Capítulo 15

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Cieno no quería mirar, pero sabía que existía la posibilidad de enfrentarse a Peligro algún día y, en ese caso, lo más sensato sería estudiar su técnica. Alzó la vista y la fijó en las formas distantes de Tsunami y Nocturno. Ellos tampoco perdían detalle del espectáculo, al igual que la mayoría de los prisioneros que lo rodeaban.

 Uno de los guardias Celestes se colocó en el centro de la arena y empezó a aplaudir con las alas hasta que se hizo el silencio a su alrededor. Se inclinó ante la reina y anunció:

 —Después de cuatro victorias, Horizonte el Ala Arenosa, antiguo y poco inteligente soldado del ejército de Llamas, ha sido retado a un combate con la Campeona de la reina, Peligro. ¡Alzad las garras! ¡Que ruja el fuego! ¡LUCHAD!

 Salió de la arena, dejando a Peligro y al Ala Arenosa cara a cara. Horizonte retrocedió hasta el muro más lejano, siseando.

 Peligro se acercó a él lentamente, moviendo sus alas para reflejar la claridad. Su larga cola serpenteaba por la arena. Seguía pareciendo que le salía humo de las escamas.

 Horizonte tomó impulso y saltó por encima de la cabeza de Peligro para situarse al otro lado de la arena. No intentó clavarle la garra ni golpearla mientras pasaba a su lado. Ni siquiera intentó aguijonearla con su cola venenosa. Solo huía.

 «¿Por qué le tiene tanto miedo?», se preguntó Cieno con una horrible sensación en el interior.

 Peligro se giró despacio, sin prisa alguna, y le sonrió a su oponente. Desesperado, Horizonte movía sus ojos negros de izquierda a derecha, buscando alguna ruta de escape. De pronto, reparó en el túnel.

 De repente, Peligro le bloqueó el paso, le clavó las garras en el pecho y se lo rasgó de arriba abajo. Desde donde estaba Cieno, no parecía ser más grave que un simple rasguño, pero Horizonte gritó de agonía y cayó hacia atrás, arrastrándose sobre la arena.

 Peligro lo siguió, arañándolo de nuevo en un costado. Horizonte volvió a gritar. A pesar de tener las alas atrapadas, las batía con desesperación, como si intentara volar. Con calma y casi con dulzura, Peligro se acercó y le tocó una de las alas, pegándosela al cuerpo.

 Los gritos de Horizonte se intensificaron, convirtiéndose en un lamento capaz de partir un corazón en dos.

 Cieno no lo entendía... solo lo estaba tocando. Nada más.

 Luego Peligro lo soltó y retrocedió un paso, momento en el que Cieno pudo distinguir la marca de las garras que había dejado sobre las escamas de Horizonte. Era como si lo hubiera marcado, pero sin haber utilizado su fuego. Cieno agudizó la vista y se fijó en que a Horizonte le salían humo de las marcas. ¿Acaso tenía Peligro fuego en las garras? ¿Cómo era eso posible?

 Cieno miró la figura encogida de Nocturno, deseando que el Ala Nocturna estuviera lo suficientemente cerca como para poder explicárselo.

 Entonces, Horizonte atacó. Se lanzó hacia Peligro, e intentó arañarle los ojos y clavarle el aguijón de su cola en el corazón.

 Peligro se giró, esquivando sus zarpas. Después lo golpeó y lo hizo caer sobre la arena. La cola de Horizonte le tocó las escamas a la dragona Celeste y se produjo un chispazo, como el de un relámpago pequeño, luego estalló en llamas. El fuego envolvió el aguijón venenoso y Horizonte gritó de dolor. Cieno nunca había visto nada parecido. Jamás había oído hablar de dragones capaces de hacer arder a otros solo con tocarlos.

 Horizonte trató de apagar su cola golpeándola con la arena, a sus pies, mientras Peligro lo rodeaba. Se le acercó para volver a arañarlo, pero antes de que pudiera alejarse de nuevo, Horizonte se giró y le agarró las muñecas. El Ala Arenosa la envolvió con las alas y enterró la cara en el hombro de Peligro con un sonido agudo.

 Peligro se quedó paralizada en el sitio. Empezó a salir humo de los dos dragones y una marcas negras se empezaron a extender por las alas de Horizonte, hasta que se le desintegraron y acabaron convertidas en cenizas. Empezó a perder fuerza y a caer al suelo, arrastrando a Peligro consigo. La dragona intentó mantenerlo en pie con la fuerza de sus alas.

 Una violenta sacudida recorrió el cuerpo del Ala Arenosa. Horizonte se soltó de Peligro y cayó de lado sobre la arena. Las quemaduras de la cara lo hacían ahora casi irreconocible y las alas habían quedado reducidas a simples cartílagos negros entre grandes agujeros. Las garras presentaban marcas de quemaduras en el centro de las palmas.

 De pronto, Cieno recordó algo. Rapaz tenía las mismas marcas de quemaduras en las garras. ¿Es que Rapaz había luchado contra Peligro cuando vivía en el reino de los Alas Celestes? ¿Cómo había sobrevivido?

 Peligro se quedó de pie, mirando el cuerpo sin vida del Ala Arenosa. Un murmullo de descontento empezó a extenderse entre las gradas. La luchadora sacudió sus alas cobrizas y se giró para mirar directamente a la reina Escarlata.

 La reina suspiró y se puso en pie.

 —Menudo aburrimiento —dijo. Luego elevó la voz para dirigirse a todos los prisioneros—. Espero que alguno de vosotros sea más valiente que esa patética criatura.

 Cieno jamás se había sentido menos valiente. Claramente, Peligro era una nueva categoría de monstruo. Si Horizonte no había podido con ella, quizás una muerte buscada —aunque fuera horrible— era mejor que ser asesinado lentamente para el entretenimiento de la reina.

 —No os preocupéis —dijo la reina, dirigiéndose al público—. Mañana tendremos un espectáculo un poco especial. ¡Algo que nunca hemos visto antes! Esperemos que esta vez alguien intente divertirme, a diferencia de otros.

 La reina Escarlata contempló el cuerpo de Horizonte con una mirada asqueada y dirigió su desprecio también hacia Peligro. Esta inclinó la cabeza ante su señora y miró fijamente la arena.

 —Puedes retirarte —dijo Escarlata, sin molestarse siquiera en mirarla.

 Peligro se giró y se marchó de allí.

 Cieno se inclinó por fuera de su plataforma tanto como se atrevió y vio a Gloria durmiendo sobre el árbol, mientras los soldados volvían a introducirla en el túnel. Puede que la hubieran drogado. Quizá la reina la había amenazado de alguna forma. O podía ser que estuviera enferma o alguna otra cosa igual de horrible.

 Cieno no sabía por quién preocuparse más. ¿Por Gloria? ¿Por Sol que aún estaba desaparecida? ¿O por Nocturno, que podía protagonizar su propia pelea al día siguiente? ¿Era eso a lo que se refería la reina con su «algo que nunca hemos visto antes»?

 Nocturno era bueno con los mapas, las fechas, los datos y los exámenes, pero sus tácticas de combate garra a garra eran pésimas.

 Cieno no estaba muy seguro de que Nocturno pudiera sobrevivir a un combate en la arena.

Alas de Fuego: La profeciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora