CAPITULO 1: UN GRAN DETECTIVE, UN NUEVO CASO POR RESOLVER

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Tan solo era otro día más, mis dolores de cabeza cada vez eran más fuertes, trate de ignorarlo mientras movía distraídamente el lápiz que tenía en mi mano pero me fue imposible, así que salí de mi oficina para tomar algo de aire fresco, de repente oí una molesta voz que me decía:

-Jefe ya vio el periódico hoy? La primera página va dedicada a su última hazaña. Jake la última adquisición halagadora del departamento de investigación fue quien habló. Genial mi migraña iría en aumento, a mis 35 años yo era considerado un profesional muy exitoso, 8 años de crímenes resueltos y de delincuentes tras las rejas lo confirmaban, no era de extrañar que los novatos como Jake de tan solo 23 años estuvieran impresionados, yo solo hacía mi trabajo; en términos generales se podría decir que mi vida era perfecta, claro sin contar mis repetidos episodios de migraña que cada vez se hacían más frecuentes.

En mi bolsillo mi celular sonó, un mensaje: Ethan será mejor que vengas.

-No tendrá más de 25 años, un verdadero desperdicio.

Ese fue el saludo con el que fui recibido por Andrew, el criminalista.

En ese momento se acercó Thomas el director del departamento, mi superior, él también se tomaba su trabajo en serio, por lo general era el primero en llegar a las escenas del crimen, en este caso un oscuro callejón que algunos habitantes de calle habían convertido en su hogar.

-Ethan, vi la prensa esta mañana, felicitaciones. Lastimosamente como sabes el crimen no descansa.

- ¿Nuestra victima tiene nombre?- dije

- Jill Roberts, 24 años, caucásica, cabello castaño oscuro. Apuñalada.

- ¿Posible homicidio por hurto?- aventuré

-No lo creo, tenía su bolso cuando fue encontrada y dinero en su billetera.

-¿Testigos?

- 1 habitante de calle encontró el cuerpo por la mañana, otros dicen haberla visto discutiendo con un hombre mayor en la noche.

Me acerqué al cuerpo, en verdad era muy bella, me sentí extrañamente atraído hacia ella, una mujer así no debía morir tan pronto.

-Lindo vestido. Afirmé.

                                                                                         * * *

Romeo: … Sal, hermoso sol, y mata de envidia con tus rayos a la luna, que está pálida y ojerosa porque vence tu hermosura cualquier ninfa de tu coro…

Julieta: ¡Pobre de mí!

Romeo: ¡Habló! Siento de nuevo su voz. ¡Ángel de amores que en medio de la noche te me apareces, como emisario de los cielos a la asombrada vista de los mortales, que deslumbrados te observan cruzar con vuelo muy rápido las esferas, y mecerse en las alas de las nubes!

Julieta: ¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? ¿Por qué no renuncias al nombre de tus padres? Y si careces de valor para tanto, ámame, y no me tendré por Capuleto.[1]

Jill no podría estar más contenta, había ganado el papel por el que muchas matarían, ella era Julieta, y se veía muy hermosa observó El.

-Ser o no ser.

La voz de Thomas me sobresaltó, estaba observando las fotos tomadas a la reciente escena del crimen, 7 puñaladas en el pecho.

-¿Qué dices?

-Nuestra chica era una actriz de teatro, tenía un carné en su bolso de una pequeña compañía teatral.

-Ethan eres el mejor en esto, -continuo- sabes que no quiero presionarte, pero los medios ya comienzan a hacer preguntas y bueno si no les damos una teoría comenzarán a sembrar el terror en la sociedad. Bien te dejo trabajar.

De vuelta a las fotos y con la nueva información suministrada por mi jefe Thomas, mi mente comienza a tejer ideas de un posible asesino y su posible motivo, ella era una chica linda, joven, actriz, que haría en un callejón y con ese vestido?, definitivamente me inclinaría por pensar que tenía una cita o tal vez era de esas mujeres que salen a la calle siempre como si fueran a un matrimonio? Poco probable parecía una mujer sencilla, tenía sus pertenencias, entonces no fue un hurto, así que lo mas probable era que ella conociera al asesino o por lo menos este último la conocía a ella, dada su ocupación no sería descabellado pensar que era un “fan” obsesionado con ella que por algún motivo la mató.

Porque Jake no llegaba de una vez con las benditas declaraciones de los indigentes, ¿en serio era tan difícil?.

Abrí la puerta de mi apartamento, el reloj marcaba las 8pm, dejé mi abrigo en el perchero, el rostro de esa chica seguía dando vueltas en mi cabeza, no era algo que pasara muy a menudo, por lo general evitaba sentir toda clase de emociones con respecto a las víctimas de mis casos, pero había algo en ella, algo…

De imprevisto una escandalosa alarma de un carro me sacó de mi ensimismamiento, malditas cosas inoportunas e inservibles, que nadie iba a apagarla? Tenía una teoría respecto a eso: alguien lo encendía en el preciso momento en el que más estaba disfrutando de mi sueño o justo cuando estaba a punto de resolver un caso y venía seguida de un grave episodio de migraña.

Después de pasearme media hora por los canales sin decidirme que ver, la programación era más mala cada vez, lo mejor sería dejar ese gasto inútil y cancelar el cable; me dirigí a la cocina en busca de una píldora para mi ahora, insoportable migraña, el reloj marcaba las 9:34pm.

                                                                                      * * *

-¿DÓNDE ESTÁ LA CAJA FUERTE?

-No lo se.

El pequeño es despertado por los fuertes gritos, sabe que algo anda mal, temblando solo atina a esconderse bajo su cama, lo único que ve desde ahí es su reloj en forma de oso.

-Última oportunidad, sería una verdadera lástima preciosa. ¿D-o-n-d-e está la caja fuerte?- graznó el hombre del extraño tatuaje en su sien izquierda.

Asustada, Evelyn buscó desesperadamente entre sus recuerdos, su esposo no le había confiado ni siquiera a ella la ubicación de la caja fuerte, - No saber te protegerá- había dicho él, sus palabras tomaban un tinte irónico en este momento.

10pm en punto era la hora exacta cuando sonó el 1 disparo, luego un gritó ahogado, una puerta abriéndose 3 segundos después el segundo disparo; la escena se veía tal como lo recordaba: la sala desordenada, los cuerpos inertes de la pareja en el tapete, 2 charcos rojo brillante al lado de cada uno que comenzaban a unirse,  solo que esta vez él estaba ahí y ya no era un niño.

[1] Romeo y Julieta, William Shakespeare. Acto 2 escena 2.

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