En un mundo donde el amor y el dolor se entrelazan, dos almas destinadas a estar juntas se ven atrapadas en un ciclo de amor y sufrimiento.
A pesar de su profundo amor el uno por el otro, Sky y Ekatherine se encuentran atrapados en una danza destr...
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Después de un largo y agotador día en el invernadero, seguido de una fuerte reprimenda de su padre, Ekatherine por fin pudo retirarse a la comodidad de su habitación. Su cuerpo imploraba a gritos el descanso que tanto anhelaba, pero el destino tenía otros planes para la joven princesa.
Sin siquiera molestarse en cambiarse de ropa, Kat se acomodó en su cama, deseando poder sumergirse en el profundo sueño que tanto necesitaba. Sin embargo, una pesadilla inesperada interrumpió su ansiado descanso.
De pronto, Kat se encontró a sí misma en el bello jardín del castillo de Magix, jugando alegremente con una de las personas más queridas de su vida: su tía April. Ella formaba parte de la Guardia Personal de la Princesa, pues había estudiado en Alfea junto a los padres de Kat. April era la encargada de cuidar a la pequeña princesa desde siempre, y era la única capaz de agotar su inagotable energía.
- Mi pequeña princesa, ¿cómo es posible que me hagas tan feliz? - preguntaba April, con una mirada llena de amor y ternura hacia Ekatherine.
- ¡Tía, eres mi tía favorita! - respondía la niña de 7 años, acariciando con cariño el cabello de April.
- Pero si soy tu única tía - reía April, cuando de pronto se escuchó un estruendo proveniente de la puerta del patio.
Varios guardias irrumpieron en el jardín, con semblantes preocupados y urgentes.
- ¡April, los Quemados están invadiendo las murallas! ¡Tienen que entrar al castillo ahora! - exclamaron los guardias, rodeando el perímetro y preparándose para el inevitable ataque.
Sin dudarlo, April tomó a la pequeña Kat en brazos y comenzó a correr hacia el interior del castillo, dirigiéndose con prisa al Gran Salón.
- Kat, por favor no hagas ruido y pase lo que pase, no salgas de aquí - le dijo April a la niña, ocultándola en un pequeño rincón donde se guardaban los cascos de armadura.
- ¡Tía, no me dejes! - suplicaba Kat, con las lágrimas asomando en sus ojos infantiles.
- Nunca, mi solecito. Solo espera, todo estará bien - respondió April, alejándose un poco y escondiéndose detrás de unas grandes columnas del salón.
Tres Quemados irrumpieron en el Gran Salón, acercándose peligrosamente al escondite de la pequeña Kat y repartiendo golpes, intentando desesperadamente encontrarla.
- ¡Tía! - gritaba la niña, entre sollozos desgarradores.
April, sin pensarlo dos veces, salió de su escondite y enterró su espada en el pecho de uno de los Quemados, quien gruñó y la empujó, llamando la atención de los otros dos invasores.
La valiente mujer creó un campo de fuerza alrededor de Kat, mientras luchaba con fiereza contra los Quemados. Pero el inevitable desenlace llegó cuando uno de ellos le hizo un corte profundo en el abdomen. Aun así, April no le importó nada, su único objetivo era proteger a su pequeño solecito.