Pueblo

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Tomo un gran respiro para aterrizar, mi cabeza aun da vueltas, siento que hiervo -¿Donde estamos padre ?- Pregunto todavía confundida, lo ultimo que recuerdo es una cabeza..... no, no quiero recordar eso -Estamos en Cananea Armis, hemos llegado mientras estabas inconsciente.- Mi padre me ayuda a poner me de pie mientras mi madre me limpia el sudor de mi cara. No quiero invocarlo pero mi memoria vuelve al extraño del caballo -¿Quien era el que hizo eso?- Una voz detrás de mi padre se alza -Veo que ya conocieron a los apaches, soy Ignacio de Loyola al servicio de Dios.- Es un hombre de la altura de mi padre, viste una túnica negra que le cubre todo el cuerpo menos la cabeza. Esta adornada de una cruz inmensa que cuelga de su cuello, un cinturón del que cuelgan varios, una venda sucia en su mano derecha, un escapulario y una barba blanca, poblada. Es el jesuita que envió la carta.

-Por lo que me han contado también conocieron a Tobias, era mi monaguillo. Hoy esta en su santa gloria, al lado del creador. Hace 5 días desapareció.- Habla de tanto y de una forma indolora sobre el suceso que me causa escalofrió. Volteo mi mirada, todo empieza a tomar forma. La casa es bastante grande como un granero, mi atención es llamada por un grupo de personas que están hincadas enfrente de esta casa, mi vista aun es borrosa. Parecen estar rezando.

-El Septentrión de Nueva España es muy caluroso como lo he dicho en mi carta, aquí arriba es un poco mas fresco, aunque se esta poniendo muy sofocado, es muy difícil traer mi habito en estos días pero no me dejare vencer por Satanás.-Nos platica Ignacio mientras caminamos hacia la casa, ya de cerca puedo distinguir a esta gente, me tira hacia atrás ver que son indígenas, pero no rezan solo se quedan hincados ahí con la cabeza hacías abajo. No pierdo mi vista de ellos he contado diez, de todas las edades, hombre, mujer. Justo antes de llegar vuelvo a poner atención a el Jesuita que hace un señal a mi padre, nos mira -Ya que esta aquí y paso malos tiempo para lograrlo, lo mejor es ponernos a trabajar lo mas pronto posible, pasemos para platicar en privado.- su gesto sugiere que no nos quiere en su platica.

-Ellas vendrán conmigo, ellas son mi vida y saben todo lo que hago.- Su cara se vuelve un revoltijo -Como lo desees, como vieron los indígenas que están aquí me han ayudado a construir esto, ha sido difícil de comunicarnos pero la palabra de Dios rompe cualquier barrera, ya nos entendemos un poco mas.- Abre la puerta , al entrar veo que mas que una casa es una iglesia pequeña con una cruz grande en el centro, una que otra estatuilla por aquí y allá -¿Que hay sobre los apaches? ¿Que tal si se revelan? No nos recibieron con la mejor calidez -Indaga mi padre.- No te preocupes por ellos, son una raza diferentes a estos, ellos viven lejos de aquí. Por lo que he llegado a entender tenían una relación de comercio con estos de aquí, como ya no hay tal están un poco enojados -dice muy despreocupado, tanto que me da coraje.

-¿Poco enojados ? Nos arrojo una cabeza cercenada, la de su monaguillo -Irrumpo exaltada, mi padre me mira, mi madre me sujeta, el jesuita se dirige a mi -Si niña estas cosas, que andan desnudas, que no tiene casa ni asiento determinado, no comen mas lo que las tierras voluntariamente producen tuna, maguey y otras yerbas, de vez en cuando un pescado del rió. He temido de mi vida cientos de veces. Por querer satisfacer su hambre me espanta que nos maten y nos coman pero Dios me ha explicado como tratarlos, somos superiores a ellos, preferiría que no volvieras a interrumpirme o saldrás de aquí.- Me suelto de los brazos de mi madre, salgo por la puerta, estoy furiosa. Me ciega la ira, estrello la puerta a mi salida. Al oír el sonido, mi mente recuerda mis berrinches en México.

