16. La eventualidad de los buenos momentos

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Una de mis palabras favoritas es EVENTUALEMENTE, porque me hace creer que todo es posible si soy paciente, que, sin importar los obstáculos, aquello que espero que pase, va a suceder. Esa palabra también encierra otras muchas como: esperanza, resiliencia, paciencia. Muchos dicen que es extraño que tenga una palabra favorita, pero para mí es normal tener una, incluso tengo una lista con palabras que no me gustan en absoluto, pero ese no es el punto aquí, la cuestión es que ahora, justo en este instante de mi vida, el significado y el valor de esa palabra es todo a lo que me puedo acoger.

—Déjame invitarte un postre en la mejor pastelería de San Francisco —me dice Andrea mientras pone su brazo alrededor del mío—. Es mi forma de agradecerte por escucharme anoche.

Andrea me llamó anoche porque no podía dormir y necesitaba hablar con alguien. Me contó que se siente asfixiada por el trabajo y por vivir una vida que no quiere. Yo la escuche y dejé que se desahogara.

Pero parece que hoy se siente mejor, porque está sonriendo y de buen humor, insistió en invitarme almorzar.

—Pagaste el almuerzo, yo puedo pagar el postre.

—Nada de eso, ayer te mantuve sin dormir y lo mínimo que puedo hacer es esto.

—No estaba dormida, yo tampoco he podido dormir estos días.

Mientras yo conduzco hacia la pastelería que ella acaba de mencionar, ella me cuenta que ahora está defendiendo un caso pro bono contra la injusticia salarial de una corporación contra sus empleadas. Aquel caso parece haberle dado una razón para despertarse hoy, pero me pregunto, ¿qué sucederá con ella cuando ese caso termine?

—Las mujeres en esas compañías ganan el 12 % menos que los hombres y realizan el mismo trabajo que ellos. Hay cerca de cinco mil mujeres trabajando en esas compañías que ganan el 12% menos que los hombres y le debemos a esas mujeres luchar por su justicia salarial, así que no me arrepiento por tomar este caso, incluso si mi jefe está molesto conmigo por eso.

Cuando llegamos a la pastelería, ella me dice que me prepare para probar los mejores dulces de San Francisco y posiblemente de ese lado del país.

—Solo tiene meses de inauguración, pero son deliciosos.

El lugar es pintoresco y tiene un aire dulzón, cuando entramos suena una campanilla anunciando nuestra llegada y todo es mucho más pintoresco y casi sacado de un cuento. Hay algunas mesas de color blanco y la mujer que está detrás del mostrador es joven, no mucho mayor que yo y tiene una enorme sonrisa amable en su cara.

—Bienvenidas a Coco pie, lugar de los mejores pies de coco y que no te arrepentirás de comer, excepto si eres alérgico al coco, en ese caso no lo comas. ¿Qué deseas hoy, Andrea?

Por la familiaridad con la que ella saluda a mi prima, asumo que Andrea viene seguido aquí y si los postres son tan buenos como su roma, puedo entender la razón.

—Atenea, ella es Astrid, la dueña de este lugar.

—Es un gusto conocerte Astrid, mi prima no ha dejado de alabar tus postres.

—Espero que mis postres estén a la altura de sus cumplidos, aunque no sé exactamente que cumplidos te ha dado, pero son cumplidos y todos son bien recibidos... y ahora dejo de hablar.

Andrea pide un pedazo de torta de nuez y chocolate, y un pie de limón.

—A mi jefe le gusta el pie de limón y estoy segura que este postre hará que este menos enojado conmigo.

—Yo llevaré una porción de tiramisú.

Andrea insiste en pagar y yo la dejo, pero le digo que la próxima vez invito yo.

No seremos ese ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora