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Su mente hizo un salto de tiempo.
Recordar cómo se había desarrollado todo al final debería haber sido suficiente para que se sintiera mejor. Pero fue peor. Porque era un aviso de lo que pudo haber pasado.
Si... Aún si Jacob no se consideró de alguna manera vulnerabilizado debido a su condición solitaria en el poco tiempo que estuvieron reunidos, el consejo todavía supondría un problema muy grande.
Creerían que era obra de la presunta persuasión vampírica solo para no aceptar parte de su responsabilidad al no contabilizar eficazmente a cada miembro de la manada. ¿Por qué? Porque no había otra razón más que la única verdad; los odiaban y punto, no hay otra razón. Y los lobos no querían tener esa sensación de estar en deuda y menos con seres como ellos.
Sí, era completamente estúpido.
Jacob era el que no tenía nada que hacer ahí, él era su responsabilidad, pero de todos modos, estaba casi seguro de que los lobos les echarán la culpa a ellos. Crearían otra excusa pobre, eso sí que lo tenía claro, y Edward ya podía imaginarse el resto. Para ellos, siempre, todo se trataba de las intenciones maliciosas por parte de la familia Cullen, para aprovecharse de otro pobre, inexperto e ingenuo muchacho.
Las cosas no iban a ser diferentes.
Todos sabían de antemano que las visitas entre sus tierras estaban casi totalmente prohibidas. Invadir el territorio del otro debía ser por una razón excepcional y con aviso y autorización previas, de lo contrario, la eterna batalla se descongelaría otra vez. Un vampiro en territorio de lobos les dió a estos pleno derecho a destruirlo, un lobo en territorio de vampiros, por el contrario, sería retenido y esclavizado, cosa que desde luego, y conociendo la posición casi noble de los Black, verdaderamente nunca permitirían. Menos a un descendiente directo de ellos, aún si se diera el caso de que éstos ya hubiesen firmado con su puño y letra la reformación de estos términos.
Por fortuna para todos, eso quedó en aquellos tiempos remotos.
Jacob.
Afortunadamente para los chuchos, los Cullen no estaban asilvestrados y eran mucho más humanitarios de lo que parecían. Bella viva era una prueba de ello. El rebelde principito no sufrió daño previo ni posterior a su llegada.
Las circunstancias estaban injustamente desequilibradas.
Contrario a ellos, los lobos ni por asomo contemplarían detenerse un segundo para escucharlos antes de que comenzaran a desplegar sus tropas de sabuesos rabiosos para rescatarlo, aprovechando al mismo tiempo la oportunidad de articular el primer golpe. O mordida, sea el caso. Daba igual. Después de todo, estaba hablando de seres viscerales y primitivos.
