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🎍El sirviente que se convierte en Lord 🎍

Era una mañana fresca y silenciosa de primavera en aquel bosque, donde los árboles eran tantos que parecían infinitos. Dentro de este grupo de árboles podemos resaltar un bastante grande y grueso casi al borde de toda la espesura del bosque. Ahí vivía una de las parejas más peculiares que se podrían encontrar.

Una conformada por presas y depredadores.

En una de las habitaciones de este árbol, tres animales yacían dormidos sin muchas ansias de ser perturbados. Sin duda una pareja bastante peculiar conformada por dos ardillas y un murciélago. No solo compartían la cama o el desayuno, sino la vida en una hermosa e inesperada relación.

El primero del grupo en despertar fue una de las ardillas, una de un pelaje rojizo que contrastaba con los pelajes negro y plateado de sus amantes. Con su mirada color ámbar y algo desubicada, se levantó de la cama, bostezando para poder completar su vínculo con el presente. Al por fin lograrlo, pudo notar un cierto malestar en su cuerpo.

— Me siento sudoroso... — pensó mientras tocaba su cuerpo bajo su pijama, estaba todo pegajoso e incómodo. — ¿Hizo calor anoche, o será que...?

Escuchó un suabe bufido tras suyo, y al voltear a ver pudo observar a Ellie siendo abrazada por el depredador, una escena que por más que la viera casi siempre, le seguía siendo tan tierna como la primera vez. Rio bajito y se acercó a ellos, depositando un tierno beso en ambas frentes.

— ...Los quiero.

Se alejó de la cama para retirarse la ropa que llevaba puesta, pero en ese momento la puerta sonó. Caminó hasta ella y la abrió, notando a la castaña con una sonrisa plasmada en su rostro como ya era costumbre. Cargaba con ella una Palanga llena de agua para él.

Saúl se sentía agradecido con la mamífera castaña. A pesar de que dejaron de ser sirviente y Lord, Liz mostraba atención hacia él cooperando y dando lo mejor de sí para sus benefactores, cosa le que parecía muy humilde en ella, por eso era tan apreciada como a un miembro más de la familia y no como la sirvienta que alguna vez fue. Supongo que son costumbres arraigadas durante mucho tiempo que se reúsan a desaparecer.

— Buenos días Liz, gracias. — Liz asintió y después señaló la cocina, señal que Saúl entendió a la perfección. — En un momento iré, cambiaré mi ropa primero.
Recibió otro asentamiento de la chica y después se retiró para dejarlo alistarse. El pelirrojo cerró la puerta y volvió la mirada hacia sus parejas, sonriendo inconscientemente.
Caminó con la Palanga en mano hasta al fondo de la habitación para comenzar a asearse antes de comenzar un día más.
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En otra habitación no muy alejada, unos pequeños cachorros dormían profundamente, hasta que un llanto considerablemente alto los perturbó de sus sueños. El eco del llanto proveniente de la cuna hizo despertar a una pequeña niña de pelaje grisáceo y mirada ámbar. Esta bostezó perezosa y miró directamente hacia la cuna, ya sabía que era su hermanito quien clamaba por atención a todo volumen.
Se levantó de su cama y a paso tambaleante caminó hasta la cuna.
— ... Hola Theo. — dijo con una pequeña sonrisa y mirada adormilada.

La niña vio a su hermanito, quien tenía una carita llorosa y la miraba de igual forma. Antes de que volviera a llorar, la pequeña acarició suavemente su rostro para transmitirle calma y dejase de llorar.

Cuando había conocido su nuevo hermanito quedó maravillada por su pelaje color rojizo, igual al de su papá rojo. Le había encantado la idea de tener un nuevo hermanito, al pasar los días fue ella quien ayudó a su mamá a cuidar a su adorado tesoro.

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