrecía una agradable sensación cuando parecía salirse de su pecho en el momento en que Kakyoin le dirigía aquellas profundas miradas en las que se perdía para después encontrarse en un campo repleto de lilas que destellaban todo tipo de tonalidades púrpura, tal como los ojos de aquel chico, podía jurar que quería solo permanecer por siempre en aquella mirada, porque estar ahí le traía toda la paz que necesitaba para sentirse completo, para sentirse vivo.

<<Kakyoin...Kakyoin Noriaki>> Hasta mencionar este nombre para sí mismo le recalcaba cuan bello era, porque al decirlo en voz alta mientras se hallaba solo, este le parecía una melodía armoniosa perfectamente comparable a la más bella de las composiciones hechas por el mismísimo Bach.

Su hermoso cabello, aquel mechón que rebelde rozaba su rostro cuando en las tardes en las que parecía detenerse el tiempo, no hacía más que destacar aquella divina figura, en especial cuando el sol iluminaba ese color rojizo casi rosado, este mismo mechón de cabello que a veces solía ladearse con el suave vaivén del viento le daba un toque de ensueño casi místico.

Sí alguien le hubiese preguntado por lo más hermoso que haya visto en toda su vida, no dudaría ni un segundo para decir que era él. Kakyoin, el chico que amaba las cerezas, que las comía de una forma peculiarmente graciosa que desentonaba un poco con la manera en la que los demás lo veían, pero que, para él solo era otro recordatorio de lo especial y único que aquel pelirrojo era, pese a que en un principio le pareciera desagradable.

Solo necesitaba un momento para comprender por qué diablos estaba pensando todo aquello mientras le veía dormir, mientras la luz de la luna que se colaba por las delgadas cortinas de aquella habitación le daba a su cabello otra tonalidad totalmente diferente, casi azulada, porque verlo con los labios ligeramente abiertos, los párpados cerrados de los que salían curvadas sus largas pestañas y las mejillas un tanto coloradas por el calor que estaba haciendo en ese lugar, le dejaba totalmente vulnerable, sentía toda clase de sensaciones recorriéndole el cuerpo entero, no podía concentrarse en algo más que no fuera ese chico que estaba delante suyo, quería protegerlo, probablemente porque acababa de fijarse un anhelo tan profundo que el solo pensar que algo pudiese pasarle le desgarraba totalmente por dentro.

De pronto sus ojos se nublaron, como si supiese lo que fuera a pasar, rápidamente seco aquellas traicioneras lágrimas para regresar a dormir, no quería que Kakyoin despertase y le viera totalmente sonrojado con llanto escurriéndole por las mejillas.

Si Jotaro creía que era un tipo duro al que nada podía afectarle lo suficiente, a la mañana siguiente, mientras todos charlaban desayunando juntos, el destino se encargaría de comprobarle lo equivocado que estaba, que detrás de toda esa ruda fachada sin sentimientos se ocultaba un gran corazón tan brillante como un diamante pero frágil como un cristal. Es que escuchar aquella declaración salir de los labios de Kakyoin le había ocasionado una punzada de dolor, justo como si le hubieran clavado una estaca.

- ¿Ehh?...¿A-amigos? No, realmente yo no he tenido ningún amigo...era bastante solitario porque no tenía nadie a mi alrededor que pudiera entenderme, que pudiera ver a Hierophant, todos tenían alguien menos yo, hasta mis padres se tenían así mismos, es por esta razón que Hierophant fue mi único amigo hasta que los conocí... - Y de nuevo volvía a sentir una descarga eléctrica con la linda sonrisa que había formado el rostro del pelirrojo.

- Pero... ¿De qué vas Kakyoin? Eso no puede ser cierto. Es decir, ¡Eres un tipo genial! - Polnareff estaba exaltado y evidentemente molesto por aquella declaración. Kakyoin era un gran sujeto que merecía una buena vida.

- Es la verdad, lo digo en serio, inclusive...mis cumpleaños los pasaba solo, no había nadie que quisiese acompañarme. Mis padres trabajaban todo el día así que me quedaba solo hasta que ellos regresaban para darme algún regalo y una felicitación.

Y como si el más viejo de los cuatro hubiese conformado algo a partir del pensamiento de todos, apuró sus palabras - Ehh, tengo una idea - Los ojos turquesa de Joseph brillaban, reflejando aquella chispa en su corazón que jamás se apagaría, ni siquiera en su último día con vida.

- Esta noche tendremos una fiesta por todos los cumpleaños solitarios de Kakyoin, quiero que todos se presenten con sus mejores galas que será un suceso inolvidable - Sabía perfectamente que no era momento de algo así, pero era precisamente porque desconocían si estarían con vida después de llegar al esperado encuentro con Dio, que debían disfrutar en gran medida los contados días que tenían para sí mismos mientras permanecían juntos y hacían aquel viaje. Además ¿Qué mejor oportunidad que esta? Sonreía con una mueca notablemente satisfactoria porque estaba seguro que todo saldría justo como se lo estaba imaginando.

A oídos de Jotaro aquello significaba peligro, estaba nervioso, pero de alguna forma feliz, estaba seguro de que aquello haría feliz a Kakyoin. Fue en ese momento que al posar su mirada en él pudo observar sus brillantes ojos llenos de emoción, de alegría, porque en oídos de Kakyoin las palabras del viejo Joseph le habían parecido destellantes fuegos artificiales.

Sin embargo, pronto se vería en una situación comprometedora cuando la mirada púrpura de Kakyoin se había percatado de la pesada mirada color mar sobre él, haciendo contacto visual por un momento hasta que Jotaro desvío su mirada hacia otro lugar, se había perdido mirando a Kakyoin, no tenía noción del tiempo, mucho menos de que la taza apenas recargada en sus labios, de la que bebía un té dulcemente extraño de hierbas que no conocía, había terminado de vaciar todo su contenido en la garganta de aquel joven. Se veía estúpido "bebiendo" de una taza vacía.

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Este fue el primer capítulo de esta historia así que estoy un tanto nervioso pero muchas gracias por llegar hasta el final ^^

Melodías en mi corazón (JotaKak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora