Estaba claro que esa noche iba a ser como tantas otras, llena de problemas.Entonces comenzaron las oraciones de la tarde, como siempre. Durante éstas se cantaba un himno y se rezaba. Normalmente, la voz de Rocky se oía por encima de todas las demás, pero esa noche él cantaba en voz baja, tratando de recuperar el aliento. Molly esperaba que no fuera a tener un mal invierno, lleno de ataques de asma.
Y así fue transcurriendo la noche, como siempre, como los trescientos sesenta y cinco días al año.
Tras la última oración, sonó la camapanada de la cena, y se abrió la pesada puerta del comedor. Los niños y las niñas entraron, recibidos esa noche por un desagradable olor a pescado podrido. Habían visto ya muchas veces el pescado metido en cajas de plástico en el callejón detrás de la cocina, cubierto de moscas y de escarabajos, y con una peste como si llevara ahí una semana entera. Y todo el mundo sabía que Edna, la cocinera del orfanato, para disimular el sabor a podrido había cocido el pescado con una salsa de sobre, espesa y grasienta, hecha de queso y nueces; un truco que había aprendido en la marina.
Ahí estaba Edna, grande y musculosa, con su pelo gris rizado y su nariz chata, preparada para vigilar que los niños se lo comieran todo. Con un tatuaje de un marinero en la cadera (aunque eso no era más que un rumor), y su forma de hablar tan grosera, Edna parecía un pirata malhumorado. Su carácter dormitaba dentro de ella como un dragón, un carácter que se volvía feroz y furioso si lo despertaban.
Todos los niños en la fila del comedor se sentían nerviosos y con náuseas, e intentaban inventar excusas mientras Edna les servía platos malolientes.
–Soy alérgico al pescado, Edna.
–Ésas son puñeteras paparruchas–contestó Edna con un gruñido, limpiándose la nariz con la manga de su bata.
–Después de comer esto, seguro que sí te vuelves alérgico–le susurró Molly a Rocky, mirando su plato de pescado.
...
La velada normal y corriente estaba llegando a su fin. Lo único que quedaba antes de irse a la cama era el castigo de Molly de lavar los platos.
Como de costumbre, Rocky se ofreció a ayudarla.–Podemos inventarnos una canción sobre lavar los platos. Además, si me voy ahora a mi habitación, ahí estarán Roger y Gordon queriendo darme lata.
–Lo que les pasa es que te tienen envidia, ¿por qué no subes y les das una buena tunda de una vez?
–No me apetece.
–Pero tú odias lavar los platos.
–Y tú también. Acabarás antes si te ayudo.
Así pues, en esa noche tan normal y corriente, los dos se fueron al sótano donde estaba el lavadero.
Pero Molly estaba en lo cierto. Esa noche sí que iba a pasar algo extraño, y estaba a punto de ocurrir.
...
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Molly Moon, y el increíble libro del hipnotismo
RandomMolly Moon, una niña enfrentando su día a día y siguiendo la rutina en el orfanato de Hardwick House. Siempre fue así, hasta que encontró "algo". Ésta es la historia del pequeño secreto de Molly, con lo que hizo cosas muy grandes.