CAPITULO 4 HENRY: UN PADRE SOLTERO

38 2 0
                                    

El cáncer se había llevado a Megan demasiado pronto, ella era la única que había creído en él y lo había ayudado a mantenerse sobrio, fueron unos años maravillosos los que compartieron juntos y luego cuando llegó Jill su felicidad estaba completa, era una hermosa niña poseía los ojos castaños y la gracia de su madre, de él había heredado un precioso cabello ondulado color chocolate; recordaba Henry mientras observaba esa foto que tanto le gustaba, salían los 3 sonrientes meses antes del día en el que el médico dio el fatídico diagnóstico, él jamás olvidaría aquel día: -cáncer terminal- fueron las palabras del Dr. Simón mientras las pronunciaba acomodaba sus pequeñas gafas en el puente de su nariz.

–Lo lamento, puedo prescribirle medicamentos paliativos y así sobrellevar el dolor, pero es lo único.

Ya era demasiado tarde para un tratamiento con quimioterapia, por desgracia el cáncer se había esparcido por casi todo el cuerpo de Megan; los dos meses siguientes fueron infernalmente lentos, la agonía de Megan era insufrible tanto para ella como para su familia y la pequeña Jill había tenido que ser testigo de eso, la escabrosa baja de peso de su madre, los gritos de dolor en la madrugada que en sus últimos días ni siquiera la morfina mitigaba.

Poco después de su muerte, Henry no tardó en volver a sus viejos hábitos, obligando a Jill a valerse por sí misma, sin embargo ella jamás lo había abandonado y él sabía que jamás lo hubiera hecho.

Jill se las había arreglado para terminar el colegio y pagarse unas modestas clases de teatro, trabajando como mesera; luego había hecho lo imposible por entrar a una compañía de teatro estaba cansada de hacer papeles secundarios sabía que tenía madera para interpretar grandes personajes y casi lo había logrado, si bien era una muchacha alegre y simpática no tenía demasiados amigos, ni novio o eso creía Henry, hasta hacía 2 semanas cuando había escuchado a hurtadillas una conversación telefónica:

-Tú me haces feliz.- dijo ella.

La conversación se repetía una y otra vez en su mente, no ella no, ¿como era posible? Su pequeñita había encontrado a alguien más y no tardaría en querer irse de su lado.

EQUINOCCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora