1. Frío

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La noche prometía tormentas, el viento azotaba las ventanas de su oficina mientras los truenos resonaban en la distancia. Pero lo que sucedía afuera no era nada comparado a lo que Hashirama estaba sintiendo en ese momento, mientras leía el informe que tenía en las manos.


     El último rastro del Objetivo fue hallado el día 24 cerca de la capital del País de la Cascada. Las huellas se pierden a pocos kilómetros al suroeste de la ciudad junto a una pila de cadáveres civiles.

     Los cuerpos correspondían a una familia: un hombre, una mujer y dos niños. El vientre de la mujer fue abierto, el análisis indica un estado de gestación avanzado, pero no se hayan rastros del feto en la escena.

     Las huellas del objetivo se detienen junto al cuerpo de la mujer antes de desaparecer.


Él... no sabía que pensar exactamente de lo que estaba leyendo.

Madara había dejado la aldea hacía poco más de un mes. La misión que se le asignó era sencilla, transportar a una de las hijas del Daimio hacia la residencia de su futuro marido. El resto del pago acordado llegó en el tiempo previsto, indicando que la misión había sido un éxito. Sin embargo, Madara no volvió.

Soltó un suspiro cansado, dejando el papel sobre el escritorio mientras apoyaba las manos sobre sus ojos, al fondo de su cabeza podía sentir el inicio de la jaqueca que lo había aquejado durante las últimas semanas.

Todo lo que irresponsablemente había ignorado durante el inicio de Konoha estaba cayendo sobre él. El matrimonio político que su padre había arreglado con la princesa Uzumaki, los conflictos internos que peleaban los ancianos de los clanes, la formación de aldeas y pequeñas alianzas que se alzaban en su contra. Para empeorar su situación, su mejor amiga, una de las personas en las que más confiaba, había desaparecido y no sabía si volvería.

Los pocos shinobi que habían aceptado formar parte del equipo de búsqueda siempre volvieron con las manos vacías. Y aquella, la última expedición, no había sido distinta.

Afuera, las primeras gotas de lluvia empezaron a golpear las ventanas y el techo con fuerza, el ruido que hacían lo sacó de sus pensamientos. Con otro suspiro, se levantó de la silla, decidiendo que había terminado con el trabajo por ese día y sería mejor irse a casa a descansar antes de que el dolor de cabeza empeorara.

Por la ventana alcanzaba a ver como varias personas corrían por la calle, buscando refugio de la inclemente lluvia. Observó las gotas caer y empapar el suelo, la caminata a casa lo dejaría completamente mojado, pero tal vez ayudaría a hacerle sentir mejor.

Antes de que se alejase del vidrio, la puerta se abrió. El ruido suave de las placas de una armadura le hizo voltear, encontrando a su hermano de pie en la entrada. Su rostro serio y tenso llamó su atención enseguida.

"Anija." Saludó, mirando disimuladamente sobre su hombro antes de terminar de cerrar la puerta y crear un sello de silencio alrededor de la oficina.

Tobirama tenía turno de guardia esa noche. El hecho de que estuviese allí en su oficina, activando un sello, significaba que algo le inquietaba demasiado como para que pudiese esperar hasta el día siguiente.

"¿Qué sucede?" Le preguntó, su preocupación flotando en su voz.

El menor se detuvo unos segundos a pensar, luego le miró con tensa seriedad. "Madara está en el pueblo." Dijo.

La sorpresa y la esperanza afloraron en su pecho, haciendo que una sonrisa se formara en su rostro. "¿Cuándo llegó?"

Sin embargo, la cara de su hermano no cambió en lo absoluto. "Podría decir que hace unos momentos, sin embargo, los guardias no recuerdan su ingreso y parece haber rastros de genjutsu en ellos."

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