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–Hola...–susurró un David alegre. –Te extrañé...

A Marcos se le removió el corazón y se le hizo un nudo en el estómago, sonrió ampliamente al ver los ojitos de David tan iluminados, que deseó tele transportarse hacia cualquier lugar en donde pudieran estar ellos dos solos.

–Hola pequeño –dejó la maleta aun lado, permitiéndose abrazar a David contra su cuerpo, sintiéndose completo al hacerlo. –Te extrañé mucho... –susurró.

El abrazo duró menos de lo que ambos hubieran querido, pero para no incomodar a las demás personas optaron por dejar el aeropuerto y unas horas después ya estaban en casa de Marcos.

Durante el trayecto no habían hablado mucho, por lo que David estaba nervioso y ansioso en demasía, pues no estaba seguro de qué hacer o qué decir y mucho menos qué esperar.

Al entrar a la casa había mucho alboroto, era un lugar nuevo para el castaño y no supo en qué enfocar la vista. Marcos se sintió sorprendido y confundido, Edgar parecía alterado e iba de un lado a otro con mucha prisa, tan alterado que ni se había percatado de su presencia.

–¿Pasa algo? –preguntó Marcos confundido.

–¡Marcos! –escuchó la voz de su madre y al verla David intuyó quien era y se soltó del agarre en su mano. –¿Por qué no avisaste que venias?

–Quería sorprenderlos, supongo. ¿Pasa algo?

–¡Marcos! –volvió a escuchar el nombre del rubio, pero esta vez era una voz demasiado conocida para su gusto, quien llamaba la atención de todos. –¿Qué haces aquí?

–Yo también te extrañé hermano.

David se sintió demasiado confundido, sorprendido y un tanto incómodo, pues el ambiente en esa casa no era muy agradable, miró a Marcos buscando respuestas pero estas no llegaron. No supo qué decir y mucho menos si debía hablar, la mirada de Max se cruzó con la suya y supo que algo iba mal porque aquel pelinegro se había tensado visiblemente.

–¿Me acompañas al despacho? –Max sonó un tanto indiferente, dirigiéndose únicamente a su hermano, ni siquiera había saludado al castaño. –Hay algo que tengo que hablar contigo. Marcos no contestó.

–Edgar, ¿Podrías llevarlo a mi habitación? –la voz del rubio también había cambiado. –Iré en cuanto me desocupe ¿Estarás bien? –se giró hacía David, tomando su rostro entre sus manos, el castaño simplemente asintió.

Dejó el equipaje ahí mismo, a sabiendas que Edgar haría el trabajo de llevarlo junto a su niño preferido. Siguió a un muy nervioso Max, un tipo muy diferente a la vista de lo que su hermano suele ser.

–Y bien, ¿Qué pasa? –preguntó el rubio.

A Max le tomó menos tiempo del que hubiera querido para contarle todo, sentía que se le estaba escapando algo, pero de la misma forma se sentía comprometido a no involucrar demasiado a su hermano así que maquilló las cosas que se veían más negras.

–Ese tipo es un delincuente, te aseguro que no se va a salir con la suya. –Marcos estaba evidentemente enojado, el ceño fruncido y la vena remarcada a la orilla de su sien lo confirmaban. –¿Qué planeas hacer ahora?

–Por lo pronto...tengo que alejar a Isaac de mí. –se tuvo que tomar un momento, para que su voz no fallara. –La idea de que Israel o alguien más, ponga siquiera un dedo sobre él...me enferma. –suspiró. –Además, supongo que mi abuelo tiene razón, Daniela está esperando un hijo mío, ninguno de los tres se merece sufrir aún más por mi culpa.

F A L L I N GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora