Feliz cumpleaños

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Inui sonrió acomodando mejor al cachorro en sus brazos. El veterinario le había dicho que no debería de tener más de tres meses, era macho y estaba un poco descuidado, pero nada que no se pudiera solucionar con vitaminas y una buena dieta. Le habían dado un desparasitante, un baño y una cita para registrarlo la próxima semana con una cartilla de vacunación, así Draken podría elegir su nombre.

Tarareó contento hasta llegar al taller, el cachorro no despertó en ningún momento, Inui pensó que posiblemente no había tenido la oportunidad de sentirse seguro antes, por lo que había caído rendido.

Entró en silencio al lugar y sonrió cuando se encontró con la espalda encorvada de su amigo, quien parecía estar muy ocupado con una motocicleta. Se acercó a él y lo pateó suavemente para llamar su atención. Draken se giró sorprendido.

—¡Feliz cumpleaños! —felicitó alegre. El contrario sonrió ligeramente, levantándose para agradecer.

—Gracias, amigo. —casi de inmediato su vista bajo hasta el bulto peludo entre los brazos ajenos, el enorme moño rosa resaltando entre el color claro. —¿Qué es eso?

—Tu regalo de cumpleaños. —sin importarle que el cachorro seguía dormido, Inui lo tomó por debajo de las patitas delanteras y lo alzó frente al rostro de su compañero. —Es bonito, ¿no?

Mikey abrió los ojos desorientado por la manera en que lo levantaban y sintió su corazón latir apresurado cuando reconoció el rostro frente a él, como si hubiera desenterrado una parte de él que ya había olvidado. Bastante más maduro y con los cabellos negros, Draken le miraba con una expresión de asombro, y para Mikey era como regresar diez años en el tiempo, cuando los serios y duros ojos negros eran parte de su día a día.

—¿Donde lo encontraste? —Draken miró maravillado las dos orbes negras penetrantes que se mostraban levemente desinteresadas, inevitablemente recordó a su ex mejor amigo, y guiado por el sentimiento de nostalgia tomó al pequeño perrito con ambas manos y acarició el espeso pelaje.

—Él vino a mí.

Mentiroso, me secuestraste. Mikey torció el cuello para mandarle una mirada juzgadora que Inui fingió no notar. Draken sonrió aprisionando al cachorro contra su pecho, sintiéndose contento por la suavidad del pequeño cuerpo.

Mikey se sintió incómodo por el toque de las manos callosas, hace mucho que Ken había dejado de ser una constante en su vida, así que tenerlo por todas partes era un desequilibrio total. Además, era una injusticia que, si de por si Draken ya era lo suficientemente alto, ahora él se encogiera. Todo se veía enorme, y Mikey comenzó a sentir que algo no encajaba, que él no encajaba. Se sacudió intentando que el hombre lo liberara, quería regresar. Quería que Sanzu y Koko vinieran por él, le dieran su manta y se pusieran a parlotear acerca de que no necesitaba a nadie más y que se comiera su dorayaki en lugar de estar jugando con él.

—Es niño, puedes pensar en un nombre y registrarlo en la veterinaria que está aquí cerca. —Inui caminó hasta la Oficina del taller y se sentó en la silla, Draken lo siguió sin despegar los ojos del pequeño cachorro. —Yo pensaba en llamarlo Cabello Rabioso o Pequeño Diablo, ¿qué te parece?

—Que eres una mierda para elegir nombres. —Mikey le gruñó a Inui, empujando para salir de los brazos de Draken y poder golpear a ese cara de niña.

—¿Y que tal Patita Enojona?

—¿Qué tal si yo te llamo Cara de niña entonces? —molestó. Inui se cruzó de brazos con un bufido.

—¿Cómo le pondrás entonces?

—Mikey.

El mencionado se detuvo y alzó el rostro de golpe, pensando por un instante que el mayor sabía que era él, sin embargo, mientras recibía caricias en el contorno de su cara y cuello, la nostalgia y esperanza en los ojos contrarios lo dejaron sin aliento.

—Amigo. —llamó Inui, atrayendo la mirada de ambos. —Estás enfermo y necesitas un psicólogo urgente. No lo vas a llamar así. —sentenció.

—Es mi perro y lo voy a llamar como yo quiera. —refutó con un bufido, colocó al cachorro sobre el escritorio y lo mostró como si fuera algo evidente. —Además, solo miralo, es idéntico a él.

—Trauma.

—Cierra la boca.

—Tra-u-ma.

—Solo estás celoso porque tú no tienes uno.

—¡Tra-! —Mikey, quien salió de su estupefacción, se lanzó contra el hombre sentado frente a él, viéndose por fin libre de golpearlo a sus anchas. Draken brincó sorprendido, viendo como su nueva mascota le daba la paliza de su vida a su compañero. —¡Quitame a tu rata de encima!

—¡Mikey, detente!

¡Voy a dejarte sin cara!

Regalo de cumpleaños || DraMiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora