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A mediados de mi decimoséptimo verano, mi vida estaba a punto de cambiar por completo.

Una fresca mañana de Agosto desperté, con el sonido de la música que provenía de mi celular. Here comes the sun. No había mejor manera de iniciar el día que con esa canción. Por alguna razón, eso siempre despertaba mi entusiasmo y me hacía estar muy optimista.

Esa mañana en particular estaba muy emocionado, pues era mi primer día de mi ultimo semestre de preparatoria. Realmente esperaba ansioso el comenzar la universidad, aunque aun no definía muy bien la carrera para la que aplicaría. Por mi mente pasaban varias opciones, pero sin duda, la que más me llamaba la atención era el  hacer algo para ayudar a los demás.

Adormilado, busqué mis anteojos en la cómoda al lado de mi cama. Estiré la mano y accidentalmente tiré al suelo mis llaves. También escuché como caía mi desodorante. Finalmente, Bingo! Encontré ese par de anteojos rectangulares. Los tomé con cuidado y  me los puse.

Finalmente, era un nuevo día. La vida cambiaba mucho cuando podías observar, y no solamente ver. Pocas personas se detenían a observar, y eso era algo que no comprendía. El detenerse a observar las cosas era algo maravilloso. Observar a los pájaros que cantan en un árbol, observar las nubes, observar las flores. Pero por las prisas, todo se limitaba a ver, ver, ver.

Caminé descalzo a la ducha. Poco a poco, comencé a desnudarme. No me gustaba esa imagen. Realmente la odiaba.  Mi peso no era el ideal, y eso me avergonzaba muchísimo. No tenía un cuerpo tallado por los dioses, lo cual probablemente era una explicación al porqué nadie se había interesado por mi. Bueno, en realidad si había alguien. Pero, era diferente. Muy diferente.

También estaba el asunto de las pecas. Tampoco me gustaban. Aunque a mí madre le encantaban. Le recordaban a mi padre, quien había fallecido cuando sólo tenía seis. Ella siempre decía que quería que me convirtiera en el él.

-"Eso es imposible, mamá." - le decía- "Soy una persona independiente que puede hacer su propia vida sin estar a la sombra de los demás.

Ella solo se limitaba a decir que no habría nada que le enorgulleciera más que fuera arquitecto, como él.

-Es lo que el hubiera querido.

Yo siempre pensé que eso era manipulación emocional. Osea, era un niño cuando mi padre murió. ¿Porque se supone que debería sentirme responsable y asumir las cosas que el hizo?. Simplemente, no tenía sentido.

El agua desnuda tocaba mi cuerpo y mojaba cada parte de mi. Cada maldita parte. Incluyendo el pelo en lugares en los que jamás imaginé tener pelo. Si bien la pubertad había pasado por mi años atrás, seguía sin poder creer la cantidad de lugares en los que el pelo había aparecido. Y sin importar cuanto lo rasurara, este crecía de nuevo casi inmediatamente.

Al salir de la ducha, me vestí, y me puse unos jeans, una camiseta de mi superheroe favorito, Spider-Man, y unos Converse azules. Bajé al comedor, en donde había un olor delicioso. El dulce aroma a hotcakes recién hechos.  Al lado, había un vaso de jugo de naranja.  Me senté en la silla y me puse a revisar mi celular.

Realmente no había nada importante en mis notificaciones. Algunas eran sobre videos, de personas a las que me había suscrito. Otras eran notificaciones de foros en los que regularmente era activo, y discutíamos de cosas sobre superheroes o sobre películas basadas en cómics. Y luego, estaban los recordatorios de mi cita con el psicólogo.

Odiaba ir con el, especialmente porque no era algo que hubiera decidido por voluntad propia. Todo ese asunto era por algo. Algo con lo que no sabía cómo lidiar. Me sentía como un navegante en su barca, en la inmensidad del océano. No tenía un rumbo fijo, y no entendía mi papel en todo eso.

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