4. Desconfianza

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Se quedó apoyada en la puerta cerrada, escuchando como los pasos de Hashirama se alejaban por la calle. No lo comprendía, ¿acaso no había tenido suficiente la noche anterior? ¿Cuál era su necesidad de disculparse cuando había dejado tan claro cuáles eran sus pensamientos?

"¿No tiene cosas más importantes que atender?" Preguntó en voz alta, los siguientes segundos del silencio de la casa fueron su única respuesta.

Dejó que algunos momentos más pasaran. Desde la puerta, llegaban los sonidos del exterior. Pasos por la calle, personas hablando mientras tomaban el pálido sol que iluminaba esa hora de la mañana, el llamado ocasional de algún niño que buscaba la atención de alguno de sus padres, los pocos pájaros que aún quedaban en la temporada.

Sonaba a Paz.

Hace algún tiempo ella habría dado lo que fuera por ser parte de esa vida cotidiana... ahora simplemente no le importaba.

Brevemente se pregunta qué pasaría si decidiese salir. Posiblemente todo el ruido matutino se detendría, los vecinos la mirarían y los niños se esconderían con miedo detrás de sus padres. Sería señalada como algo extraño, alguien que no debería estar ahí.

Y ella sabía que tenían razón.

Se separa de la puerta con un suspiro cansado, regresando por el pasillo hacia la habitación. El pequeño todavía descansaba tranquilo sobre su futón desordenado y la vista de su calma fue suficiente para que quisiera recostarse junto a él y cerrar los ojos, pero se mantiene apartada. Sabía que pronto se despertaría y la llamaría a todo pulmón, mientras tanto, ella debía limpiar... al menos un poco. No podía permitirse mantenerse en cama, un ambiente sucio podría enfermarlo y eso era lo que menos quería.

Empieza por la cocina, el espacio no es más que un mesón polvoriento y gabinetes vacíos. Tampoco le sorprende, antes de irse se había asegurado de acabar todos sus suministros de alimentos y las pocas cosas que habían quedado las había guardado como provisiones para su misión.

Se quedó mirando el lugar un momento, recostándose sin ganas contra el mesón sucio. Recuerda perfectamente lo tonta que había sido al pensar que podría alejarse tan fácil de esa aldea maldita, todas las expectativas que había construido en su mente y que terminaron hechas añicos ante la realidad de su vida.

Sacudió la cabeza, tratando de alejar el recuerdo de su propia estupidez lo mejor que pudo, antes de tomar el primer balde que ve y llevarlo hasta el fregadero. Se quedó mirando sin ánimo como el agua caía en su interior, llenándolo hasta que empieza a chorrear por los bordes y se pierde en el desagüe. Cerró el grifo después de un momento, obligándose a sí misma a mantener sus pensamientos a raya.

Encuentra un trapo viejo en uno de los cajones y lo sumerge en el agua antes de empezar. Poco a poco, va pasando la cosa vieja y húmeda por la superficie del mesón, quitando el polvo. Cuando el paño empieza a dejar una desagradable capa de agua sucia, lo sumerge de nuevo y sigue.

Aunque no le toma mucho tiempo terminar con esa parte, se siente extrañamente agotada. Mira el mediocre trabajo que hizo, los pequeños charcos de agua sucia que hay en la superficie son una burla cruel en su contra. Tomó una inhalación profunda antes de verter el agua del balde en el desagüe, demasiado oscura como para seguir usándola, luego extiende su mano para abrir el grifo antes de detenerse.

Vuelve a mirar lo que hizo, lo mal que quedó, y la sola idea de seguir con los cajones y gabinetes hace que quiera encogerse en una pequeña bola y esconderse en su futón donde no tenga que recordar lo inútil que es hacer todo eso. Tiene que recordarse a sí misma la razón por la que lo hace, que es algo necesario, ignorando esa otra parte de sí que simplemente quería dejar las cosas como estaban.

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