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Isaac despertó confundido y con la vista empañada, sintiendo un dolor intenso en el brazo izquierdo por el catéter que ahí estaba, le tomó varios minutos poder recomponerse, pero deseo con todas sus fuerzas seguir inconsciente cuando la realidad se cayó sobre su cuerpo como si de un balde de agua fría se tratase.

Quiso gritar, pero sintió la garganta lo suficientemente seca como para que pudiera salir algo de su boca, buscó con la mirada a alguien, quien fuera. Se arrepintió inmediatamente cuando la persona que entró por la puerta de la habitación fue Jovanny.

–¿Cómo te sientes? –murmuró, acercándose a la camilla. –Estabas en un estado de shock y tuvieron que sedarte, se supone que duraba unas cuantas horas, pero has dormido dos días, apuesto a que no habías estado durmiendo nada bien...

–¿Mi...mamá? –susurró.

–Ella está...no iba a enterrarla sin ti...–murmuró, Isaac parecía más tranquilo con su presencia, por lo menos no estaba tratando de echarlo de ahí. –Cuando salgas de aquí lo haremos, el hospital se está haciendo cargo de lo que sea necesario –sonrió, intentando ser cálido. –Te hicieron algunos análisis, tienes algo de anemia y...

–No quiero saberlo...simplemente quiero salir de aquí. –lo interrumpió.

Jovanny lo comprendió, nada debería estar siendo fácil para él.

Unas horas después, uno de los doctores se había acercado al cuarto para darle de alta y después de una plática sobre los medicamentos que debía tomar, a la que Isaac no le había tomado mucha importancia, pudieron salir del hospital.

Jovanny lo guio hasta el estacionamiento del hospital, subiéndose ambos al auto del mayor, Isaac lo intentó, quiso hablar para entablar una conversación o para comenzar un cuestionario que le ayudaría a resolver los nudos en su cabeza, sentía la curiosidad quemarle el pecho, pero el nudo en la garganta se lo impidió por completo.

Llegaron a la casa de Isaac, todos estaban ahí y eso seguía siendo un tanto confuso para él, demasiado para digerir.

David estaba en uno de los sofás de la sala, con la cabeza descansando sobre el regazo de Marcos, simplemente al escuchar que la puerta se abría, se levantó. Se quedó estático unos segundos en los que Isaac veía a su alrededor, observando a todos los que estaban ahí.

Corrió a alcanzarlo, abrazándolo con fuerza, intentando darle algún tipo de consuelo para calmar su dolor. Sintió que el rubio reaccionaba a su toque y le devolvía el abrazo, casi con la misma fuerza.

Después de algunos minutos sintió que los brazos del rubio aflojaron su agarre y supo que era momento de soltarlo. Isaac volvió a recorrer la sala con la mirada, en parte sintiéndose agradecido de que estuvieran ahí, pero la tristeza se cernía con tanta fuerza sobre todo su ser que lograba reemplazar cualquier sentimiento, incluso el sentimiento de incomodidad por ver a Marcos ahí.

Fue incapaz de decir palabra alguna, subió las escaleras lentamente, nadie le pidió que se quedara, todos parecían comprender que lo que Isaac necesitaba en esos momentos era estar a solas, aunque la idea era estúpida, comprendían que el rubio tenía mucho por digerir.

Unas horas más tarde, gente del hospital y de la funeraria comenzaban a llegar, trayendo todo lo necesario y arreglando lo que hacía falta, David corrió escaleras arriba, sabiendo que Isaac debía estar ahí cuando el cuerpo de su madre llegase.

Llegó a su habitación, pero no estaba ahí, buscó en la siguiente, pero fue el mismo resultado, lo encontró en la habitación que parecía ser de Hilda, las paredes pintadas de rosa con portarretratos le dieron una cálida bienvenida, encontró al rubio entre las sábanas de la cama, con la mirada perdida en algún punto fuera de ahí, recibiendo los cálidos rayos del sol que se colaban por la ventana.

F A L L I N GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora