14. Amores lejanos

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Esta tarde no pasa nada

No me puedo olvidar de ella

Hace un mes que la estoy pensando

Y no sé si de mí se acuerda 

Amores lejanos - Enanitos Verdes 

Mayo

Es un domingo por la tarde y estoy sentada en el suelo de la habitación de Marto, mirándolo mezclar de manera bastante increíble lo que grabamos más temprano.

No diría que la electrónica sea exactamente mi escena, pero la mezcla de sonidos es increíble.

Le doy una cucharada al tazón de helado que Martín trajo para mí mientras masajeo los músculos agarrotados de mi cuello.

- Está muy cansada – Me dice. Es una afirmación, no una pregunta, pero asiento de todos modos – Acuéstese un rato, Pick. Termino con esto en dos segundos y vemos una película, ¿le parece?

- Sip – Asiento, mientras me desplazo hacia su cama

Su celular suena. Estoy más cerca de él, así que me estiro para alcanzárselo.

- Es Simón. Contéstele por fa, no quiero interrumpir – Me pide

- Vale

Deslizo mi dedo por la pantalla y contesto la llamada.

La cara que llena el cuadro de video no es la de Simón, sino la de Isa. Su rostro se abre en una sonrisa cuando me ve al otro lado.

- ¡Pick! – Saluda con alegría – Dios es bueno conmigo – Asegura

- ¿Por qué? – Le pregunto con una risita

- Porque estoy a punto de comprar una guitarra y llamaba a Marto para pedirle su opinión, y justo me contestó usted, que tiene una opinión que vale más que la de Marto – Responde

- ¡Escuché eso! – Grita Marto. Isa solo se ríe

- Bueno, muéstrame las opciones – Le digo

- A ver, espere – Me dice mientras gira la cámara

Pensé que estaban en España, pero la tienda luce claramente gringa.

Primero, enfoca a Simón. Está sentado en un banco de la tienda con una Fender CD60 en el regazo, rasgando las cuerdas al ritmo de una canción de Nirvana. Escucho por un momento.

- ¿Está nueva? – Le pregunto a Isa

- Sip – Asegura

- Es muy linda – Observo, porque el acabado de la guitarra es precioso – Y me gusta la reverberación. Muéstrame la otra opción

Isa se desplaza un poco, y veo a Villa con una Martin D-35 sobre la pierna.

Trago saliva.

Él sube la mirada sonriendo. Simón deja de tocar para que pueda oír a Villa tocar los primeros acordes al azar de una canción que no conozco.

Me quedo mirando sus dedos.

Mi cerebro traidor me azota con imágenes de esos mismos dedos sobre el diapasón del banjo mientras se mordía el labio en absoluta concentración para memorizar los acordes.

Los mismos dedos que se deslizaron sobre mi piel, y lograron hacerme sentir lo que nunca sentí con ningún hombre.

- Isa, pregúntale si se sabe "Amores lejanos" – Le pido, para ocupar mi mente en imágenes más sanas

Domingo » Juan Pablo Villamil (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora