siete.

284 43 24
                                    

Temo

He estado bastante distraído desde la noche en Dover con Aris. Lo pensé, lo sobreanalicé y lo pensé un poco más. Esperaba tener noticias sobre él, pero aparte de un mensaje o dos, no hubo nada significativo. No sabía si se arrepentía de lo que pasó, o si simplemente no estaba tan interesado de mí después de todo.

Me sorprendió un poco recibir un mensaje de él después de eso.


Hola Temo, me estaba preguntando si todavía necesitas ayuda. A x


Miré la A en la pantalla y la pequeña X después. ¿Se puede dar tanto valor por incluir la vigésima tercera letra del alfabeto? Querido Dios, ¡por qué estoy tan pensativo! Pulsé a responder.


Claro, tengo una entrega de una montaña de cajas delante de mí en este momento. ¿Harás algo hoy?


Pensé en agregar una 'x' por mi cuenta y decidí no hacerlo. La respuesta de Aris fue inmediata.


¡Dime dónde y estaré allí lo antes posible! =D


Respondí que todo está en la casa en construcción, guardé mi teléfono, y me puse a trabajar hasta que él llegara.

Veinticinco minutos después, Aris estaba de pie frente a mí con una barba más poblada y una sonrisa.

—Hola.

—Hola a ti, —respondí, incapaz de resistirme a sonreírle—. ¿Listo para trabajar?

—Por ti, cualquier cosa. —Me guiñó el ojo. Dios, cuánto deseaba que eso fuera verdad, sobre la fundación, y sobre mí. Me estaba dando esa mirada que hacía imposible pensar con claridad, y ahora que nos habíamos besado, me hizo pensar en lo bien que sus labios se sentían contra los míos.

—Sígueme. —Indiqué y caminé a una de las habitaciones. Aris me siguió y se detuvo cuando miró hacia dentro.

—¿Tienes que hacer todo eso?

Me reí. —Sí. Hay un juego como este en cada habitación y tenemos veinticuatro dormitorios. Dijiste que estabas listo para enfrentar a una montaña de cajas, —le recordé.

—Cristo, no estabas bromeando cuando dijiste que era una montaña. —Miró a su alrededor con temor.

—¿Quieres una habitación para ti, o quieres trabajar en parejas?

Apenas había terminado mi pregunta cuando él respondió. —Parejas.

—De acuerdo. —Asentí y le entregué un cinturón de herramientas con todas las herramientas habituales colgando de él—. Entonces vas a necesitar esto. —Lo miró, lo colgó a la altura de sus caderas, y agarró la caja más cercana.

—Sigamos con esto entonces. —Levantó una ceja y sonrió.

Este hombre va a ser mi muerte.




—¡A la verga!

Hice un gesto de dolor. Él falló al darle al clavo y se golpeó el dedo con el martillo con bastante fuerza.

—¡Mierda! Déjame ver.

malang | aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora