8. Nubes Oscuras

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Hashirama no está realmente sorprendido del poco interés que estaba mostrando Ashina hacia la Aldea. Después de un breve recorrido, donde hizo un esmero visible en ser cordial y mostrar cada aspecto que habían mejorado en la vida tanto de los aldeanos como de los shinobi, no pudo estar más que decepcionado de la apatía muy bien disimulada del hombre.

Para empeorar su situación, Madara había decidido abandonarlos más pronto de lo esperado. No era tonto, sabía que su amiga no deseaba estar en ese lugar, sin embargo, esperaba poder encontrar un poco de consuelo en su presencia.

Y, si era sincero, estaba preocupado. Mucho.

Su comportamiento había sido más cerrado de lo que hubiese esperado, incluso después de la discusión que tuvieron el día de su regreso. Su lejanía y falta de comunicación habían llegado hasta el extremo de que apenas conseguía respuesta a las cartas y documentos que le enviaba. Comenzaba a pensar que la responsabilidad de cuidar del recien nacido estaba siendo demasiado para ella sola.

Tontamente había creído que, después de la visita de Leiko, Madara estaría más abierta a la idea de permitirle revisar al niño. Sin embargo, sólo había bastado con enterarse de que la anciana ni siquiera lo había podido tocar para saber que cualquier intento volvería a terminar en rechazo.

A esas alturas, habría esperado poder hablar con ella normalmente. Soltó un suspiro suave que su hermano alcanzó a captar, haciendo que levantase una ceja en su dirección. Hashirama se sentía desesperado y no tenía nadie para hablar de ello.

Los lideres de los demás clanes también terminaron por dejarlos, no sin antes volver a darles la bienvenida a los Uzumaki. Después de un poco más de recorrido por Konoha, llevaron a los visitantes a la Casona Senju. Pronto, se vio caminando por el engawa que daba al jardín interior.

"Es un hermoso jardín." Escuchó decir a Ashina después de un tiempo en silencio mientras mantenía la vista fija en el estanque koi que había en el centro.

"Me alegra que sea de su agrado." Sonrió cortes hacia él, sin embargo, era pura formalidad. A pesar de tener su mokuton, no había puesto una sola pizca de chakra en el jardín desde que se había mudado solo, eran los sirvientes quienes había puesto su esfuerzo en mantenerlo hasta el momento.

Sentía su rostro levemente cansado, sonreír todo el tiempo para ellos estaba empezando entumecer sus mejillas. Pronto llegaron a su destino, una pequeña sala con vistas a la parte más tranquila del lugar, y se sintió aliviado de pensar que ese día y ese protocolo estaban cerca de terminar.

En el suelo, frente a la puerta de la sala, ya estaba sentada Chizuru, la jefa de la servidumbre de la casona. Al verlos, la mujer se inclinó hasta tocar el suelo con la frente antes de volver a su posición y abrir la puerta para ellos. Cuando los cuatro hubieron entrado, ella se levantó y se retiró casi sin hacer ningún ruido, dejando la puerta abierta para permitirles ver el jardín mientras el sol empezaba a esconderse detrás de algunas repentinas nubes oscuras.

El espacio se sumió en un agradable silencio, los Uzumaki todavía admiraban la vista del jardín mientras Tobirama servía dos sakazuki y los dejaba frente a Ashina y Hashirama.

"Ashina-sama, Mito-hime, ha sido un honor acompañarlos hoy." Dijo el peliblanco, inclinándose ante ellos.

"¿Nos deja tan pronto, Tobirama-san?" Preguntó el mayor, luciendo poco interesado al respecto.

"Lamentablemente sí." Asintió él.

"Entiendo, espero pase buena noche." Ashina asintió levemente hacia él.

"Igualmente." Dijo el menor, volviendo a inclinarse ante ellos, luego se volvió hacia Hashirama y se inclinó una vez más. "Anija."

El Senju mayor apenas pudo sonreírle, escondiendo su incomodidad tanto como pudo antes de verlo levantarse y retroceder de espaldas. La puerta se abrió y su hermano salió, dejándolo solo con ambos pelirrojos.

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