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La casa del señor Park no es muy moderna ni muy desencajada. La casa del señor Park más bien parece una casa americana, tiene una cocina, una sala de estar, segunda planta y un sofá (que no es de terciopelo) como cualquier casa normal tendría. Hay cuadros repartidos por todas partes que retratan a SeokJin pequeño, sin dientes frontales y con un pescado casi de su propio tamaño echado al hombro; SeokJin adolescente en una escuela de intercambio en Australia y más de SeokJin actual, una conduciendo un auto rojo y otra comiéndose la cena de sus tíos en navidad.

En ninguna de ellas aparece el señor Park. Le pregunto a SeokJin disimuladamente la razón y él me dice que su padre no es fotogénico, o que al menos eso alega él.

—Nunca te lo he dicho, pero mi padre es guapísimo —me dice SeokJin, ciertamente, por primera vez desde que lo conozco—. No nos parecemos mucho, sin embargo creo que una simple foto no le haría mucha justicia. Quédate hasta las nueve y lo verás con tus propios ojos.

No afirmo nada, y tampoco lo niego.

La planta de arriba no es tan diferente a la otra. Aquí está el baño, dos habitaciones extra, la habitación de SeokJin y la del señor Park. Lo sé, sé que es suya porque ahí está su esencia, SeokJin no parece muy capaz de percibirla por sí solo, pero yo he logrado atraparla en cuanto pisé el primer escalón. Es furiosa, no se detiene aún cuando está encerrada trás esa puerta anaranjada como los duraznos maduros e incluso fui tan tonto en haberle preguntado a Seok si alguien había tirado una lata de duraznos en almíbar a través de todo el pasillo.

Obviamente su respuesta fue un rotundo no acompañado de una carcajada divertida por mi ocurrencia.

No le reprendo algo, y es que la verdad me quiero quedar aquí toda la vida, con el aroma de los duraznos y la sensación del frasco. La siguiente parada es la habitación de Jin; aquí está todo en orden (al igual que el resto de la casa) con la diferencia de que no hay ninguna marca de aroma, a excepción de la del señor Park, que ha hecho una cadena odorífera y territorial a lo largo de cada nicho y esquina, las ventanas, los muebles y el sofá.

No hay una chimenea donde crepitan hojas viejas, ni tampoco un sillón contiguo a ella. Cada cosa permanece en su lugar y desde que entré a este sitio a las cuatro de la tarde, me esclavicé junto a SeokJin en su habitación para comenzar con el informe. No nos toma más de cuatro horas, así que cuando mi reloj de mano me avisa que son las ocho, preparo la mochila.

¿Sería menos emocionante y más cobarde si decido huir antes de que llegue el señor Park?

—¡YoonGi! —grita SeokJin justo en mi oreja, ya me ha visto colgarme la mochila y estoy seguro que empezará con las excusas para que me quede—. Quédate un rato más, apenas son las ocho. ¡Juguemos en la play, hablemos de cosas interesantes, lo que quieras!

—No sé, Jin. Está obscuro, ¿Qué hago si me intentan robar la bicicleta? Tú estarás aquí, cómodo como ostra, pero yo también me congelaré de frío.

—¡Te acompañaré si es necesario! ¡Te presto mis suéteres!

—No sé...

SeokJin vuelve los ojos, como buscando más razones—. ¡Ya sé! Si te quedas, yo hago los créditos finales del informe.

—¿Y también la portada?

—También la portada.

Arrugo la nariz, mierda por qué siquiera lo estoy considerando. Le echo otro vistazo a mi reloj, vale todavía no son las nueve.

—Bien. Pero el suéter será ese de Kumamon. Te advierto que podría no devolverlo, ¿Estás seguro de tu petición?

—¡Qué rayos importa Kumamon! ¡Cásate usando ese suéter si quieres!

mr. parkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora