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Sentía pequeños espasmos recorrer su cuerpo, mientras se encontraba echado en su cómoda cama

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Sentía pequeños espasmos recorrer su cuerpo, mientras se encontraba echado en su cómoda cama. Dio un suspiro, abriendo sus ojos, enfocándose en el techo de su habitación.

Ya había pasado aproximadamente treinta minutos, desde que había consumido cocaína, y los efectos habían empezado a declinar, trayendo consigo escalofríos y sudor frío por todo su cuerpo, junto con la ansiedad de querer volver a probar la droga.

Paso una mano por su rostro, frustrado, recordando que debía hacerle un favorcillo, al hijo de Olarte.

¿Por qué de todas las cosas que el podía hacer, Olarte le pidió que le rompiera el corazón a Calderón? ¿Y por qué, específicamente a Calderón? ¿Acaso no podría haber sido otra persona?

Odiaba su suerte.

—Armando, hijo, baja a cenar —era su madre, la cual le hablaba desde el comedor.

Mendoza se sentó en el borde de su cama, colocándose sus zapatillas, para luego dirigirse hacia el comedor.

—Buenas noches  —saludo a sus padres, sentándose en una de las sillas.

Sus padres le saludaron de la misma manera.

—¿Y Camila? —cuestionó, dirigiendo su mirada a la silla vacía que se encontraba frente a él.

—Ella salió a la casa de una de sus amigas, no regresará hasta mañana —contesto su padre, mirándolo— Tienes una mancha debajo de la nariz.

El pelinegro abrió los ojos con gesto de sorpresa, limpiándose rápidamente con la manga de su camisa.

—¿Qué era eso? —cuestiono el Mendoza mayor.

—Eh.. nada, solo era una mancha de un pastel que había comido -solto una risa nerviosa, mirando a cualquier cosa, que no fuera su padre.

—Esta bien —murmuró el hombre mayor, volviendo su atención a la comida, que la sirvienta hace algunos momentos había traído.

El pelinegro, tomo el cubierto que se encontraba al lado de su plato de comida, para empezar a degustar su cena.

Pasaron minutos en los que el comedor quedó en completo silencio, solo se lograba escuchar los sonidos de dientes chocando con la comida, cada vez que alguno masticaba su cena.

—Buenas noches, papá, mamá —se despidió el pelinegro, luego de terminar su cena, dirigiéndose hacia las escaleras, para llegar a su habitación.

Dio un suspiro cansado, caminando hacia el baño, que se encontraba dentro de su habitación.

Ya dentro, hizo todas sus necesidades. Al terminar, salió del baño con el rostro mojado y el cabello alborotado.

Falso sentir || ArmarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora