El primer esposo (pt.2)

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Despertó en la misma cueva sin frío. Podía ver la luz de la entrada pero donde estaba era algo oscuro. De pronto, al querer levantarse, notó algo: el hombre serpiente la envolvía con su cola para mantenerla caliente después de que la fogata se apagó. Aunque, quizá, ella era quien le brindaba calor, pero no lo podía saber con certeza. Al moverse él despertó y la soltó en silencio.

—No te alejes de la cueva. —Expresó tranquilo y salió sin decir nada más.

Ella supuso que iría a buscar algo de comer y quería usar el baño, pero no dentro de la cueva o él se daría cuenta así que luego de que lo perdió de vista entre los árboles salió de la guarida con la tela envuelta en su cuello como una capa.

Decidió buscar un grupo de arbustos y allí liberar un poco de líquidos. Que alivio! Llevaba aguantando desde el día de ayer. Regresó a la cueva con una relajada mirada y un sonido rastrero le indicó que era el hombre de antes.

— Sabes si... ¡Ah!

Llegó a ella arrastrándose a toda velocidad, pasó su brazo por debajo del busto y la levantó como si fuera una hoja.

— ¡Que sucede! ¡Ba-Bájame! ¡A-Alguien vendrá a buscarme a-!

—Un grupo de exiliados viene hacia acá. Si te atrapan desear la muerte será lo único en lo que podrás pensar.

El rostro de Hinata se puso morado del espanto y su piel blanca aclaró más. Sin mayor objeción dejó que el hombre la llevara tan lejos y rápido como pudo, pero al llegar a la orilla de un lago se detuvo.

La envolvió con la cola y la puso detrás de su espalda.

—Respira profundo.

Sin tiempo para preguntar sintió una bofetada de agua fría y de pronto, un golpe en la cabeza la dejó inconsciente. Despertó en una cueva, esta era más grande y una serpiente gigante, mucho más que un ballena, la tenía envuelta cerca de la fogata. Ella se movió para acercarse un poco más al calor de la fogata pero en ese momento se percató que toda la ropa que llevaba antes había desaparecido y lo único que la cubría era aquella tela de escamas.

—Me disculpo por el golpe. —Expresó la voz de hombre, quien había vuelto a ser mitad humano  sin dejar de envolverla con el resto del cuerpo. Ella explotó en un vívido rojo carmín. —He viajado solo desde que tengo memoria y-

— ¡D-Donde está m-mi ropa!

— ¿Ropa?

Ella se cubrió con la tela hasta el cuello, salió del pequeño nido que la envolvía y hecha un tomate se alejó lo más que pudo de la vista del hombre.

— ¡L-Lo que llevaba p-puesto antes de llegar a-al lago!

—Si te duermes con pieles mojadas enfermarás y morirás. Te las quité y las dejé flotar río abajo. Así seguirán un rastro falso. —Un horrible y vergonzoso 'pero' se atoró en sus labios. —Puedes usar mi piel. Puedo hacer una prenda para ti.

Ella, cubierta hasta la nariz, lo miró con incredulidad.

— ¿Sabes coser?

— ¿Coser? —repitió con ese tono indiferente.

—Fa-Fabricar algo para que yo use.

Él asintió y se arrastró dentro de la cueva. Estando sola se percató que junto a la fogata habían vayas rojas y más moras. No sentía nada extraño en su cuerpo así que el estar desnuda y envuelta en una piel de serpiente era lo único para preocuparse... o mejor no.

Él le daba abrigo, le daba comida y la mantenía a salvo. Había pasado sólo un día pero era el día más relajado que no tenía en años.

Mientras degustaba su merienda (porque afuera de la cueva se veía oscuro) se acordó del chico zorro y se preguntó si al regresar a la cueva y no encontrarla la estaría buscando. Quizá preocupado. Cómo deseaba decirle que estaba bien.

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