Me quedo parada, me agacho, abrazo mis rodillas, ya no quiero ser esa persona. Mas sin embargo ha vuelto, eso me hace enojar mas. Siento una mano en mi cabello, una mano pequeña volteo, es un indígena de muy poca edad unos 10 años, miro sus rasgos son tan peculiares. Sus ojos muestran dolor, otra mano mas adulta lo quita de mi vista. Al pararme todos se acomodan, como si fuese su general. Tiene trapos blancos como ropa, en disparidad con su tono de piel que es café-rojizo fuerte, curtido por el sol. Tengo miedo de ellos, me levanto, me dirijo hacia el doctor que esta haciendo un campamento junto con los demás. Busco mi equipaje el que pude traer, busco el libro de medicinas que me dio mi madre pero no lo encuentro, para empeorar todo , lo deje en el carro. Mientras mi coraje baja, encuentro una libreta, leo cartas que hoy no tienen un ningún sentido, las escribí antes cuando vivía en México, me río de tantas cosas estúpidas que he escrito, al dar la vuelta ala pagina hay un pequeño calendario, 20 de Mayo de 1760 no recordaba la fecha desde que salimos.

Mientras sigo leyendo, veo alrededor. Me acostumbro a donde viviré los próximos años de mi vida no me incomoda, me he adaptado bien para mis caprichoso ser. La casa se encuentra a unos veinte metros de un cerro de piedra caliza color blanco. La casa/iglesia le da la espalda al cerro, enfrente de ella se encuentra un planicie bastante grande, atrás del cerro se levantan las montañas. Sigo explorando con mi mi vista cuando mi padre llama mi nombre -Armis, no vengo a sermonear, ya fue bastante con lo de Ignacio, fue muy prepotente, le he dicho que no lo vuelva a hacer. También te digo a ti que no lo vuelvas a hacer, interrumpir de manera errática una conversación. Piensa lo que dirás primero, analiza la situación.- No pudo pronunciar palabra por que es verdad lo que dice, me alegra que mi padre me haya defendido -Iremos en una expedición hacia donde Ignacio dice estar el metal , quiero que tu madre y tu se queden aquí organicen todo, volveremos al anochecer.- Se veía un poco cansado, por el viaje, por todo, pero se que su fuerza su fuego sigue ardiendo no viajo hasta aquí para descansar.

Me conduzco hacia mi madre que esta con los demás, el arquitecto Matias Lustre, toma su maletín y se va con la expedición que esta apunto de salir -Madre ¿cuando traerán las pertenecías restantes? tengo pertenencias muy importantes ahí -indago -Cuando vuelva tu padre le recordare, lo mas probable mañana.- Veo a Enrique pasar, veo su mano sin la gasa que le pusimos -¿Como esta tu mano Enrique?- Tomo su mano y la examino -Mejor ya se cerro, la herida gracias.- Me siento en las nubes que mi primer curación tuvo éxito, quiero seguir haciéndolo.

-Podrías traer un poco de agua Armis, esta adentro de la casa de Ignacio.- asiento con la cabeza, me dirijo hacia allá, los Indígenas siguen ahí, pero ahora están sentados y hablan entre si , como si la ausencia de Ignacio de Loyala fuese mas bendita que su palabra. Su hablar es interesante me detengo en la puerta para oírlos, sin voltearlos a ver intento descifrar que dicen. Me causa tanta curiosidad su forma de pronunciar palabras. Me distrae un llanto , volteo es el niño que me toco el cabello , la misma mujer que lo arrebato de mi vista le aplica una yerbas en una cortada muy infectada.

Dejo la puerta cerrada, me regreso por el botiquín de primeros auxilios que Daniel Lainez me obsequio. Sin preguntar nada tomo su brazo, se resiste pero al ver que lo curo el y su madre me dejan hacer mi tarea. Los demás hacen un circulo alrededor de nosotros, me concentro en curarlo. Por mi mente se repiten las palabras de mi padre " tenemos que cuidarnos entre nosotros" me di cuenta que ellos son parte también de nosotros , no hay porque tener miedo. Por dentro son igual ami, yo soy igual a ellos. Termino lo veo a la cara, su rostro me recuerda al hermano que perdí , que nunca pude amar. Lo abrazo, le doy un beso en la frente.

Carne De CaballoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora