Capítulo II

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Apenas terminaron aquel agradable desayuno, Joseph se dispuso a planear con Polnareff y Avdol aquella fiesta, según lo poco que había logrado escuchar, el plan de su abuelo era rentar el pequeño salón que había en la parte trasera del hotel.

Había pasado por ahí para tomar el aire, aunque en realidad lo hacía para observar a Kakyoin nadar con ayuda de unos flotadores decorados con cerezas porque según él no sabía nadar, aunque estaba casi seguro de que esto lo hacía para que Polnareff no se sintiera mal por no saber nadar, así que de alguna forma u otra lo acompañaba en su tragedia. Jotaro no sabía cómo interpretar aquello ya que solo reía ocasionalmente cuando observaba al par, en especial a cierto pelirrojo, pataleando en la piscina. En el salón había un gran ventanal que poseía una hermosa vista hacia la piscina, por lo que sería el lugar perfecto para hacer la fiesta, colocarían la pista de baile justo delante del ventanal. No obstante, la razón por la que Jotaro no había podido opinar nada acerca del evento, era que él había sido el encargado de llevar de compras a Kakyoin, cerca del hotel había una especie de plaza así que no tendrían que caminar demasiado para encontrar algo, aunque para ser francos, Jotaro pensaba que todo combinaba a la perfección con Kakyoin.

Pasó una hora desde que se encontraban perdidos entre tantas prendas bastante hermosas sin saber con exactitud qué debían escoger, pero justo cuando Jotaro estaba por rendirse, Kakyoin salió del vestidor por vigésima vez, solo que, en esta ocasión al verlo, parecía que realmente el alma de Jotaro había abandonado su cuerpo, quedó totalmente atónito frente a la imagen casi celestial que tenía delante suyo.

¿Qué opinas Jotaro? ¿Demasiado presuntuoso? – Un nervioso Kakyoin se miraba fijamente en el espejo mientras modelaba un poco el atuendo que vestía, el cual consistía en una camisa blanca de varias capas de organza con un lindo estampado de cerezas, estaba ligeramente abierta por lo que dejaba ver un poco su pecho, el pantalón negro que traía contrastaba de maravilla, al igual que lo hacían sus aretes.

... ¿Jotaro? – De no haber sido porque Kakyoin podía ver a Jotaro reflejado en el espejo mientras le hablaba, este podría haber quedado embobado un buen rato más.

Te ves muy bien Kakyoin – Fue lo único que su mente le permitía decir, aunque en realidad toda una sarta de cumplidos paseaba libremente por su mente, al pensar en esto sus mejillas se colorearon levemente, cosa que intentó disimular acomodando su gorra.

Perfecto, ahora solo queda buscarte algo porque en definitiva no irás con ese uniforme a mi fiesta – Kakyoin había sonreído un poco a pesar de observar el ceño un tanto fruncido de Jotaro al decir aquello.

No tardaron mucho en encontrar un buen traje para Jotaro, era de una tela color negro bastante agradable tanto al tacto como a la vista, el único detalle que resaltaba era la corbata color mar que hacía juego con sus ojos. Se veía bastante guapo, aunque se había negado a que Kakyoin lo viera al salir del probador, debido a que quería sorprenderlo en la fiesta, esperaba ansioso su reacción y aquella duda se apoderaba de su mente: Saber si cabía una posibilidad de que Kakyoin sintiera lo mismo que él.

El camino de regreso era más o menos algo ameno, el sol casi se había puesto, pero todavía persistía la esencia del día, los brillantes rayos dorados atravesaban el cielo naranjoso que casi se coloreaba de un tenue añil en el que las nubes paseaban lentamente como si fuesen difuminadas en el cielo.

A un lado de la acera había un puesto de helados, sintiéndose algo acalorado Jotaro se propuso invitarle a Kakyoin un helado, así que sacó su cartera con un delfín bordado, cortesía de su abuelo, para comprar ambos helados. El pelirrojo había pedido un helado de pistache, él por su parte era algo más simple, optó por una nieve de limón con algo de sal encima. No sabía por qué, pero tomar aquella nieve acompañado de Kakyoin le sabía a gloria pura.

De pronto el contrario lo invitó a recargarse un momento en el barandal que separaba el mar de la costa, aceptó pues si había una de las cosas que más le encantaban al pelinegro era observar a detalle todo lo que tuviera que ver con el ecosistema marino.

Ahí se encontraban contemplando el mar que chocaba en el horizonte con el cielo, así como el clima que hacía juego con el relieve. Aquella escena parecía ser ese momento ideal para decirle a Kakyoin todos los sentimientos que estaba atesorando en su corazón, para envolverlo con todas esas palabras que ansiaba poder hablar. Veía su perfil que contrastaba con el paisaje, firme pero dulce, fuerte pero impasible y podía ver la tierna sonrisa que formaban sus labios al presenciar todo; estaba a nada de besarlo, realmente no podía aguantarse más. Se encontraba reprimiendo demasiados impulsos en ese momento, ni siquiera sabía si era correspondido, aún con todo eso, anhelaba llenarlo de besos y abrazos.

¿Crees que podremos contra Dio? A veces el simple hecho de volver a verlo me da escalofríos...pero estoy con ustedes hasta el final Kakyoin lo había sacado de sus pensamientos.

Estoy seguro de que lo haremos Kakyoin, solo tenemos que confiar en nosotros mismos, si no me crees te digo que hemos sobrevivido casi un mes completo a todos los secuaces de ese patán.

Tienes razón, no sé de qué me preocupo, con Star Platinum tenemos más que la pelea ganada – Había sonreído así que Jotaro se sentía satisfecho con su intento de hacerlo sentir mejor – Jotaro, sabes...hay algo que...

¿Chicos? ¿Qué hacen ahí parados? El señor Joestar está como loco buscándolos, quiere que Kakyoin escoja los platillos que se servirán, así como el pastel Un sudoroso Polnareff había interrumpido la plática tras haber corrido alguna especie de maratón.

– ¡Claro!, ¡Enseguida!, me adelantaré un poco – Kakyoin se fue apresurado jugueteando con la bolsa que traía en la mano izquierda.

Aún no le has dicho lo que sientes ¿Cierto Jotaro? Por algún extraño motivo que desconocía Polnareff se había enterado de todo.

Sin necesidad de que Jotaro mencionara palabra alguna, Polnareff comprendió al instante que era lo que suponía por lo que antes de comenzar a caminar de vuelta al hotel, se dirigió hacía él una vez más antes de perder la mirada en el horizonte.

Deberías decírselo pronto, incluso podrías aprovechar esta oportunidad para hablar con él durante la fiesta. Algo muy bueno podría salir de ello, además si es que ustedes llegan a casarse, me voy a quedar los centros de mesa ¡Eh!... – Polnareff se aproximó a Jotaro para empezar a caminar mientras pasaba su brazo por detrás del cuello de Jotaro para soltar una sonora carcajada.

Dame un respiro... – Aunque no hubiera querido admitirlo, aquello había hecho que Jotaro también sonriera un poco.

Melodías en mi corazón (JotaKak)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora