Sabías de mis espinas

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Sabías de mis espinas enterradas
en mi cuerpo,
fuistes testigo de cuando mis pétalos
cayeron al suelo,
de cuando cayó mi cuerpo al no poder
seguir resistiendo,
era la rosa más desdichada de tu jardín,
la rosa con más lágrimas al desbordar hasta el punto
de casi igualar al mar
y convertirme en una más sobre la lápida de
un cementerio,
pero conmigo dentro.

¿Cómo puedes darle alojamiento a una
rosa sin vida?
¿Acaso no ves que podría herirte con el veneno
de mis espinas?.
Le reproché para que me dejara y
abandonara en mi desgracia,
lo insulté y hasta utilicé mis espinas
para herir su piel,
no quería que por mi culpa desapareciera su sonrisa
y compartiera consigo mis heridas,
pero me vi plantada en la calidez
de sus abrazos,
me acarició con sus manos y con la
finura de sus dedos,
más no parecía importarle la sangre de sus
rajadoras en su cremosa piel.

Tardaste en llegar a mi pero talvez solo esperabas
el momento justo para sacarme de ese vació a la
cual sin enterarme me habían lanzado,
no lo sé,
pero llegaste y retirastes mis espinas con
cuidado a no lastimarme más y con una paciencia
que ni el mismo tiempo podría soportar,
y sin usar tus guantes,
¿acaso querías sentir mi dolor?,
¿querías ver a travéz de ellas mis daños?,
me hicieron daño y hasta llegué a sentir mi alma
escapar con el viento de aquel invierno.

Lo admito,

Fui complice de mi propio entierro.

Y ahora soy complice de mi nueva vida, una mejor vida en tu jardín.

Saturaciones del AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora