Dos pasos. Sólo estaba a dos pasos para poder salir y lágrimas amenazaban con caer de su rostro.
— ¿Sunbaenim? ¡Sun-...! –detuvo su emoción al ver al hermoso chico de ojos grandes con casi notorias lágrimas en este–. Sunbaenim, ¿qué ocurre?.
— No te acerques, por favor. –susurró y fue en otro dirección ignorándolo por completo.
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Daba pequeños saltos emocionado de un lado a otro. Una hermosa sonrisa adornaba su rostro, un pequeño sobre azul y decorado estaba en su mano mientras lo tomaba con delicadeza.
« "Dedicado para Choi Yeonjun" »
Realmente lo iba a hacer. Anduvo dos años escondiendo su admiración y amor hacia este. ¿No era un buen momento para poder expresarlo?.
— ¡Señorita Minatozaki! –se acercó con una sonrisa a esta quien se dirigía a su oficina.
— Heeseung-ssi. ¿Qué tal tu día?. –preguntó mientras cogía un vaso con agua y regar con este a sus plantas.
Este solo se dedicó a sentarse sobre la camilla mientras jugaba con sus manos. ¿Nervioso? Por supuesto, ¿asustado? También. El simple hecho de declarar tus sentimientos no hacía que definitivamente te acepten. Eso técnicamente estaba decisión de quien recibía la declaración.
Si lo aceptaba, o lo rechazaba.
— ¿Maestra? –se escuchó una voz muy conocida por él–. ¡Oh, Heeseung! No sabía que te encontrabas aquí, ¿te sientes mal?. –habló levemente preocupado.
— No sunbaenim, estoy en perfecto estado. –mostró su mejor sonrisa–. Por cierto, ¿qué trae ahí?.
Un caja color rosa decorada con muchos detalles. Una sonrisa avergonzada embozó su cara, por un momento sintió miedo.
— Sana-ssi, esto es p-para ti. –respondió luego de pasar su mirada de Heeseung a la enfermera–. Espero te guste..
— B-Bueno, me retiro. –hizo una revere sin siquiera dejar que hablen. Tampoco iba a dejar que lo vean en su estado más vulnerable.
No existe feo sentimiento que la desilusión de un primer amor. Lo peor, que él no sabía de aquellos sentimientos.
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— ¡Sunbaenim! L-Lo encontré.. –a penas y dijo mientras recuperaba la respiración–. Sunbaenim, no puede irse corriendo luego de que lo haya visto así. ¿No sabe lo preocupado que estuve?.
El pelinegro sólo se quedó observándolo cada una de sus facciones. Era a penas un persona que conocía gracias a ser su tutor. ¿Por qué razón este debía preocuparse? No lo conocía mucho.
— ¿Por qué te preocupas? A penas me conoces, ¿por qué lo haces?.
— Porque eres mi amigo, ¿no?. Los amigos están para apoyarse, y yo soy tu amigo; entonces te apoyaré y ayudaré.
