Nueve

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(...)

El recorrido es silencioso. Harry ni siquiera me mira.

Por supuesto, frente a las personas en el bus escolar no se vería normal que conversara con la nada, pero por algún motivo aquello me hirió. Quizás era el sentimiento de indiferencia, aquel que experimente de Harry en vida, o quizás... quizás era el simple recordatorio de que yo ya no estaba vivo y las personas alrededor de mí sí. Que Harry podía sonreírles, podía hablarles y tocarlos sin sentirse como un lunático. 

Cuando por fin llegamos a la parada frente al colegio, el rizado me regaló una pequeña mirada y luego se perdió en el interior. 

Yo me quedé ahí, en el mismo lugar, durante un par de minutos. Veía a las personas caminar a mi lado, las charlas divertidas entre los estudiantes, las mochilas chocando y el ruido de las bicicletas entrar. 

Nadie me veía. 

Nadie me veía tampoco cuando estaba vivo, así que ¿Cuál era la diferencia?

Mis pies se guiaron solos al interior y cuando tocaron el suelo de mármol blanco mi cuerpo entero se estremeció. Podía ver los casilleros y los estudiantes caminando, como las personas pasaban sobre mí sin notar mi presencia y por un segundo la idea de no sentirme diferente a como solía ser en vida me asusto. 

Tenía ganas de llorar y mi pecho se oprimió. Vaya ironía, salir de un infierno para entrar a otro. 

Mis pies se quedaron estancados en la mitad del pasillo por un par de minutos hasta que reaccionaron cuando vi a lo lejos a Harry caminar hacia la clase de siempre acompañado de los chicos del equipo de béisbol. 

Mis piernas comenzaron a temblar despacio y salí corriendo hacia el patio delantero de la escuela esperando... rogando, no volver a presenciar escenas como las de ayer. No soportaría seguir viendo a Harry convertirse en aquel maldito monstruo, de lo contrario no sé si sería capaz de seguir a su lado un segundo más y, mirando mis opciones, el rizado es la única persona que quizás me ayude a salir de este infierno. 

Una vez en el patio trasero exploró con mi mirada los alrededores, a esta hora el lugar no suele ser muy transitado. Recuerdo que cuando quería huir de los amigos de Harry solía esconderme aquí justo detrás del árbol de robles donde la bodega de la escuela yacía abandonada y sellada con candado. Recuerdo haberme sentado en el césped seco y llorar por horas hasta que Hannah venía por mí. 

Hannah.

Aquel pensamiento hace que mis pies tomen el camino de vuelta al interior del edificio, pero antes de que pueda ingresar el cuerpo de Liam cruza las puertas y choca conmigo. El repentino encuentro hace que me detenga en seco y mis ojos siguen la imagen del chico, quien camina con pasos firmes. 

Me parece extraño que esté aquí a esta hora y no en la clase de ciencias de la mañana que solía tener junto a Harry y Zayn, pero más extraño aún me parece la manera en que camina hacia el árbol de roble mirando a todos lados asegurándose de que nadie esté en su camino. 

Un instinto extraño me hace seguir sus pasos y cuando veo que su recorrido lo lleva hasta detrás de la bodega mi ceño se frunce en confusión. Ese mismo ceño se convierte con el paso de los segundos en una expresión de incredulidad y mis labios se separan conteniendo un jadeo sorprendido cuando observo a una cabellera rubia aparecer para unirse al joven castaño. 

Niall. Ese es el nombre del otro chico, lo recuerdo por la forma en cómo intentó defenderme ayer en la cafetería. No logro comprender porque los dos están juntos aquí, pero mis dudas son eliminadas, pues unos segundos después veo a Liam sujetar a Niall de las caderas y juntar sus frentes suspirando para después repartir besos por su cuello.

Goodbye, LouisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora