Capítulo III

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Tras caminar un poco, se encontraron con Kakyoin a pesar de que el mencionado los había adelantado, durante el camino hablaron de varias cosas, preguntándose cuándo aparecería el siguiente secuaz de Dio.

En cuanto llegaron un viejo Joseph salió de la nada para volver a huir llevándose a Kakyoin en el proceso, de este modo Jotaro acompañado de Polnareff, subieron las escaleras que se posicionaban en el vestíbulo del hotel para llegar a sus respectivas habitaciones.

Situó la bolsa que contenía su recién adquirido traje, encima de su cama, la habitación era algo pequeña pero lo suficientemente espaciosa para no sentirse aprisionado. Se apuró a tomar un baño pues no faltaba mucho para la fiesta, además quería arreglarse un poco.

Dejó sus pertenencias sobre el tocador para entrar en la ducha, ahí se quedó pensando un momento en cómo podría ser capaz de expresar eso ante él, cada vez que la posibilidad se colaba en su mente por más que se viera motivado, algo siempre lo interrumpía, sin mencionar que en definitiva no se sentía preparado para ser rechazado, aunque tampoco para ser correspondido. No es como si hubiera pensado a ciencia cierta qué sucedería en determinado caso, en especial porque por más que muchas personas anduvieran cacheteando banquetas por él, jamás había tenido una pareja formal así que no sabía qué demonios hacían los novios, mucho menos cosas de amor, en casa su padre nunca estaba así que su madre se la pasaba sola, tenía una idea bastante vaga y terrible acerca de lo qué eran los novios gracias a las películas o series románticas que solían aparecer en los pocos canales que poseía aquél televisor en su casa. Que al menos para él, ya era un gran invento de la actualidad, pero de nuevo se desviaba del tema, siendo totalmente sincero consigo mismo, de lo único de lo que estaba seguro con certeza era que algún día sería un gran biólogo marino.

Salió de la cálida ducha envuelto en una toalla así que limpió un poco el empañado espejo para afeitarse, una vez listo, se vistió rápidamente. Si hubiese sido otro día probablemente habría usado su gorra con el traje pero como este era un día especial decidió que lo mejor era no llevarla, así que mucho a su pesar debía peinarse, agradeció que en el baño de aquel hotel hubiera un pequeño envase de gel, tratando de acordarse cómo se peinaba antes de llevar su tan característica gorra, comenzó a pasar sus dedos entre las hebras de los rulos para poder acomodarlo de alguna manera en tanto que el espeso liquido hacía el trabajo de juntar su cabello. Mientras se acomodaba de nuevo los aretes y la corbata recordó las palabras de Polnareff, aquello relacionado con una boda, empezó a pensar que si la relación aún inexistente se volvía seria debía comunicarles a todos que estaba saliendo con el pelirrojo, aquello realmente no le importaba pues por su parte no tenía problema de quién fuera, ya que lo único que le importaba era la persona en sí, tampoco habría problema para su madre o su abuelo pues por palabras de este, a su edad tuvo un romance con un chico. Tal vez el problema sería Kakyoin, pero ya lo hablaría con él en su momento.

Justo cuando salía de la habitación se encontró a Polnareff en el pasillo que tras halagarlo por lo bien que se veía de traje mostrando su cabello sin aquella gorra lo encaminó a las escaleras para ir al salón, pasaron por afuera del jardín en el que también se encontraba la piscina, el agua se movía con la fluctuación del aire tranquilo que poseía dicho día, la luna apenas se asomaba por entre los matices de la noche que comenzaban a esclarecerse conforme pasaba el tiempo, le encantaba todo el ambiente que lo rodeaba pues se sentía tan tranquilo que por un breve momento se olvidó de todo lo que pasaba fuera de este sueño que parecía interminable. Las plantas brillaban más que de costumbre, podía distinguir las luces que brillaban dentro de aquel salón, estaba decorado con mucha lluvia plateada colgante que destellaba todos los colores por las luces en una especie de arco que fungía como una entrada previa a la pista de baile que se acompañaba del salón, todo esto le daba un toque demasiado interesante, se sentía como Alicia a punto de perderse en el agujero del conejo porque no sabía nada de lo que podría suceder aquella noche pero estaba más que extasiado por la curiosidad. Tan pronto entraron distinguió a cierto joven en quien había estado pensando desde hacía un buen tiempo.

Melodías en mi corazón (JotaKak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora