La estación Infinita

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Todo paso rápido, como el batir de las alas de un colibrí, violento, casi invisible. Un impacto en medio de una avenida, un conductor ebrio que choco a alguien que volvía de trabajar, dos ambulancias, rojo y azul por momentos, blanco y olor a hospital, caras tras cristales que los observaban, destellos metálicos y sabor a anestesia, y por fin, ojos que se cerraban. Entonces fue cuando todo comenzó.

Abrió los ojos de nuevo, perdido, tardo unos segundos en acostumbrarse a la luz del lugar y poder ver con claridad, alrededor suyo se extendía la estación más grande en la que había estado, tanto que incluso las paredes de los laterales escapaban a su visión. A unos cuantos metros frente de él estaba otra pared que podía ver, era casi por completo de vidrio y dejaba observar todos los andenes, con vías que comenzaban ahí mismo y se extendían recto hasta el horizonte. Ignoraba cuando había llegado, y por más que lo intentaba solo recordaba haber salido en auto esa mañana. Entonces casi por inercia, comenzó a caminar entre las largas filas de butacas, todas ocupadas con gente que esperaba su tren.

El lugar estaba impoluto, no había manchas de suciedad, el brillo del suelo casi le cegaba los ojos, y otra cosa que le sorprendió fue el silencio ya que a su memoria llegaron imágenes de otras estaciones que estallaban en bullicio de gente, personas hablando por parlantes y motores de trenes listos para empezar su viaje. En este lugar, en cambio, el ruido era casi inexistente, solo había oído a un par de viejas murmurar los chismes de un pueblo, y a un par de niños que jugaban a algo parecido al chinchón. Tampoco vio por ningún lado algún reloj que indique la hora, o una tabla de esas que avisan cuales son los próximos arribos. La única cosa además de butacas y pasajeros en ese lugar eran los guardias, que se paraban en la pared de cristal de a pares cada tantos metros, era raro porque aparentemente no cuidaban ninguna puerta, solo se quedaban ahí como estatuas mirando a todos con ojos perspicaces.

Camino por largo rato entre las filas de asientos que cual camino de hormigas seguía recto hasta chocar con algún lugar que por ahora no alcanzaba a divisar. Iba buscando alguna salida hacia la zona de los andenes, pero luego de intentar por lo que parecieron horas pensó que tal vez podría tener algún boleto que le diga cuál era su tren y le diese un poco de seguridad, al meter su mano en el bolsillo encontró un papel amarillo con las inscripciones "Lugar de salida: ____" y "Llegada: ____" y termino aún más confundido que cuando llego, se decidido a preguntar a los guardias si podían ayudarlo, pero en su camino alcanzo a escuchar a una chica, vestida de novia, que no estaba callada como las otras personas, o riendo, o murmurando, estaba sollozando. Se acerco a ella pasando entre las sillas que lo separaban, pero al verla se sorprendió. La parte de debajo de su vestido estaba echo girones, sus brazos y sus piernas tenían cortaduras y moretones, se acercó a ella con ánimos de preguntarle si necesitaba ayuda, pero cuando estaba a menos de un metro la joven levanto la cabeza mirándolo. Todo su maquillaje estaba corrido, y su piel era pálida casi del color de su vestido, sus ojos parecían vacíos lejos de cualquier atisbo de vida, pero peor aún, justo sobre ellos, en el medio de su frente había un hueco profundo del que aun salía un poco de sangre. La imagen fantasmal de la chica hizo que el hombre se sorprenda tanto que retrocedió alejándose de ella y chocó contra una mujer que esperaba sentada, de su boca soltó algo parecido a unas disculpas y comenzó a correr en la dirección contraria a donde estaba La Novia. Mantuvo la velocidad hasta que sus piernas lo dejaron, se podría haber alejado al menos un kilómetro, y aun no veía la pared lateral de la estación y todavía tenía filas de butacas a su lado que se extendían hasta perderse de vista.

Siguió su camino en busca de una silla vacía, y ahora que estaba más despierto veía toda clase de cosas horribles que le revolvían el estómago, personas desmembradas, gente con sogas en el cuello, mujeres con el pecho abierto y aun chorreando. Aun desconcertado se acercó a un guardia para pedirle ayuda, pero este solo lo miro frio, sin decirle nada, en su placa relucía el emblema plateado de dos alas cruzadas, y su rostro era igual de férreo que esta, y por más que el hombre busco respuestas, ninguno le dedico más que una mueca de desprecio.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2021 ⏰

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