XVI. Gardenias.

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Después de la tormenta viene la calma. Harry recuerda muy bien ese dicho y este es un buen momento para tomarle la palabra, más ahora que su vida ya no ha presentado ningún obstáculo demasiado agobiante desde que el distribuidor de la floristería fue cambiado a otro que, según Louis, tiene buena madera para trabajar con ellos y ser el remplazo perfecto para la situación.

Es cierto que las ganas de pintarle un par de magulladuras a Nathan por sus actos no se han desvanecido del todo de su sistema, pero ni ese ni demás asuntos laborales le preocupan mucho en una ocasión como esta, y la sonrisa complacida que tiene en el rostro es prueba viviente de ello.

Se encuentra sentado en el único sofá que tiene en su apartamento. Espalda recargada contra un par de cojines y rodeado por unas piernas que son un poco más cortas que las suyas y que, sin embargo, son espléndidas y una maravilla de admirar cuando a Louis se le ocurre usar pantalones cortos.

Sus rizos están desparramados contra las manos del florista, quien cuidadosamente le cepilla el cabello al repasar cada mechón con gentileza sin necesidad de utilizar mucha fuerza con él. Largos cabellos chocolate que son acomodados cada que una sección está terminada y la siguiente puede comenzar a ser desenredada con la bondad misma que el ambiente en sí tiene.

Harry murmura contento y se permite oír atento a Louis tararear agudamente alguna tonada cualquiera. Sus párpados cerrados no logran captar nada a su alrededor, pero para él eso no es algo precisamente necesario cuando su cráneo es masajeado por las yemas del ojiazul en un consuelo pequeñísimo que le lleva a un estado de confort del que no quiere desprenderse nunca.

—Enderézate un poco, Hazz. —Escucha cuando las hebras del cepillo usado se desprenden de su cuero cabelludo.

Él gruñe bajito, su rostro ladeándose para chocar suavemente contra la cadera del castaño.

—Hm, no. Cepíllame un poco más —refuta ronco. —Me gusta que seas tan cuidadoso y que me acaricies en cada descanso, sigue con eso.

—Pero yo quiero peinarte. —Harry imagina a la perfección la mueca descontenta que Louis probablemente está haciendo, todavía sin estar dispuesto a abrir sus ojos y dejar que sus esmeraldas reluzcan para observarlo propiamente. —Vamos, prometiste que me dejarías hacerlo.

—Bonito, no seas exigente conmigo, más mimos no te cuestan nada.

Harry cree que se ha salido con la suya percatándose que Louis guarda silencio debido a su comentario, y una sonrisa ladina está a punto de pintarse en su rostro cuando de pronto siente un duro golpe en su frente y lanza una queja en voz alta con evidente dolor de por medio.

Su mano viaja inmediatamente hasta donde el porrazo ha sido atizado a su piel, e instantáneamente permite que su vista pueda ser capaz de unirse a la escena cuando sus pestañas revolotean y sus pupilas se posan en el ceño fruncido del otro muchacho ocupando el sofá.

—Y a ti no te cuesta nada cumplir tus promesas así que no te pases de listo, Harry —dice Louis sin una pizca de humor. El cepillo reposando en su mano sin siquiera ocultar el hecho de que aquello ha sido con lo que le ha propinado tal golpe. —Te pedí peinarte antes de venir aquí y tus caprichos no van a cambiar mis planes, así que ven aquí y déjame terminar mi trabajo o me voy.

Sabiendo que nada le va a hacer cambiar de opinión, Harry bufa y un puchero se le forma apenas antes de que esté arrimándose de vuelta al florista y se acerque de más quedando acurrucado en su pecho.

—Lo siento, es que eres muy bueno en eso de arrullarme con tus cariños —murmura dejando un beso en su mentón. —Me estaré quieto y no pediré nada más.

—Eso espero. —Refunfuña Louis, alejándolo sin ser brusco y posicionándolo cómo él quiere.

—Oye, no te molestes por eso. No quiero otro golpe y no sé si en algún momento me vas a volver a lanzar uno si te he hecho enojar.

New kisses ✦ larryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora