Capítulo 8. ¿Quién da más?

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Pasaron un par de horas desde que las chicas abandonaron la tienda en el callejón. El comerciante delgaducho se hallaba en la parte trasera, aplicándose un poco de alcohol en las heridas con un paño, el corazón aún le galopaba dentro del pecho por el pavor que había sentido pues, al despertar, lo primero que recordó fue el rifle apuntándole a bocajarro.

Un maullido agudo y lisonjero le sacó de sus deprimentes pensamientos, miró hacia abajo y vio a su pequeño gato gris lanudo frotándose contra su pierna, exigiendo atención.

-Ay Rengo, eres de lo que no hay...papá está bien, gracias por preguntar.- le dice al animal con una sonrisa amarga y un pequeño matiz de riña en la voz. Se levanta y extiende la mano para tomar una lata de conservas que estaba en una estantería cercana. Pero se detuvo en el acto al oír la campanita de lo que quedaba de su puerta abriéndose.

Lavor! Sal aquí, tenemos que hablar.- le demanda una voz femenina, grave y fuerte, sabía bien a quién pertenecía.

El delgaducho apalizado deja la lata abierta en el suelo para el pequeño Rengo y se dirige a la parte delantera, donde una inmensa mujer, todo músculo y cicatrices lo miraba ataviada con sus característicos ropajes rojos como la sangre.

-Señorita Medarda...-saluda el acobardado hombre, bajando la cabeza para no mirar a la noxiana a los ojos.

-Veo que ya te han visitado. ¿Estaban las dos?

Asiente con la cabeza, sintiendo cómo una gota de sudor le resbalaba por la sien.

-Bien. ¿Les dijiste lo que acordamos?

-S-si, lo de La Última Gota y la subasta...

-¿Y también que Sevika estaba detrás? -incide la mujer, desconfiada con lo brazos cruzados sobre el pecho.

-A..así es, señorita...-traga saliva de forma audible.

-¿Te creyeron?- ahora apoya las dos manos en el mostrador provocando que Lavor se eche a temblar.

-C-creo q-que s-si.

-¿Crees o estás seguro?-la mirada de la general noxiana atraviesa al comerciante que parece hacerse cada vez más pequeño.

-S-si si señora. E-estoy seguro d-de que irán.-afirma asintiendo innumerables veces con la cabeza.

Una pausa, Ambessa Medarda parece valorar la situación y finalmente una suave sonrisa se forma en su rostro surcado de viejas heridas de guerra.

-Perfecto. Lo has hecho bien, Lavor. Sin tu ayuda no habría sabido tanto de los bajos fondos en tan poco tiempo, has servido bien al imperio y mereces una recompensa.- parece más relajada y cálida, lisonjera y encantadora, haciendo que el tímido hombre se relaje y exhiba una sonrisa. Iba a decir algo pero entonces la noxiana vuelve a hablar.

-Sin embargo...hay un problema...-empieza despacio, mirándole le reojo al voltearse.

-Qué...¿qué problema? S-soy leal al Imperio, señora...yo...

-Pero...eres un cabo suelto.-su tono se vuelve frío como el acero. Un nueva sonrisa surca su rostro.- Y eres débil.

-P-e-pe-pero señora Medarda yo...-no le dio tiempo a terminar la frase pues el veloz movimiento de la enorme hoja noxiana de Ambessa ya había surcado el aire hasta alcanzarle y separar limpiamente la cabeza del cuerpo que lo habitaba.

Con dos ruidos sordo el cuerpo de Lavor cae al piso e, inmediatamente después lo hace su cabeza que rueda de vuelta a la trastienda. 

Se oye un maullido...y nada más.

Arcane. Más allá del deber.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora