Epílogo

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Años después...

La primera cita; Silvain escogió un lugar tranquilo, siendo más acogedor y modesto a los que suele acostumbrar. La pasé bien, dos semanas después de la galería, había dado lugar a ese momento que creí nunca llegaría.

Atento, amable y detallista. Reunió todo esa noche. El recuerdo arriva de inmediato a mi mente dejándome retrospectiva.

La lista de sucesos hermosos, e inimaginables, es interminable.

«—Espero te guste, pensé en ti, así que deseo que sea de tu agrado. —la seguridad que suele manejar parece abandonarlo. me guía hasta el interior del restaurante, es cálido, hermoso... No tengo palabras.

—Me gusta, mucho —admito.

Él sonríe. Vamos a una mesa, apartados del resto, un maïtre no tarda en aparecerse y ofrecernos opciones culinarias que me ponen indecisa. Todo se ve bien.

Sin embargo, no pasa mucho cuando el caballero se inclina para escuchar en un secreteo la petición de Silvain. Así que ya no elijo, todo está dicho.

—¿Qué le has dicho?

—Nos traerá el mejor platillo. —es lo único que me dice.

—Bien, ¿me contarás tu día?

—Cerré un trato con un colega mío, es un amante del arte y me platicó de la pintura, quiso comprarla. —añade y abro los ojos perpleja —. No está en venta, fue mi respuesta. Es algo especial para mí, de hecho esa mujer es la que amo y no estará colgada en cualquier lugar. Ya tiene un espacio en casa, en mi corazón.

—Mentiroso, no le habrás dicho todo eso, ¿o sí? —me sonrojo.

Atrapa mi mano sobre la mesa.

—Lo hice, por supuesto que sí.

Voy a replicar, pero llega la comida.

Me sorprendo un poco al ver los platillos. Es pollo a la naranja, miro a Silvain, él se encoge de hombros y ve cómplice al mesero quien rellena dos copas de alcohol.

—Gracias.

—A la orden, con permiso.

—¿Qué?

—Ah, ya entiendo, quieres decirme como debe quedar el pollo a la naranja, ¿no olvidas lo de ese día? —bufo.

—No no —acaricia mi dorso, cariñoso —. Quise... en realidad ese día me encantó lo que hiciste.

—Oh...

Increíble, más de tres años después lo admite al fin.

—Entonces quise rememorar, bueno... siento quedar en ridículo —se frota la sien.

Una sonrisita se dibuja en mis labios, Silvain vacilante, me atrevo a decir que hasta nervioso es algo que no pensé ver jamás.

—No es estúpido, sé lo que quieres decir, ya comamos o se enfriará.

—Tienes razón —»

...

—¿Mamá? —el llamado de Samuele me devuelve al presente.

—Dime, cielo.

—¿Has visto mi pelota?

—La dejaste en la terraza, ¿dónde están los niños?

El JEFE NARCISISTA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora