Capítulo 4

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Si alguna vez Molly y Rocky sentían rabia porque sus padres, fueran quienes fueran, los habían abandonado, la canción de la señora Trinkleburry les quitaba un poco la pena.

Pero la señora Trinkleburry ya no vivía en el orfanato. En cuanto Molly y Rocky dejaron de usar pañales, la echaron.
Ahora sólo venía una vez por semana para ayudar a hacer la limpieza y la colada. Molly y Rocky soñaban con que se encontrarían más bebés en la puerta del orfanato, para que así pudiese volver la señora Trinkleburry; pero nunca se encontró ninguno. Llegaban niños, pero éstos ya andaban y hablaban, y para ahorrar dinero, la señorita Adderstone utilizaba a Molly y a Rocky de niñeras.
La niña más pequeña del orfanato, Ruby, tenía cinco años y hacía mucho tiempo que no llevaba pañales, ni siquiera por la noche.

Estaba anocheciendo. En la distancia Molly oyó el sonido ahogado del reloj de cuco de la habitación de la señorita Adderstone dando las seis.

–Vamos a llegar súper tarde–dijo, cogiendo su camisón que estaba colgado en un gancho en la puerta.

–Sí, le va a dar un telele–combinó Rocky, mientras cruzaban corriendo el pasillo.

Los dos niños se enfrentaron a la carrera de obstáculos que suponía el camino hasta la sala de reuniones; un recorrido que habían hecho miles de veces. Doblaron una esquina deslizándose sobre el pulido suelo de linóleo y bajaron los escalones de tres en tres. Sin hacer ruido, y apenas sin aliento, cruzaron de puntillas el suelo de baldosas del cuarto de la tele en dirección a la sala de reuniones de paredes de madera. Entraron sigilosamente.
Nueve niños, de los cuales tenían menos de siete años, estaban en fila, apoyados contra la pared. Molly y Rocky se pusieron al final de una de las filas, junto a dos niños de cinco años muy simpáticos, Ruby y Jinx, esperando que la señorita Adderstone no hubiera llegado ya a sus nombres al pasar lista. Molly miró a algunas de las caras antipáticas de los niños mayores que tenía enfrente. Hazel Hackersly, la niña más malvada del orfanato, miró a Molly entrecerrando los ojos. Gordon Boils hizo el gesto de cortarse el cuello con un cuchillo imaginario.

–¿Ruby Able?–leyó la señorita Adderstone.

–Presente, señorita Adderstone–dijo con su vocecita de pito la pequeña Ruby, de pie junto a Molly.

–¿Gordon Boils?

–Presente, señorita Adderstone–dijo Gordon, haciéndole una mueca a Molly.

–¿Jinx Eames?

Ruby le dio un codazo en las costillas.

–Presente, señorita Adderstone–contestó.

–¿Roger Fibbin?

–Presente, señorita Adderstone–dijo el chico alto y delgado que estaba junto a Gordon Boils, mirando a Molly con maldad.

–¿Hazel Hackersly?

–Presente, señorita Adderstone.

Molly soltó un suspiro de alivio. Ahora venía su nombre.

–¿Gerry Oakly?

–Presente, señorita Adderstone–dijo Gerry, que tenía siete años, metiéndose la mano en el bolsillo para impedir que se escapara su ratoncito domesticado.

–¿Cynthia Redmon?

–Presente, señorita Adderstone–dijo Cynthia, guiñándole el ojo a Hazel.

Molly se preguntaba cuándo dirían su nombre.

–¿Craig Redmon?

–Presente, señorita Adderstone–gruñó el hermano gemelo de Cynthia.

La señorita Adderstone parecía haberse olvidado de Molly. Qué alivio.

–¿Gemma Patel?

–Presente, señorita Adderstone.

–¿Rocky Scarlett?

–Presente–dijo Rocky, sin resuello.

La señorita Adderstone cerró su cuaderno de un manotazo.

–Como de costumbre, Molly Moon no está presente.

–Estoy aquí, señorita Adderstone.–Molly apenas podía creerlo. La señorita Adderstone debía de haber leído aposta su nombre el primero, para marcarla como ausente.

–Ahora ya no vale.–dijo la señorita Adderstone, temblándole los labios–Esta noche te toca lavar los platos. Edna se alegrará de tener la noche libre.

Molly cerró los ojos afligida. La idea de que algo especial podía ocurrirle esa noche se estaba desvaneciendo rápidamente.
Estaba claro que esa noche iba a ser como tantas otras, llena de problemas.

...

Molly Moon, y el increíble libro del hipnotismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora