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'Algunos hombres buscan y encuentran al sol... Pero yo siempre que busco me encuentro con la lluvia'
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Edward había estado dos veces en la piel del primogénito e hijo predilecto. Desde su vida relativamente mas sencilla como humano; comenzando dónde se le apoyaban responsabilidades diferentes al estudio debido a exigencias empresariales familiares, llegando a lo puro y perfecto que debía de ser ante los ojos de su madre biológica Elizabeth, hasta después de que su alma partió del mundo para convertirse en un ser de la noche junto a Carlisle y los a Cullen venideros: presuntamente del lado bueno, de los vampiros buenos.
Fue convertido en 1918, a la temprana edad de diecisiete años por Carlisle Cullen, y orientado por éste mucho, mucho después. Es el segundo más viejo en formar parte de los Cullen, y el tercero más viejo en su casa.
Aquello sería una buena manera de comenzar una autobiografía.
Edward fue el primer, más no único, hijo de Carlisle.
Ese fue su segundo grillete.
Fue un verdadero reto adaptarse para alguien que desde un principio había sido traído al mundo en solitario, para ser un ser íngrimo, sin hermanos.
Fue arrancado de su antigua vida.
Tener el privilegio de ocupar ese lugar conllevaba mucho más peso del que se quejaba sobre sus cansados hombros. Aún más cuando desde sus inicios Carlisle había tenido una visión compasiva y meritoriamente mártir para con los demás. Tácitamente tenían la obligación de ejemplaridad y moral, oponiéndose por completo a lo que su naturaleza les dictaba, por más doloroso que fuera.
No se alimentaba de seres humanos. Nunca.
Someter siempre a sus salvajes instintos e instigarse a esa forma de vida fue un suplicio. Convivir diariamente con sus presas, olerlas, escuchar diariamente como su aquelarre deliraba por ellas fue un calvario. Servirse de insípidos animales era como permitirle a un hambriento sólo una mordida de pan; como vivir a base de tofu.
