17 ¿Por qué las relaciones no son fáciles?

1.5K 247 32
                                    

Es Raymond quien se aleja primero y la mirada que me da antes de agachar la cabeza y cubrir su cara con sus manos, me dice que lo que sea que él va a decir o hacer a continuación, no será de mi agrado.

—Esto no está bien, no podemos hacer esto. Yo...

Yo lo interrumpo.

—Tú me besaste.

Lo hizo, él me encontró en mitad del camino y respondió al beso con el mismo fervor que yo, no es algo que imaginé, eso pasó. Nos besamos, su beso tenía sabor a helado de vainilla y a pesar que nunca he sido fanática de dicho sabor, mientras lo besaba pensé que podría volverse mi sabor de helado favorito, porque sabía muy bien en sus labios. Pero ahora, tan solo unos minutos después, el sabor se vuelve amargo en mis labios y sé que se debe a lo que él acaba de decir.

Es interesante lo rápido que un dulce recuerdo se trasforma en uno amargo.

—Lo sé, lo sé, pero esto no tenía que suceder.

Por supuesto que no debía pasar, ¿no cree él que yo también he estado evitando que esto suceda? Lo hice, lo intenté.

¿Debería besarte ahora, kardia mou? —me preguntó.

No, debí decir que no. Fui estúpida al acercarme a él con la intención de besarlo, porque Raymond ya me ha dejado claras sus intenciones y sus reglas. Lo hizo esa noche cuando hablábamos y la mañana después de la fiesta de fin de año, cuando creíamos que habíamos tenido sexo, aunque ni siquiera nos llegamos a besar. Él siempre ha sido claro con sus intenciones, diciéndome de frente y sin rodeos que sigue enamorado de su prometida muerta, entonces ¿por qué yo decidí ignorar sus advertencias y permitirme tener sentimientos por él? Es como si yo hiciera este tipo de cosas a propósito. ¿Esto me puede hacer sufrir? Sí, entonces vamos ahí. Me siento como la definición de locura, camino hacer lo mismo que me lastimó la última vez, esperando ahora obtener resultados diferentes, aunque en el fondo yo sé que los resultados serán los mismos.

Lo único que uno obtiene cuando se enamora de alguien que está enamorado de otra persona, es un corazón roto y es lo que yo voy a obtener si sigo por ese camino.

—Escucha, Nea, no eres tú...

—Soy yo, si ya me conozco el discurso, Raymond, puedes ahorrártelo. Mira, estamos bien, seguimos siendo amigos. Finjamos que nada pasó, que este beso nunca sucedió y sigamos como hasta ahora. ¿Te parece bien eso? Porque a mí me parece perfecto.

¿Qué más se supone que debo decir ahora? No tengo otra opción que intentar mantener mi dignidad y obligarme a seguir adelante como si nada hubiera pasado porque eso es lo mejor ahora, no quiero tener que lidiar con Raymond, sus reglas y su amor por su difunta prometida. Es por eso que lucho contra esta sensación desagradable que crece en mi pecho, porque a pesar del disgusto que siento por la forma en que se ha empañado el día, tengo que reconocer que tengo parte de la culpa de esta situación y debo hacerme responsable de eso.

—Lo siento mucho, Atenea, no quería que las cosas se confundieran entre nosotros. Quiero ser tu amigo, me gusta serlo, pero no podemos ser más que eso.

Yo guardo las manos en los bolsillos de mi chaqueta y miro sobre su hombro porque no quiero enfrentarme a su mirada, a la pena que sus ojos proyectan.

—Lo sé, Raymond y está bien, lo entiendo. Amigos, seamos amigos.

Escondo detrás de una falsa sonrisa mi molestia y la extraña sensación que siento al decir esas palabras. Es raro porque antes del beso, o al menos eso creo, no había imaginado que Raymond y yo podríamos ser algo más que amigos, porque esa es la única forma en la que lo he visto o quizás todo este tiempo solo me he estado mintiendo y engañando, ocultando lo que realmente siento.

No seremos ese ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora