Prólogo

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"El origen del grifo se remonta a un viejo cuento protagonizado por un águila, un león y un mago. El león siempre estaba en guerra contra el águila, presumiendo que era el animal más fuerte pues con su sola presencia y su potente rugido intimidaba y demostraba que era digno de llamarse rey de los animales. Por su parte, el águila respondía a sus provocaciones demostrándole que con sus poderosas alas y su magnífica vista era el señor de los cielos, y también digno de portar el noble título. Y así día tras día se formaba una pelea verbal sobre quién era mejor.

En una torre cercana a la guarida del león y el nido del águila, vivía un anciano y sabio mago que, cansado de las constantes peleas entre ambos animales, los reunió un día y les hizo saber las cualidades de cada uno, y pidió que no volvieran a pelearse pues cada quien era digno de llamarse rey en su propio terreno. Ambos asintieron e hicieron las paces prometiendo no volver a pelear, pudiendo el mago volver a su torre en paz.

Pero la tranquilidad no duró mucho, pues pronto volvieron las riñas y estas eran cada vez más agresivas. Cansado y enfadado con el león y el águila por haber roto su promesa de no volver a pelear, el mago empleó todos sus conocimientos y poderes para fusionar ambos animales en uno: cabeza, alas y patas delantera de águila y cuerpo, patas traseras y cola de león. Además, combinaba el porte y el potente rugido del león junto a las fuertes alas y aguda vista del águila, ganando así cada uno lo que le faltaba del otro.

Ya en un mismo ser, el grifo, que así fue como llamó el mago a este nuevo animal, le agradeció a este el haber encontrado la solución a los problemas de ambos, y abriendo sus majestuosas alas, emprendió el vuelo en busca de un nuevo hogar en el que comenzar con su linaje como nuevo soberano celestial y terrestre, como rey de las bestias"

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Un pequeño Tony de 8 años leía entusiasmado su parte favorita de aquel libro de mitología que su adorada tía Peggy le había regalado en su 5° cumpleaños. A pesar de ser un niño muy avanzado para su edad y saber que eran seres fantasiosos los cuáles no existían en el mundo real, aún conservaba una pizca de inocencia, esa que todo niño posee antes de alcanzar la adolescencia, y deseaba con todo su corazón que su animal mítico favorito fuera real: el grifo, ese magnífico ser que combinaba las mejores cualidades del águila y del león en un mismo animal. Era un ser imponente, inteligente, leal, terco y orgulloso, tal y como él, y debía ser esa la razón por la cual era su favorito.

Tan ensimismado estaba en su lectura que no se percató cuando abrieron la puerta de su habitación y alguien ingresó en ella.

-Anthony Edward Stark –habló Howard, congelando al pequeño- Es la 1 y media de la madrugada y mañana tienes clases ¿Se puede saber por qué estás despierto?

Tony alzó la mirada tímidamente, viendo a su padre cruzado de brazos y apoyado en el marco de la puerta, con una ceja arqueada y su rostro serio.

-No puedo dormir... Lo intenté, pero no paraba de soñar y de dar vueltas en la cama, lo siento...

Howard solo suspiró para luego acercarse a la cama de su hijo, tomar el libro y ver en que página estaba; como no, en la parte de los grifos.

- ¿Otra vez leyendo sobre estos bichos?

- ¡No son unos bichos cualesquiera, papá! –gritó poniéndose en pie sobre la cama- ¡No los ofendas! Según la mitología griega, tiraban del carro del dios Apolo y también eran los guardianes de sus tesoros. Además, son feroces protectores ya que combinan lo mejor del águila y del león.

Su padre sonrió: aunque Tony fuese un niño muy inteligente y adelantado para su edad, aún conservaba esa pizca de inocencia.

-Vale, lo siento, no quería llamarlos bichos, pero es que un ser mitad águila y mitad león... No sé cómo debería llamarlo.

Como entrenar a tu GrifoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora