24. Déjà vu

1.2K 113 13
                                    

—¿A dónde vas? —Sergio preguntó al ver que tomaba un abrigo con rapidez.

—Andrés acaba de llamarme —respondí tomando las llaves de la mesa del comedor.

—Creí que estabas tratando de evitarlo —murmuró levantándose de su lugar al verme tan apurada.

—Me llamó diez veces —respondí mirándolo con preocupación—. Si no fuese importante no creo que hubiese insistido.

—Seguro que está bien, debe estar en su cena semanal con Tatiana —Se acercó y tomó mis manos entre las suyas tratando de tranquilizarme.

—Tatiana jamás dejaría que nos llamara —murmuré—. Después de lo de Martín...

—María, Andrés está bien, no le va a pasar nada —Sergio interrumpió al notar que mis ojos se humedecían.

—Tienes razón —Negué con mi cabeza antes de volver a dejar las llaves sobre la mesa—. Seguramente se tomó unas copas de más.

—Anímate —Sergio acarició mi brazo al notar que aún me encontraba indecisa por ir a verlo—. Preparé pasta de la que tanto te gusta.

Sonreí levemente al ver a Sergio correr a la cocina para servirme un poco de comida, me deshice de mi abrigo y me senté en la mesa para disfrutar un momento de tranquilidad, permitiéndome dejar de pensar en Andrés por unos minutos.





Finalmente había logrado convencer a Martín de que me dejara ayudar, es por ello por lo que yo era la encargada de llenar los baldes mientras Río, Denver, Manila y Palermo los cargaban para verter las pepitas de oro en la bomba.

—Y el último —Levanté el último balde lleno de oro y lo vertí junto a Río y Manila, segundos después Martín dejó caer las ultimas pepitas desde la palma de su mano.

—Se nos está acabando el agua —Bogotá rompió nuestra burbuja de felicidad.

—Aquí estanque de tormentas —Benjamín habló por la radio—. Está oscilando el agua —Todos nos giramos a ver la tubería al notar que salía vapor de esta y que los indicadores de la bomba empezaban a pitar como locos; Nos acercamos lentamente a la espera de la señal de Benjamín al tener la granalla en su poder—. ¡Ya está!¡Acaban de salir las últimas pepitas! —anunció.

—¡Está! —Martín gritó por lo que todos lo imitaron y gritaron junto a él. Nuevamente se abrazaron entre si con una sonrisa enorme, él me abrazó de medio lado y me meció sin dejar de gritar.

—No puedo creer que seamos unos jodidos millonarios —hablé separándome de él para abrazar a los demás, dejando de último a Denver, quien después de darme un corto abrazo se separó para mirarme con culpa.

—Tengo que decírselo —murmuró conteniendo las lágrimas.

—Anda, yo sé que ella va a valorar tu honestidad —susurré acariciándole la mejilla—. Eres uno de los mejores hombres que he conocido Dani —Denver me dio un abrazo fuerte una última vez antes de alejarse y caminar con la mirada gacha hacia el elevador, Manila notó su comportamiento y lo siguió con la mirada.

—¿Todo bien corazón? —Palermo preguntó a mi lado al ver que me quedaba viendo a Denver alejarse.

—Todo bien —respondí girándome a mirarlo para dejar un beso en su mejilla.

—Lisboa viene en camino —Río nos avisó con una sonrisa extendiéndonos unos cajones de madera.

—¿Y eso para qué? —pregunté tomando el cajón.

P R A G ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora