𝐎𝟐

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Había pasado un tiempo desde que Edward Cullen se había salido de control gracias a algún tipo de estímulo externo y éste lo conseguía sobrepasar y exacerbar con éxito, a diferencia de otros vampiros.

Pero como una vez le había dicho su padre: es de humanos equivocarse (aunque no le dio alivio exactamente saber que eso fue una de las cosas que se quedaron de su humanidad).

No era un santo; al menos no por completo. Todo el mundo tenía un pasado oscuro, y algunos de estos eran menos claros que otros (en ambos sentidos).

Puede que él, como persona, biológicamente ya esté muerto, pero eso no significa que su presencia esté retirada del mundo; él tampoco estaba convencido de que aquella forma de existencia podría acercarse remotamente a cualquier otro sinónimo de esa palabra: vida.

Es obvio que siempre hubo tentaciones, más de las que puede contar, en las que no solamente pensó cómo sería y cómo se sentiría el dejar de reprimirse a sí mismo, dejar afuera al monstruo que le rasguñaba la garganta y lo molestaba sin parar con el ímpetu de matar y alimentarse, con las ansias carcomiendo por devastar y beber hasta saciarse, de seguir su instinto y dar rienda suelta a la caza, pero sobre todo, tenía la inminente necesidad de matar.

Provocaciones, muchas. Las hubo y las habrá, porque los vampiros tienen a su alrededor y a «su disposición», supuestamente (reconocidos incluso como un derecho universal en la realeza), a estos desafortunados seres humanos llamados cantantes; Afortunadamente podían contarse con los dedos de una mano, pero aún eran un peligro para sí mismos.

Rosalie, tan comedida y gentil como siempre, se refería a estos como una tragedia esperando a ocurrir.

Hubo infinidad de lecciones sobre ese capítulo, miles de pruebas, y absolutamente todas fueron falladas. Incluso Emmett no luchó contra el deseo irrefrenable por probar a dos de los suyos, y estos, obviamente, ya no existían más. Fue una tristeza adveniente en Carlisle, pero como siempre, se vio dispuesto a perdonar las faltas que había cometido uno de sus hijos como una especie de Jesucristo.

Edward nunca estuvo preparado para tener un cantante. De hecho, ningún vampiro está preparado para enfrentar ese tipo de situaciones jamás. Con o sin experiencia previa, todo aquello es muy difícil de bregar. Porque luego, por azares del destino, Edward conoció a Bella Swan.

Era bonita, aunque no de una manera, digamos, no vista anteriormente. Era como una de las tantas muchachas a las que había visto en la calle. Bella tenía la piel pálida con el más discreto inicio de un sonrojo (señal inequívoca de humanidad), casi el mismo tono del propio Edward cuando aún era humano; cuando su corazón aún latía y todavía poseía los ojos verdes que su madre le había heredado.

𝙥𝙖𝙧𝙖𝙨𝙚𝙡𝙚𝙣𝙚 (𝗮𝗯𝗼𝘃𝗲𝗿𝘀𝗲)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora