38. Números rojos

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Me enseñaste muchas cosas de la cama

Que es mejor cuando se ama 

Y que es también para dormir

Me enseñaste entre otras cosas a vivir 

Me enseñaste que una duda

Puede más que una razón

Pero fallaste en mi gurú

Se te olvidó enseñarme 

Que hago si no estás tú

Me enseñaste de todo excepto a olvidarte

(Me enseñaste - Ricardo Arjona) 

Bogotá, 2020.

Agosto.

Me balanceo sobre mis pies mientras espero que me abran la puerta. Me acomodo la guitarra en el hombro y vuelvo a verificar la dirección, porque se están demorando una eternidad.

Estoy tan nerviosa que podría vomitar.

La puerta del salón de ensayo en el que haremos la grabación del acústico de Susi se abre, y mi corazón se salta un latido cuando veo que un pelinegro de su estatura me ha abierto la puerta. Lleva cubrebocas, así que no puedo ver su cara, pero sé de inmediato que no es él. Los ojos de quien me abre son castaños y normales, no esos ojos verdes, medio caídos en las esquinitas, que se cerraban casi del todo cuando se ríe.

Quiero verlo reírse.

El chico me saluda, me indica que es el encargado de la sala de ensayo y me hace pasar a dónde están los demás.

No suelo trabajar mucho delante de las cámaras, así que todo el despliegue me asombra. Marto le da órdenes a un equipo de gente mientras ponen jarrones con flores en el piso para las primeras pruebas de cámara y cuelgan telas de un modo que parece aleatorio, pero estoy segura de que no lo es, y el escenario se verá hermoso en cámara.

Unos brazos me rodean la cintura y alguien deposita un beso en mi sien. Otra vez, mi corazón hace una acrobacia, y luego se arruga porque claro que no es él. Reconozco las pulseras de hilo en las muñecas que actualmente están sobre mi vientre.

Dejo la guitarra en el piso y giro en redondo para abrazarlo. Es demasiado alto y yo demasiado pequeña, así que básicamente me cuelgo de él, pero no me importa.

- Hola, precioso

- Hola, Pick – Me responde Isaza – La he extrañado mucho

Solo lo abrazo.

Es como si una parte de Villa me fuera devuelta, porque casi siempre donde está uno, el otro anda muy cerca. Toda la familiaridad y la calidez de esos días mágicos parece regresar, y por primera vez soy consciente de lo mucho que lo he extrañado.

- Estoy muy feliz de volver a hacer música contigo – Le digo sonriendo, mientras hundo la cabeza en su cuello. Él se ríe

- Adoro hacer música con usted – Me dice simplemente, como si no hubiera pasado nada

- ¿No me odias? – Pregunto en voz baja

- ¿Por qué la iba a odiar?

- Tú sabes por qué

Domingo » Juan Pablo Villamil (Morat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora