3. Contrapunto de guitarra y bajo

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 Trigger alert: Descripción ligera de crisis sensorial.

Keith siempre había sido inepto para socializar. Al menos desde que lo conocía.

Le costaba mucho expresarse en público y, en la mayoría de los casos, estar entre personas desconocidas le ocasionaba ansiedad.

También era un poco raro.

No raro en general, pero sí para ser un alfa.

La mayoría de los alfas se desenvolvían con una confianza innata, eran líderes naturales y, muchos, se comportaban cómo si no los mereciera ni la tierra que pisaban.

Keith era todo lo contrario.

Era un chico más bien tímido y reservado, que trataba de pasar lo más desapercibido posible. Cosa que, realmente, no era muy viable. Su estatura, sus corte de cabello mal hecho y sus ojos gris azulado, que a veces se veían violetas, de aspecto melancólico lo hacían el centro de las miradas a menudo. Así como la fineza de sus facciones y el contraste entre su piel blanca y la delgada cicatriz rosácea que surcaba su mejilla derecha, de la cuál seguía sin saber cómo diablos la había obtenido, pero que le daba ante los ojos de otras personas (se incluía) un aspecto aún más interesante. Eran todos esos atributos físicos los que le hacían imposible a su mejor amigo pasar desapercibido, aunque lo deseara con todas sus fuerzas.

Sin embargo, tratar con él ya era un asunto muy diferente. Había que tener bastante paciencia y esperar a que él mismo derribara sus barreras emocionales antes de realmente entrar en su vida. Si llegabas e intentabas hablar con él cómo con cualquier otra persona, sólo te respondería con monosílabos y miradas evasivas; no podías hablarle muy fuerte porque se crispaba, cómo un gato arisco, y se alejaba sin dirigirte la palabra; si te acercabas con alguna mala intención él, literalmente, la olería y quedarías al descubierto; había que ser muy honesto y transparente al tratarlo porque era demasiado desconfiado. La mayoría no tenía la paciencia para serlo y, por lo general, desistían en los primeros intentos de acercarse. Y a Keith no le importaba realmente estar solo. En lo que llevaba de conocerle, nunca le había interesado otra persona lo suficiente cómo para acercársele. Así que, si algo había en el mundo que Keith no era, eso era sociable.

Quizá era por ello que Lance jamás había tenido prisa en darle a conocer sus sentimientos a su compañero de piso. Pensaba que, con el tiempo y mucha paciencia, podría acercarse lo suficiente para que el otro también hubiera desarrollado sentimientos románticos hacia él y, finalmente, estar juntos.

Por eso es que le golpeó duro la realidad cuándo se dio cuenta de que su amigo comenzaba a engancharse profunda e irremediablemente con alguien más.

Una chica, para ser más específicos.

Una chica omega, para ser muy específicos.

Lance no era el tipo de beta que despreciaba a los omegas, o a los alfas si era el caso. En realidad creía firmemente en que todos eran iguales y que los que trataban mal a otras personas eran gente débil tratando de suplir sus fallas.

Pero igual creía que, cómo todos eran iguales, nada ni nadie tenía el derecho de establecer con quién debía sentirse atraído nadie. Por lo que, para él la vieja idea de que los beta sólo debían relacionarse entre ellos y los alfa con los omega, resultaba estúpida y sin fundamento.

Era consciente de que el deseo y la atracción eran muy diferentes entre alfas, betas y omegas. Ya que los alfas y omegas tenían instintos muy marcados y ciertas necesidades sensosexuales que, casi siempre, sólo podían entender entre ellos. Pero eso no significaba que no pudieran ser satisfechas entre un alfa y un beta, o dos alfas si fuera el caso aunque, estadísticamente, era más probable que un alfa se sintiera atraído por un omega, y viceversa.

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