ocho.

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Aris

Usé mi motocicleta para ir a la casa de Temo. Sabía que era riesgoso ya que la prensa sabía qué buscar, pero también pensé que, dado que tenía dos ruedas y no cuatro, sería mucho más fácil de maniobrar si lo necesitaba.

A las ocho, entré a su patio y puse mi motocicleta en su garaje como él sugirió, cerrando la puerta para que mi moto no se viera. Llamé a su puerta. Contuve la respiración y esperé. Momentos después, Temo llegó a la puerta con un delantal sobre su ropa y una sonrisa en su rostro.

—Hola. Pasa. —Se apartó para que yo pudiera entrar. Entré al pasillo de la encantadora casa de Temo en los suburbios de Dover.

—Tu casa es preciosa, —dije mientras miraba a mi alrededor.

Temo caminó por el pasillo hasta la parte trasera de la casa. —Gracias. Te daré un tour apropiado más tarde, pero por ahora regresaré a la cocina. —Lo seguí a una espaciosa cocina y comedor, con la mesa preparada a la perfección. Temo se había esforzado mucho por mí y estaba muy impresionado. Los olores que llenaban la habitación eran increíbles.

—Maldición, eso huele bien. —Sonreí—. ¿Hay algo que pueda hacer?

Temo se rió. —Esta vez no. Pon tu trasero ahí y siéntate. Hay vino en la mesa por si quieres servirte un poco.

—¿Quieres algo? —pregunté. Temo asintió, y le serví una copa grande, llevándolo hacia él mientras cocinaba. Deslicé mis manos sobre sus caderas y coloqué mis brazos alrededor de su cintura, metiendo mi rostro por encima de su hombro—. ¿Qué estás haciendo? —Le pregunté, acariciando su cuello.

—Un desmadre si sigues haciendo eso.

Bajé mis manos de él y di un paso atrás. Temo gimió ante la pérdida de contacto entre nosotros. Sonreí, y me miró por encima del hombro. —Eres malo.

—¿Lo soy? —Me reí. Un paño de cocina aterrizó en mi cara y reí más mientras regresaba a mi asiento en la mesa. Observé mientras se movía por el espacio, haciendo malabares con ollas, sartenes y utensilios con una gracia sin esfuerzo mientras continuaba cocinando lo que fuera que estuviera haciendo ese olor increíble llenaba mi nariz—. ¿Qué estás haciendo?

—Pollo a la miel y chile de Cachemira con arroz bastami y naans de ajo y cilantro.

Este hombre iba a llegar a mi corazón a través de mi estómago—. Maldición, esa es mi comida favorita. ¿Tendremos postre? —Le pregunté descaradamente.

—Tal vez. —Sonrió. Terminó de recubrir todo y lo llevó todo a la mesa. Dejó el plato delante de mí, y pude ver la obra maestra que era la comida de Temo.

—Wow. Se ve increíble.

Él se ruborizó de nuevo. —Gracias. Espero que te guste.

—Temo, es mi favorita. Me va a encantar. —Y como para probar el punto, cogí un poco de arroz en mi tenedor y lo puse en mi boca. Sabía increíble. Gemí. —Jesús, Temo. Esto es fantástico, —dije con la boca llena. Temo parecía muy satisfecho de sí mismo y empezó a comer de su propio plato.

Después de la cena, nos dirigimos al sofá, ambos bien alimentados y disfrutando del vino y la conversación. —Gracias por esa comida. Fue maravillosa. Eres maravilloso.

Su cara se inundó de color. Esto se estaba convirtiendo en algo que me gustaba ver. Se veía sexy como el infierno cuando su cara se ponía roja y me encontré a mí mismo tratando de hacer cualquier cosa posible para animarlo.

—Eres sexy cuando te sonrojas, —dije, tocando las puntas en su cabello.

—Creo que podrías estar sesgado.

malang | aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora